La responsabilidad de la arquitectura
Ciertamente, todo está condicionado por las políticas de vivienda, pero la arquitectura no debería seguir siendo la misma, convencional y comercial, sino que debería atender a los cambios que se están produciendo en la sociedad española y catalana: cambios en la estructura familiar, inmigración, envejecimiento de la población, aumento de las minusvalías, incremento de las marginaciones de todo tipo, inclusión de las actividades de estudio y trabajo en la vivienda, etc. Además, han surgido muchas especialidades para arquitectos en nuestra nueva sociedad: expertos en procesos de participación, especialistas en renovación de vivienda; autores experimentados en vivienda sostenible, proyectos urbanos para rehacer los barrios informales y periurbanos que rodean todas las ciudades españolas, etc.
En este fenómeno que abarca toda la sociedad española, la arquitectura tiende a tener un papel muy secundario. Es el último factor, aunque no debería ser el de menor importancia. En este escalofriante baile de cifras no tendría que ser desdeñable el hecho de la calidad de estas viviendas: su buena construcción, orientación y ventilación, que tuvieran una planta flexible y transformable, que favorecieran la diversidad de usos y su perfectibilidad y que potenciasen la igualdad y la desjerarquización, que estuvieran construidas siguiendo criterios de sostenibilidad, y que se consolidase una cultura de conservación y reutilización de los edificios en un país que ha destruido gran parte de su patrimonio residencial anterior a 1940. Es flagrante que la calidad de la vivienda masiva construida y que se construye en España sea mucho menor que la de la mayoría de los países europeos.
En este sentido, una serie de criterios arquitectónicos no serían nada menores, sino que tendrían mucho que ver con la calidad de vida, la equidad y la sostenibilidad: disponer de un espacio exterior propio, que no haya baños privados en suite, sino accesibles para todos los habitantes de la vivienda, que la fachada en cada orientación sea distinta, que haya espacios de guardado. Las cuestiones relacionadas con la desjerarquización no son menores, sino que son trascendentales para promover unos hábitos democráticos. El baño en suite es un escándalo de lujo y desprecio en un mundo en el que 2.600 millones de habitantes del planeta viven sin saneamiento, es decir, 4 de cada 10 personas no tienen acceso a ninguna letrina o inodoro, y cuando disponer de agua potable aún es tan difícil para un sector de la población mundial.
El problema de la vivienda no puede resolverse con una única solución brillante, sino que debe abordarse desde frentes muy diversos y siguiendo procesos laboriosos: movimientos sociales, cambios en la legislación estatal y autonómica, ayudas económicas, control del precio del suelo y de la vivienda terminada, proyectos arquitectónicos experimentales y modélicos, mejora tecnológica y aplicación de criterios de sostenibilidad, operaciones que apuesten tanto por la obra de nueva planta como por la rehabilitación, flexibilidad en los tipos de tenencia y promoción tanto en la compra como distintas modalidades de alquiler. Actuar sobre una injusticia tan flagrante como los miles de viviendas vacías es imprescindible, pero no suficiente. Resulta clave asegurar una legislación a favor de la tenencia en el alquiler, con control de precios y garantías de continuidad.
Se trata, en definitiva, de potenciar una situación social alternativa a la creada en España en los años de predominio impune de los intereses de los nuevos ricos y de los inversores; una situación retratada en su momento álgido con fina ironía por el escritor Ferran Torrent en sus novelas Sociedad limitada (2002) y Especies protegidas (2003), ambientadas en uno de los lugares de más descarada corrupción inmobiliaria: la costa valenciana. Una nueva situación en la que al arquitecto le corresponde no solo denunciar el problema social, sino también reivindicar la necesaria calidad de la vivienda como objetivo de la arquitectura.
Una de las contrapartidas que puede aportar la crisis es que ya toda vivienda que se construya no se venda si no tiene una serie de cualidades. Las viviendas deberán estar bien situadas y soleadas, y tendrán que ser flexibles y desjerarquizadas, sanas y sostenibles. Ahora, el posible comprador va a poder elegir y podrá ser más exigente. Sin embargo, la herencia de hoy es un parque inmenso de viviendas nuevas vacías y de poca calidad.