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MONTANER Josep Maria., La modernidad superada. Arquitectura, arte y pensamiento del siglo XX . Gustavo Gili. Barcelona, 2002.


págs.12-24. Teodoro Adorno, al criticar en Minima moralia el concepto existencialista de la autenticidad como puritana y mitificadora búsqueda de la moral burguesa para eliminar todo lo que no es suficientemente de buena cepa, señaló que “lo que no quiere marchitarse prefiere llevar el estigma de lo inauténtico. Entonces vive la herencia mimética. Lo humano se aferra a la imitación: un hombre se hace verdaderamente hombre solo cuando imita a otros hombres”. En un mismo sentido, Platón y Aritóteles habían definido la mímesis como expresión de sentimientos y manifestación de experiencias, poniendo énfasis en su función educativa y señalando que la mímesis es connatural al hombre desde su niñez: con ella se aprende y se adquieren nuevos conocimientos.


págs.59-88. “ El racionalismo como método de proyectación: progreso y crisis”


El racionalismo es uno de los conceptos que más ha entrado en crisis desde la Segunda Guerra Mundial. Racionalismo y funcionalismo fueron interpretados por Theodor W. Adorno como mecanismos empobrecedores de las complejidades y cualidades de la realidad, aliados con el sistema capitalista que introduce continuamente unificación y cuantificación, que limita las cosas a mera utilidad y determinación económica. Lo que no está codificado, lo que no se deja numerar ni medir, no cuenta. Tal como ya había señalado Walter Benjamin, la razón y el progreso tienen un carácter ambivalente: si por una parte comportan la mejora de la vida humana, el desarrollo tecnológico y el aumento de la socialización, por otra aportan instrumentos más perfeccionados de dominación del individuo y de explotación de la naturaleza.....


....Y no es casualidad que tanto Theodor W. Adorno como Jackes Derriba hayan tomado como referencias para su crítica a la modernidad a los escritores surrealistas Antonin Artaud y Georte Bataille....


...En estos años proliferan las críticas al funcionalismo y al racionalismo. Theodor W. Adorno publica en 1965 su artículo “El funcionalismo hoy” en el que critica el puritanismo antiornamental de Adolf Loos, sosteniendo que “ciertas irracionalidades son esenciales en la sociedad” y que “el ornamento tiene una base psicológica”. Adorno añade que “el placer se interpreta, según la ética burguesa del trabajo, como energía despilfarrada... Los límites del funcionalismo hasta hoy han sido los límites del sentido práctico de la burguesía” y que “incluso en las falsas necesidades del comportamiento humano existe un fragmento de libertad”.


... En la medida que la racionalidad instrumental está en la misma base de la modernidad, en los escritos de Walter Benjamin, Theodor W. Adorno, Maurice Merleau-Ponty o María Zambrano, crítica al racionalismo y crítica a la modernidad coinciden. Dichos autores han dejado claro que tanto un pensamiento estrictamente cartesiano y racional como una doctrina opuesta basada en la intuición esencial, son falsos. Todo pensamiento debe incluir la razón y la intuición como procesos básicos y complementarios.


págs.141-158.“Modernidad, vanguardias y neovanguardias” 


CRISIS DE LAS VANGUARDIAS Y PARADOJAS DE LA MODERNIDAD


Este mecanismo de búsqueda constante de la originalidad y la novedad sufrió una crisis entre los años cuarenta y setentaEsta crisis era expresión de una situación general de descredito del racionalismo en el proyecto moderno. En el campo del pensamiento -véase, por ejemplo, Maurice Merleau-Ponty, Teodor W.Adorno, María Zambrano- proliferan las interpretaciones críticas hacia las servidumbres del racionalismo y de la modernidad introducidos a cualquier precio por el capitalismo tardío. Al entrar en crisis una interpretación lineal y hegeliana de la evolución histórica y predominar la conciencia de la discontinuidad entre epistemes, tal como se expresa en los trabajos de Michel Foucault, pierde sentido el mecanismo recurrente de las vanguardias.


