PEEL Lucy, POWELL Polly, GARRET Alexander., “Arquitectura estatal” en Introducción a la Arquitectura del siglo XX. CEAC. Barcelona, 1990.
Págs.66-69. " La ola de nacionalismo en el período de entreguerras atrajo la atención en varios países hacia una arquitectura capaz de representar al Estado. En algunos casos la atención vino de naciones recién formadas como Finlandia, deseosa de asentar su identidad con respecto al resto del mundo. En otros casos, el motivo era monumentalizar sueños ideológicos o imperiales como el Reich de mil años de la Alemania nazi o el Imperio Británico. En general se rechazaba el Modernismo por no ser adecuado para tales fines y se adoptaba un estilo que era a menudo una versión renovada de la antigua Grecia o Roma con diferentes grados de banalidad. Bajo el punto de vista nacionalista, el fallo del Modernismo era su preocupación por la funcionalidad y las necesidades de la gente que ocuparía los edificios. Sus formas abstractas a menudo austeras no se consideran capaces de llevar consigo el sentimiento de poder y duración necesarias para representar a un imperio o una nación. Bajo Hitler y Stalin se contuvieron activamente los movimientos modernistas como la Bauhaus y los constructivistas. La elección de un modelo clásico que surgió a principios del siglo XX no era un lenguaje exclusivo de regímenes totalitarios...
... En Alemania, la oposición nazi al Modernismo era inequívoca. La Bauhaus fue cerrada y saqueada poco después de la subida al poder de Hitler, mientras que el cada vez más popular Estilo Internacional fue despreciado por considerarse de intención socialista y de aspecto demasiado cosmopolita. Hitler estaba muy interesado en la arquitectura. Su ideal hubiese sido cambiar los estilos alemanes tradicionales y la monumentalidad de la antigua Roma, pero como no era posible tuvo que utilizar cada uno para fines distintos.
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RIVERA, David., “La arquitectura del nazismo” enLa otra arquitectura moderna.Expresionistas, metafísicos y clasicistas. 1919 - 1959. Edit. Reventé. Barcelona, 2017.
Págs. 267 – 303.<< Somos afortunados de que Adolf [ Hitler]no mostrase demasiado entusiasmo por el escalope vienés (wiener Schnitzel), pues de lo contrario habría sido desenterrado, al igual que la arquitectura clásica de los países germanos >>, afirmaba Hans Hollein en 1978, en un encuentro de arquitectos celebrado en Darmstadt. Pocos años después, en 1985, Leon Krier recogía la anécdota en un libro inevitablemente polémico sobre la obra de Albert Speer, donde formulaba el problema de la arquitectura nazi de un modo aún más directo: << ¿puede un criminal de guerra ser un gran artista? >>.
En su sentido profundo, esta pregunta no sólo alude a los arquitectos que trabajaron para el régimen nacionalista, sino también a los que prosperaron bajo el Fascismo italiano, muchos de ellos alabados en las historias de la arquitectura moderna, así como a los arquitectos del Movimiento Moderno que intentaron contemporizar con el Nazismo y el Estalinismo, y también a las decenas de pintores, escritores, músicos y filosofos que fueron partidarios de Hitler y, sin embargo, son reconocidos como importantes artistas y pensadores.
La suposición de que la arquitectura construida por el Tercer Reich carecía de interés o calidad se ha sumido de manera automática en las historias de la arquitectura moderna, pero nunca ha quedado demostrada de manera convincente. Los distintos proyectos y estilos nazis apenas se han estudiado, pues potente anatema moral parece hacer superfluo el esfuerzo. Sin embargo, durante los pocos más de diez años en que Adolf Hitler estuvo en el poder se construyeron por toda Alemania numerosos edificios monumentales, y parece sencillamente imposible que todos ellos fueran malos.
Buen número de arquitectos de vanguardia abandonaron Alemania a lo largo de los años 1930, pero la mayoría de los protagonistas de la Republica de Weimar continuaron trabajando en su país. A pesar del enrarecimiento progresivo del ambiente artístico y cultural, el Tercer Reich pudo contar con una serie de importantes profesionales dispuestos a prosperar bajo su manto. Entre los arquitectos favorecidos o aceptados por el gobierno nazi se contaban talentos tan diversos y reconocidos como Paul Ludwig Troost, Pul Bonatz, German Bestelmeyer, Peter Behrens, Wilhelm Kreis o Emil Fahremkamp, todos los cuales habían desarrollado ya una obra importante antes de 1933; y también Albert Speer, Ernest Sagebiel, Werner March, Herbert Rimpl, Hremann Giester o Friedrich Tmms, integrantes de una joven generación que empezó a construir en la época nacionalsocialista.
