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FRAMPTON Kenneth., “Regionalismo crítico: arquitectura moderna e identidad cultural” en Historia crítica de la  Arquitectura Moderna. Gustavo Gili. Barcelona, 1987. 


Págs. 317-331. "El fenómeno de la universalización, aun siendo un adelanto de la humanidad, constituye al mismo tiempo una suerte de sutil destrucción no sólo de las culturas tradicionales —lo que podría no ser un mal irreparable—, sino también de lo que llamaré de momento el núcleo creativo de las grandes civilizaciones y la gran cultura, ese núcleo sobre cuyo fundamento interpretamos la vida, y al que llamaré por anticipado el núcleo ético y mítico de la humanidad. El conflicto surge de ahí. Tenemos la sensación de que la sencilla palabra 'civilización' ejerce al mismo tiempo una especie de atrición o de erosión a expensas de los recursos culturales que han creado las grandes civilizaciones del nuestros ojos de una civilización mediocre que es el absurdo equivalente de lo que estaba llamando cultura elemental. En todos los lugares del mundo se encuentra uno la misma película mala, las mismas máquinas tragaperras, las mismas atrocidades de plástico o aluminio, la misma tergiversación del lenguaje mediante la propaganda, etC.


Es como si la humanidad, al acceder en masa a una cultura básica del consumo, también se hubiera detenido en masa en un nivel subcultural. Así llegamos al problema crucial que afrontan las naciones nada más salir del subdesarrollo. Con el fin de mantenerse en el camino hacia la modernización ¿es necesario deshacerse del viejo pasado cultural que ha sido la raison d'étre de una nación? [...] De aquí laparadoja: por un lado, (la nación) tiene que arraigarse en el terreno de su pasado, forjar un espíritu nacional y desplegar esta reivindicación espiritual y cultural ante la personalidad de los colonialistas.


Pero para tornar parte en la civilización moderna es preciso al mismo tiempo participar en la racionalidad científica, técnica y política, algo que muy a menudo requiere el abandono puro y simple de todo un pasado cultural. Es un hecho: no todas las culturas pueden resistir y absorber el impacto de la civilización moderna. Esta es la 0. Nadie puede decir qué será de nuestra civilización cuando haya conocido civilizaciones diferentes por medios distintos al impacto de la conquista y la dominación. Pero hemos de admitir que este encuentro aún no ha tenido lugar en un plano deauténtico diálogo. Esa es la razón por la que estamos en una especie de paréntesis o interregno en el que ya no podemos practicar el dogmatismo de una verdad única y en el que ya no somos capaces de conquistar el escepticismo en el que nos hemos instalado. Estamos en un túnel, en el crepúsculo del dogmatismo y en los albores de un auténtico diálogo.


Paul Ricoeur La civilización universal y las culturas nacionales, 1961. El término ' regionalismo crítico ' no pretende denotar la tradición vernácula tal como se produjo espontáneamente por la interacción combinada del clima, la cultura, el mito y la artesanía, sino más bien identificar esas 'escuelas' regionales relativamente recientes cuyo propósito primordial consistió en ser el reflejo y estar al servicio de las limitadas áreas en las que estaban radicadas. Entre los factores que contribuyeron a la aparición de un regionalismo de este orden estaba no sólo cierta prosperidad, sino también una clase de consenso anticentralista, una aspiración a alguna forma de independencia cultural, económica y política.


El concepto de una cultura local o nacional es un enunciado paradójico no sólo debido a la obvia antítesis actual entre la cultura arraigada y la civilización universal, sino también porque todas las culturas, tanto antiguas como modernas, parecen haber dependido para su desarrollo intrínseco de cierta fecundación cruzada con otras culturas. Como parece insinuar Ricoeur en el paisaje citado anteriormente, las culturas regionales o nacionales deben constituirse en última instancia, hoy más que nunca, como manifestaciones localmente conjugadas de la 'cultura mundial'. Seguramente no fue casual el hecho de que este paradójico enunciado surgiera en una época en la que la modernización global continuaba socavando, con una fuerza cada día mayor, todas las formas de cultura tradicional autóctona de origen agrario. Desde el punto de vista de la teoría crítica, hemos de considerar la cultura regional no como algo dado y relativamente inmutable, sino más bien como algo que, al menos hoy en día, ha de ser cultivado de manera consciente. Ricoeur sugiere que el mantenimiento de cualquier clase de cultura auténtica en el futuro dependerá en última instancia de nuestra capacidad para generar formas de cultura regional llenas de vitalidad al tiempo que se incorporan influencias ajenas, tanto en el terreno de la cultura como en el de la civilización".

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