En los años cincuenta se construyen dos edificios emblemáticos y totalmente opuestos en su concepción de modernidad. Por una parte, el Seagram Building en Nueva York (1954-1958) de Mies van der Rohe, en el que se lleva a la perfección una idea de modernidad como lenguaje, estilo y espacio internacional, utilizando la más avanzada tecnología de las estructuras y perfiles de acero. Por otra parte, la torre Velasca en Milán (1950-1958) del equipo BBPR, como respuesta al reto de Ernesto Nathan Rogers había expresado en la responsabilidad de "otorgar un nuevo grado de modernidad a la arquitectura moderna". Este nuevo grado de modernidad consistía precisamente, en la mirada hacia la tradición, en la integración a las preexistencias ambientales y en la recuperación de la idea de monumentalidad. A partir de aquí,  la pregunta podría plantearse  en estos terminos: ¿Quién es más moderno, el que continúa  acríticamente los patrones que la modernidad establecida o el que pone énfasis en la crisis de esta modernidad, y para afrontarla introduce referencias a la tradición?


Estas mismas paradojas se han expresado en otras disciplinas como la medicina, cuando las medicinas alternativas, marginadas por la modernidad, han pasado a tener un papel representativo en la actualidad o a la ecología, cuando el respeto por la naturaleza y la integración en el medio ambiente, que habían sido consustanciales a las culturas indígenas y al “pensamiento salvaje”’y que han sido sistemáticamente despreciados por la sociedad industrial, se han convertido actualmente en el paradigma necesario para conservar la vida en el planeta.


En este sentido, la interpretación que algunos autores han hecho de Aldo Rossi y Robert Venturi dentro de las neovanguardias arquitectónicas es errónea, ya que lo que en ellos predomina es la voluntad de recuperación de la tradición, la insistencia en la permanencia de las formas, la recreación de las convenciones, en definitiva, el enfrentamiento abierto con el ansia insaciable de novedad y originalidad por parte de las vanguardias.


Como  complemento  a  la  búsqueda  dela originalidad y novedad, el dogma genera otro fenómeno: la hostilidad con el público. Esta voluntad de ruptura lleva a despreciar los códigos y convenciones establecidas en el mundo del arte y la arquitectura, y esto se ha convertido en el principal obstáculo para el enraizamiento de las vanguardias de la sociedad. Con el fáustico culto a la originalidad y con el uso de una metáfora militar al avance y conquista, hoy en día poco simpática, las vanguardias comportan generalmente una actitud de hostigamiento al espectador, que se traduce en un elitismo social que convierte la obra en exclusiva y difícil. Y al romper con los códigos establecidos se elimina su posibilidad de comunicación. Precisamente los planteamientos de Aldo Rossi y Robert Venturi arrancan de la voluntad antivanguardista de reconstruir este puente comunicativo entre la arquitectura y la colectividad a partir de la memoria (Rossi) y de los lenguajes convencionales (Venturi).


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MONTANER J.M., Sistemas arquitectónicos contemporáneos. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 2008. 


Si el campo de la teorías críticas arranca del marxismo heterodoxo de la Escuela de Fráncfurt —Walter Benjamin, Theodor W. Adorno, Gyargy Lukács y Herbert Marcuse— y en libros de Guy Debord y Manfredo Tafuri, lo más relevante se produce cuando activistas, artistas y arquitectos dan forma a esta posición teórica crítica.


CRISIS DE LAS VANGUARDIAS Y PARADOJAS DE LA MODERNIDAD Este mecanismo de búsqueda constante de la originalidad y la novedad sufrió una crisis entre los años cuarenta y setenta. Esta crisis era expresión de una situación general de descredito del racionalismo en el proyecto moderno. En el campo del pensamiento -véase, por ejemplo, Maurice Merleau-Ponty, Teodor W.Adorno, María Zambrano- proliferan las interpretaciones críticas hacia las servidumbres del racionalismo y de la modernidad introducidos a cualquier precio por el capitalismo tardío. Al entrar en crisis una interpretación lineal y hegeliana de la evolución histórica y predominar la conciencia de la discontinuidad entre epistemes, tal como se expresa en los trabajos de Michel Foucault, pierde sentido el mecanismo recurrente de las vanguardias.


