CURTIS, W., La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006.
págs. 635-655. "Lo universal y lo local. Paisaje, clima, cultura"
Si la preocupación por los clasicismos a comienzos de los años 1980 reflejaba tal vez una necesidad de volver a cimentar las disciplinas de la arquitectura en el pasado, el interés por los 'regionalismos' revelaba la ansiedad con respecto a la erosión y el desarraigo generalizados de culturas y lugares concretos debido a las fuerzas homogeneizadoras del desarrollo comercial y tecnológico moderno. La mayoría de estos regionalismos (aunque no todos), se apresuraron a distanciarse de esa historia instantánea de la arquitectura posmoderna (que identificaban como parte de la enfermedad más que del remedio), y de los regionalismos de sangre y tierra' de los años 1930. Lo que Alexander Tzonis y Liane Lefaivre llamaron 'regionalismo crítico' parecía implicar un afanoso reconocimiento de que la mayoría de las tradiciones populares y vernáculas estaban perdidas de manera irremediable, pero que debía ponerse (o volver a ponerse) en marcha alguna estratagema moderna para recuperar unos conocimientos antiguos ahora lejanos. Kenneth Frampton usó esa misma expresión, 'regionalismo crítico', para rechazar «una iconografía consumista disfrazada de cultura» y para criticar la reducción posmoderna de la arquitectura a un «mero signo comunicativo o instrumental». A cambio, Frampton propugnaba tanto la deconstrucción de «la modernidad universal en función de valores o imágenes cultivados en cada lugar», como una adulteración de los «elementos autóctonos con paradigmas extraídos de fuentes ajenas». De hecho, varios maestros modernos y varias corrientes regionales de la arquitectura moderna habían estado haciendo algo parecido durante más de medio siglo. El discurso regionalista de comienzos de los años 1980 incluso servía el mismo vino del romanticismo nacional, pero en nuevas botellas, una vez eliminado el gusto amargo del nacionalismo.
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