Después del reclamo de la dimensión social y política de la arquitectura por parte de autores como Gottfried Semper, John Ruskin y William Morris, a finales del siglo XIX y principios del XX, estuvieron activas las primeras generaciones de arquitectos que tuvieron un fuerte papel político desde la administración como Otto Wagner, que fue arquitecto municipal de Viena y proyectó las estaciones de metro y formó a la mayoría de los arquitectos que la década de 1920 proyectarían las Höfe vienesas: Hubert Gessner, Herman Aichinger y Karl Ehn.
Joseph Puig i Cadaflch (1867-1956) ejerció como arquitecto y político de la Mancomunitat de Catalunya, de la que llegó a ser presidente. La Mancomunitat se creó en 1914 como propuesta del Gobierno catalán, aceptada por el gobierno español, y estaba conformada por las cuatro diputaciones catalanas. Este arquitecto lideró el proyecto cívico de la Liga Regionalista Catalana con voluntad de hacer infraestructuras y obras públicas que reforzaran y reequilibraran Cataluña. Sus textos – que abarcan la arqueología, la historia, la arquitectura y la política- configuran un completo y coherente proyecto nacional de la arquitectura y el urbanismo. Conferenciante reconocido en Francia y los Estados Unidos, su posición teórica estuvo radicada inicialmente en la historiografía científica y positivista, en la tradición de Eugène-Emmanuel Violet-le-Duc y August Choisy, y con el tiempo se fue matizando y enriqueciendo con el pensamiento romanticista. Su posición como político era la de élite dirigente que pretende dirigir las masas populares. Tras la muerte del primer presidente, Enric Prat de la Riba. Puig i Cadafalch fue presidente de la Mancomunidad de Catalunya durante dos mandatos, de 1917 a 1923, año en que fue destituido de su cargo, pues la dictadura de Primo de Rivera acabó con el gobierno autónomo de Cataluña. Tras la guerra civil española fue depurado por la dictadura de Francisco Franco.
Durante la II República Española y el Gobierno autónomo de la Generalitat de Catalunya, se produjo una imagen emblemática de las relaciones entre el poder de la Repúblilca y el urbanismo moderno. La presentación en 1932 en el Palau de la Generalitat del plan urbano de Barcelona, dedicado al presidente Francesc Macià y elaborado por el GATEPAC y Le Corbusier, con la presencia entre otros del mismo Le Corbusier, Josep Lluis Sert, Fernando García Mercadal, Cornelis an Eesteren y Walter Gropius.
En Cataluña, este papel simultáneo de arquitecto, historiador y político que tuvo en Puig i Cadafalch fue renovado en la segunda mitad del siglo XX por Oriol Bohigas, personaje que será tratado más adelante.
Tras estas primeras experiencias (Puig i Cadafalch), llegó el fuerte compromiso en el período de entreguerras de diversos arquitectos municipales; Adolf Loos en Viena, Ernst May en Frankfurt, Dritz Schumacher en Hamburgo, Otto Haesler en Celle, Max Berg en Breslavia, Bruno Taut en Magdeburgo, Martin Wagner en Berlin.