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MONTANER J.M. MUXI Z.,  Arquitectura y política. Gustavo Gili. Barcelona, 2011. 


Págs. 27-78. “Historias”


En 1929, el mismo año que en Frankfurt se creaba una tradición bifronte – por un lado, el racionalismo de las Siedlungen coordinadas por Ernst Mayy del II CIAM y, por otro lado, la tradición crítica de la Escuela de Frankfurt con Walter Benjamin, Theodor W. Adorno y Max Horkheimer– el poeta y escritor Georges Bataille escribía un breve artículo sobre “Arquitectura” en la revista Documents, que iniciaba una nueva corriente de crítica a la arquitectura por su alianza con el poder…


… LA CRÍTICA POSTMODERNA AL MORALISMO MODERNO


Desde una interpretación retrógrada y reaccionaria, David Watkin en su libro Moral y arquitectura, fue uno de los primeros en desvelar las contradicciones de la arquitectura moderna, dedicándose a seguir el prejuicio del moralismo como base de la arquitectura moderna, desde el neogótico de Pugin hasta las teorías del que fuera su maestro Nikolas Pevsner. Watkin puso en cuestión la confianza en el progreso, en la función social de la arquitectura, en la utilidad y la naturalidad, sin artificios y añadidos superfluos, en que se basa nuestro pensamiento moderno en arquitectura; un pensamiento iniciado, por una parte, por Pugin, Ruskin y Morris, y por otra, por el positivismo tecnológico de Viollet-le-Duc y Lethaby y consolidado en las obras de Le Corbusier, Mies van der Rohe y Gropius, y en las teorías de Pevsner y Giedion.


Esta crítica conservadora a la modernidad y a la alta tecnología en arquitectura y urbanismo, sintoniza directamente con los argumentos que desde la década de 1980 plantea el príncipe Carlos de Inglaterra. En una visión que se ha desarrollado en polos contrapuestos, desde el revival urbano de Rob Kriery el new urbanism hasta la deconstrucción arquitectónica de Peter Eisenman.


Si una de las revisiones del moralismo moderno lo representa la visión conservadora de David Watkin, las críticas progresistas procedieron especialmente del pensamiento femenino (Hannah Arendt y Maria Zambarno) y del diseño moderno hecho por mujeres (Charlotte Perriand, Lilly Reich, Margarette Scütte-Lihotzky), además de la filosofía de la Escuela de Frankfurt. En su ensayo Functionalism Today Theodor W. Adorno, arremete contra el puritanismo de Adolf Loos al estigmatizar el ornamento. Adorno argumentaba que el artesano necesita dejar huella de su trabajo manual que dentro de lo funcional también entre lo simbólico y que el ser humano necesita y seguirá necesitando los significados simbólicos. 


 Págs. 115-158.“Metrópolis” 


Ya en su Dialéctica de la ilustraciónTheodor W. Adorno y Max Horkheimer, exiliados entonces en Estados Unidos, criticaban la ciudad de Los Ángeles por su ausencia de civitas y de espacio público. Para ellos, Los Ángeles constituía el símbolo de la crisis del proyecto moderno iniciado por la ilustración que anunciaba la eliminación de la interrelación entre ciudad y persona para verse suplantada por la de ciudad y automóvil. El análisis de Adorno y Horkheimer se convierte en una profecía sobre el consumismo de la cultura de masas contemporánea. Al principio del capítulo de su libro "La industria cultural", profundizan en su crítica al individualismo y a la vida en el suburbio "Ya las casas más viejas en torno a los centros de hormigón armado tienen el aire de slums, y los nuevos bungalows en los márgenes de la ciudad muestran, como las frágiles construcciones de las exposiciones internacionales los lodos del progreso técnico, invitando a liquidarlos, después de un rápido uso, como latas de conserva. Pero los proyectos urbanos diseñados para perpetuar al individuo como ser independiente, habitando pequeñas e higiénicas viviendas, lo someten aún más radicalmente a su antítesis, el poder absoluto del capital" En definitiva, el habitante de los suburbios se vuelve más vulnerable y dependiente. Y, de hecho, el suburbio, hijo de la pareja infernal casa unifamiliar/coche, ha sido la mayor estafa urbana y territorial del siglo xx: la falsa venta de felicidad y autonomía a coste de la destrucción del paisaje, del consumo de petróleo y del abandono de las ciudades históricas. El documental dirigido por Gregory Greene The End of Suburbia. Oil Depletion and the Collapse of The American Dream (2004) constituye la crítica más emblemática y argumentada al suburbio.