Lejos de presentar un frente homogéneo, la arquitectura de la Alemania nazi se repartía en diversas corrientes estilísticas. El funcionalismo seguía existiendo, pero se expresaba esencialmente en las obras industriales o administrativas proyectadas por Fahrenkamp o Rimpl. La tendencia “ tradicionalista”,representada en la época de Weimar por las enseñanzas de Heinrich Tessenow, pasó a ser dirigida por ideólogos de la tendencia Blut und Boden (“sangre y tierra”) como Paul Schulze - Naumburg o Paul Schmitthenner, si bien es cierto que, por motivos de pura lucha política, Joseph Goebbels redujo notablemente el poder de esta corriente, que se expresaba a través de la influyente Kampfbund für deutsh Kultur (“Liga de combate por la cultura alemana”). En la Alemania nazi existía un estilo folclórico-moderno, el preferido por Baldar von Schirach para los albergues de las Juventudes Hitlerianas; otro cercano al de las Siedlungen (`colonias residenciales´) racionalistas, aunque con cubiertas inclinadas, escogido para los conjuntos de viviendas promovidos por Robert Ley desde la dirección del Deutsch Arbeitsfront ( `Frente alemán del trabajo´); había hoteles de carrera de tipo toriles, escuelas de élite estilo neorrománico abstracto, grandes mansiones rurales neotradicionales para jefes de partido, y estudios de artistas y edificios de oficinas de un aire mas cercano al Art Déco. El propio Hitler era partidario de un ampuloso neobarroco; pero el estilo preferido para la arquitectura representativa fue sin duda el “clasicismo desnudo”.
La arquitectura clasicista oficial
La Gleichschaultung (‘sincronización’) de las agrupaciones profesionales en abril de 1933 estableció un sistema jerárquico que controla los proyectos de arquitectura; sin embargo, fueron los arquitectos favoritos del propio Hitler (Troost, Speer, Giesler) quieres ofrecieron modelos concretos. El que se puede considerar ‘estilo oficial nazi’ utilizaba como base la versión estructural del Neoclasicismo que Karl Friedrich Schinkel había desarrollado en el primer tercio del siglo XIX, corregida por las aportaciones modernas del ‘clasicismo simplificado’. Este último constituía la tendencia dominante en la arquitectura institucional en Europa y los Estados Unidos, por lo que cabe preguntarse acerca de la singularidad específica del lenguaje utilizado por los nazis.
La arquitectura monumental del Tercer Reich incorporaba ciertos elementos propios que la hacen reconocible, entre ellos los paramentos rugosos, un tipo de aplacado trabajado a modo de apretados sillares, el efecto masivo de los cuerpos escuetos directamente apoyados en el suelo ( sin zócalo ni podio), las bandas planas continuas que delimitan partes enteras del edificio, las proporciones altas y estrechas (‘impositivas’) en pórticos y ventanas, y en general una composición abstracta y estilizada de volúmenes, esquinas, encuentros, huecos, recreados, remates y molduras, que revela cierto parentesco con la arquitectura fascista italiana...
... Hitler temia que los arqueólogos del futuro, en su exploraciones de las ruinas de Alemania, descubrieran que los grandes monumentos de la civilización moderna habían sido vulgares almacenes comerciales propiedad de pretenciosos judíos; pero no rechazaba precisamente la estética de estas construcciones.
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CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006. 3ª edición en español. 1ª edición 1986
Págs. 513. ... Pero el peso del tradicionalismo sobre el gusto oficial siguió siendo fuerte en el período de entreguerras en los Estados Unidos, la Unión Soviética y la mayor parte de Europa Occidental, especialmente cuando los ideales cívicos se veían afectados. Tal vez esto era comprensible dado que se trataba de situaciones en las que la necesidad de conservar valores y seguir continuidades con el pasado resultaba apremiante.
Este era el caso concretamente de los regímenes totalitarios, donde los modelos antiguos disfrutaron de un epidérmico renacer en busca de símbolos imperiales. Como se ha expuesto anteriormente hubo muchas similitudes entre la Alamenia nazi y la Rusia estanlinista en la elección de un estilo monumental "oficial". En la década de 1940, la España franquista ofrece otro ejemplo de dictadura que insiste en una réplica demasiado obvia de los prototipos nacionales cosagrados, como el Escorial. Tan sólo en la Italia fascista, en la década de 1930, hubo un intento concertado de desarrollar una arquitectura moderna con ecos de la tradición, con el propósito de representar al estado.
En estas circunstancias, era comprensible que la monumentalidad fuese vista temporalmente con reparos por las mentalidades liberales, como si fuera, en sí y por sí misma, una característica inherentemente antidemocrática.
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