Ciertamente, a lo largo del siglo xx, Los Ángeles se convirtió en un paradigma contradictorio: ciudad del eterno veraneo, tierra de la primavera perpetua, sede de Hollywood, fábrica de sueños y cantera para la construcción de la historia estadounidense. Según la interpretación optimista de Reyner Banham en su texto de 1971 Los Ángeles. The Arhitecture of Four Ecologies, esta ciudad contendría cuatro ecologías: los surburbia, las colinas, las planicies del ld y la autopia. Sin embargo, desde las interpretaciones críticas, además de ser el lugar de la crisis de la modernidad, según Horkheimer y Adorno, Los Ángeles se convirtió contemporáneamente en el escenario real de los saqueos y en el anuncio apocalíptico de las crisis ecológicas, tal como ha escrito Mike Davis. Una ciudad basada en el consumo de energía al límite, organizada según autopistas por las que se circula a una velocidad que impide ver al otro y a la realidad concreta, una ciudad habitada por el miedo a lo desconocido, donde los otros se perciben como enemigos Antes de que el modelo se hiciera presente en muchas ciudades del mundo a lo largo de las últimas décadas del siglo xx, Los Ángeles ya mostraba las partes esenciales de la ciudad tardocapitalista: surgía de la formulación zonificada de La Carta de Atenas, que encajaba con el ideal de ciudad sin azar, del individualismo, la segregación y el consumo, y continuaba con la plasmación de la fragmentación de la ciudad global…


… DE LA CARTA DE ATENAS A LA CIUDAD GLOBAL


            Al analizar los componentes segregativos del modelo del urbanismo global se comprueba que, en realidad, se trata del canto de cisne del urbanismo tardorracionalista, que no es más que la ulterior reformulación rentable de la zonificación del urbanismo racionalista. El modelo urbano y territorial que propone el neoconservadurismo liberal, cuyos intereses económicos no tienen raíces en ningún lugar, no solo pretende sustituir el entorno natural, los centros históricos, las calles y los espacios públicos, sino que las cuatro funciones o partes esenciales del urbanismo racionalista de La Carta de Atenas -vivienda, trabajo, esparcimiento y circulación- han implosionado por utilizar el término de Jean Baudrillard, y han encontrado su concreción en los cuatro elementos urbanos esenciales de la ciudad global: habitación en la urbanización cerrada, trabajo en el centro terciario representativo, esparcimiento y consumo en los centros comerciales y centros de ocio, y circulación por las autopistas. La ciudad global se conforma de una manera incluso mucho más objetual e inconexa que la ciudad moderna de La Carta de Atenas. De hecho, tanto La Carta de Atenas como la ciudad global se basan en borrar la historia de la ciudad en la medida en que debe servir de soporte a un sistema de producción que no necesita conciencia y al que le molesta la memoria. El sueño delirante de la tábula rasa, en la raíz de la ciudad moderna, se ha ido reproduciendo desde Los Angeles o Atlanta hasta Singapur, Shanghái o Hong KongEl crecimiento en suburbios y barrios cerrados periféricos discurre parejo al abandono de los centros históricos, convertidos en slums, como ya señalaron Adorno y HorkheimerEs entonces cuando, abandonadas a su suerte, las calles tradicionales de los centros históricos se convierten en trinchera, en lugares para atravesar velozmente dentro del coche, un lugar donde compiten los vendedores ambulantes y los comercios depauperados en las plantas bajas sobre las que la ciudad yace abandonada. Una vez depauperados, los centros se presentan como nuevas oportunidades de negocio global. De este modo, el mercado se convierte en el salvador y el planificador urbano que transpone la lógica del simulacro y la diversión de los centros comerciales a la ciudad real. Prueba de ello es la reconversión del área de Times Square, en Nueva York, encargada a la empresa Disney en la década de 1990, donde la ciudad real se convierte en una escenografía para el consumo seguro de la clase media suburbana, que viene a contemplar el exotismo que les ofrece la ciudad.


            No todas las periferias de las ciudades globales se tratan de la misma manera. El análisis de la ciudad de Madrid permite ver claramente quién habita cada zona según usos y funciones. La zona sur de la ciudad, históricamente el cinturón obrero, acumula vertederos, graveras, cementeras, depuradoras, centrales térmicas e incineradoras. Por otro lado, la zona norte acumula campos de golf y urbanizaciones residenciales de lujo, parte de ellas cerradas. La alta concentración de capital financiero y representación de empresas multinacionales produce como resultado una fuerte segregación socioeconómica que queda reflejada en el territorio y en los medios de transporte: el transporte público para los trabajadores, emigrantes y mujeres, las autopistas para los coches de lujo del norte de la ciudad.


            De todas maneras, existen diferencias de planteamiento entre el urbanismo racionalista y el tardorracionalista, ya que el primero formaba parte un proyecto social y ético de mejora de las condiciones de habitabilidad y eI segundo es un proyecto financiero y especulativo. Tal como se ha explicado, otra diferencia importante entre el modelo urbano de La Carta de Atenas y el de la ciudad global es el suburbio residencial de baja densidad, que consume y contamina territorio sistemáticamente. El modelo teórico de segregación de funciones encajó perfectamente con el modelo de construcción de territorio urbanizado propio de Estados Unidos. En su libro Building Suburbia: Green Fields and Urban Growth, 1820-2000,15 Dolores Hayden explica la evolución histórica de este deseo antiurbano y antieuropeo propugnado por las élites estadounidenses, que han llevado a Estados Unidos a convertirse en el país que más caos, genera por habitante, poniendo en peligro el planeta. Pero paradójicamente, tal como narra Hayden, son estos sectores más ricos, expansivos e insostenibles los mismos que, en sus suburbios, viven sobre la contaminación provocada en sus propios acuíferos.


            En definitiva, por su expansión derivada de la promoción de los ideales de vida generados desde la publicidad, las series televisivas y las películas, el modelo de suburbio con vivienda aislada es hoy una de las peores plagas del planeta y uno de los mayores engaños del siglo xx. Una vez atrapados en este modo de vida, solo quedan deudas derivadas de los altos estándares consumo y la constatación de que de este modo no se alcanza la felicidad El consumo de ansiolíticos y el alcoholismo de las mujeres de los suburbios estadounidenses es mayor que en las ciudades, y ya en la década de 1950 la novela Revolucionary Road, de Richard Yates, da cuenta de ello. Sin embargo, mientras este modelo urbano se sigue extendiendo por el mundo, consumiendo territorio y esparciendo las ciudades, en su país de Estados Unidos, los miembros del New Urbanism lo critican sistemáticamente por condicionar el futuro de forma negativa. Este movimiento está empezando a buscar alternativas que permitan superar el fenómeno proponiendo el llamado crecimiento inteligente. Los mismos promotores ciudad global y desmembrada ya han visto sus cualidades nocivas y destructivas, y, por tanto, intentan expulsar dicho modo de degradación urbana a otros países.


            En una época en la que el proyecto urbano necesita alternativas plurales, con mecanismos de sostenibilidad y estrategias para enriquecer el territorio ambiental, el urbanismo de la ciudad global no es más que una continuación del urbanismo racionalista que intenta construirlo más rápido y más rentable pero que, al mismo tiempo, hipoteca cada vez más el futuro de las ciudades y del territorio, un urbanismo que sigue estando pensado por hombres y solo para hombres, un varón que circula con prisa en su todoterreno acondicionado que continua con el patrón machista propuesto por el Modulor de Le Corbusier: un hombre modelo, musculoso y de 1,82 metros de altura. En definitiva, un urbanismo sin multiplicidad de protagonistas, anclado en concepciones duales y antagónicas, y basado en un modelo familiar periclitado


            Ha llegado ya el momento de que otros protagonistas piensen y diseñen las ciudades, de modo que frente a la dominante ciudad especulativa y segregativa se incorporen puntos de vista plurales que puedan reinventar la ciudad humana…


… LA TEMATIZACIÓN DE LAS CIUDADES TURÍSTICAS


            Aunque pueda parecer paradójico, la competencia y especialización de las grandes ciudades es un fenómeno que está estrechamente relacionado con la globalización. El mundo global exige que cada ciudad se defina, se caracterice y se especialice, y, al mismo tiempo, se esquematice y se simplifique para ser objeto de deseo e inversión y más fácilmente transmisible y digerible como tal. Siguiendo las coordenadas de la crítica a la industria de la cultura de consumo, desde Teodor W. Adorno y Max Horkheimer hasta Jeremy Rifkin y Michael Sorkin, debemos entender que la ciudad ha entrado también en la lógica de la industria del consumo cultural, como la música pop que exige que toda creación cumpla unas pautas de simplificación, tipificación y modificación constante. Por tanto, como objeto del turismo de masas de la inversión inmobiliaria, la ciudad se ha convertido en objeto de consumo y en espacio comercial. Pero, al mismo tiempo, tal como ha señalado David Harvey, hay una relación directa entre el interés que una ciudad concreta despierta en el panorama global y su capacidad para diferenciarse cultural y socialmente. La gran paradoja es que a mayor presencia global más inversión y más turismo y, por tanto, mayor presión hacia la homogeneización, que, si se consolidase, anularía las posibilidades de dicha ciudad de ser fuerte en el mercado global. Con ello demostraría que el funcionamiento de la lógica del turismo globalizado y financiero es insostenible, ya que, en el caso de las cualidades de la ciudad, destruye su propia razón de ser.


            Tal como sucede en los productos de consumo, el objetivo turístico, en este caso la ciudad, se proyecta desde su lugar de origen hacia el exterior como un singular objeto del deseo. La ciudad se va convirtiendo en objeto de consumo, como la moda. Y tal como escribió Cesare Pavese, el mecanismo de consumo tiene un éxito total porque sintoniza con los mecanismos insaciables del deseo. Y el cine es uno de los mejores recursos para potenciar las ciudades que se presentan como escenario de grandes eventos culturales o deportivos y las películas de éxito comercial, como Vicky, Cristina, Barcelona (2008) del director Woody Allen.


            Sin embargo, según la masa crítica, cultural y política de las ciudades proceso puede comportar resultados diversos. Puede haber ciudades donde predominen sus museos -como en Londres, París, Helsinki y, especialmente, en las ciudades medias alemanas-, pero si estos museos son activos y mantienen relaciones con los intereses culturales de la ciudadanía, la ciudad no se museifica ni tematiza; lo esencial es que la ciudad continúe viva. Hay ciudades, en cambio, que han interpretado el museo como institución estática, detenida en el tiempo, y han aplicado la misma lógica para su centro histórico. Algunas partes de Venecia, Florencia y Praga son emblemas de una museificación irreversible. Serían ciudades dormidas en la ensoñación de sus colecciones, restauraciones y recreaciones, como Carcasonne en Francia o Tallin en Estonia. La ciudad estadounidense de Williamsburg representa un caso extremo de museificación y tematización algunos de sus habitantes, disfrazados como si vivieran a mediados del siglo XVIII, forman parte cada día de una escenografía histórica.


Págs. 197- 246.“Alternativas” 


Pág.231. El espacio de los intelectuales y artistas, de los técnicos y los críticos.


En este proceso, la crítica a la industria cultural y a la cultura espectáculo, con lo que implica de exigencia de un pensamiento crítico y de cierto tipo de intervenciones de los técnicos y los profesionales, ha sido un hecho recurrente a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, expresado en diversos hitos. Tal como hemos citado, en su estudio de la Dialéctica de la Ilustración, Max Horkheimer y Theodor W. Adorno criticaron desde su exilio de Los Ángeles la naciente industria de la cultura y de los medios de la sociedad de masas, con su ilimitada capacidad para absorberlo todo.

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