La familia Olaguibel parece originaria de Durango, aunque ya en el siglo XVIII se encuentra instalada en Vitoria relacionada con el ámbito de la construcción. Justo Antonio Olaguibel nace precisamente en la capital alavesa en 1752 y se va a convertir en uno de los primeros arquitectos académicos titulados del País Vasco, acudiendo para ello entre los años de 1779 y 1781 a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, con objeto de perfeccionar sus estudios de arquitectura y adquirir la necesaria titulación.
Su padre maestro albañil mostró una especial preocupación por la formación de su hijo, matriculándole desde edad temprana en la Escuela de Dibujo de Vitoria dependiente de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, con objeto de que se fuese formando conforme al nuevo método académico. Los primeros datos que sobre Olaguibel tenemos, nos lo describen como un muchacho aplicado, de destacado dibujo y rápido aprendizaje. Pronto sus diseños destacaron en la Escuela, siendo repetidamente elogiados por sus profesores, sacando la máxima calificación, lo que animó a los académicos vitorianos a que opositara a la Academia de San Fernando como el alumno más aventajado. Nuestro protagonista que acabó siendo con el tiempo director de la Escuela de Dibujo de la capital alavesa, fue uno de los hombres privilegiados que durante su estancia en Madrid, tuvo ocasión de formarse con los mejores arquitectos españoles del momento que estaban en torno a la Academia, como Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva. Los trabajos que de él encontramos en el archivo de la Academia, nos muestran su correcta delineación en el dibujo, así como el dominio de programas arquitectónicos de gran pujanza en el momento como eran las casas de campo y casas reales.
Una vez de vuelta a Vitoria, en 1781 se le presenta la primera gran oportunidad de poner en práctica su profesión, precisamente con una obra de gran entidad como es la construcción de la Plaza Nueva, primera plaza neoclásica, que sirvió de modelo para las que más tarde se llevaron a cabo en Tudela, San Sebastián y Bilbao. Dicha obra, con su carácter uniforme y austero, va a ser el principal eje urbano del nuevo ensanche de la ciudad, convirtiéndose con el tiempo junto con los Arquillos en uno de los episodios más brillantes del neoclasicismo arquitectónico-urbanístico en el País Vasco. El precedente compositivo de la Plaza Nueva o Plaza de España de Vitoria lo encontramos tanto en las plazas mayores españolas de Valladolid, Salamanca o Madrid, como en aquellos foros romanos descritos por Vitruvio que tanto admiraban los neoclásicos. Esta plaza se desarrolla en relación a las medidas consideradas como básicas para la construcción de las plazas de toros 220 x 220 pies. La forma cuadrada, su estructura mediante arcadas, la función urbana con carácter público y práctico al mismo tiempo, son aspectos que entroncan estas construcciones con la antigüedad y que se repiten en la plaza vitoriana como si de una constante se tratase, acentuando mediante el uso privado de las viviendas que rodean al ayuntamiento y el uso público del ayuntamiento y los espacios exteriores, el carácter municipal tan propio de las plazas españolas.
Pero a pesar de la flamante plaza y precisamente por ello, Vitoria tenía una asignatura pendiente, la difícil transición entre la ciudad medieval ubicada en la parte alta y el nuevo edificio. El proyecto de los Arquillos por parte de nuestro arquitecto en 1790, fue una brillante solución al desnivel existente, integrando de una forma armoniosa, la nueva plaza y el antiguo entramado urbano, mediante terrazas y plataformas unidas por escaleras, solucionando así el problema presentado en este espacio intermedio. Se busca con esta intervención una transición y un diálogo fluido entre el entramado urbano de la vieja y la nueva ciudad. Estas dos obras realizadas al comienzo de su carrera profesional, ponen de manifiesto la formación de Olaguibel, y el papel decisivo que juega como representante de la Academia en la zona, introduciendo un nuevo estilo neoclásico no sólo en Vitoria sino en buena parte del País Vasco.
Pero curiosamente después de estas obras y especialmente tras 1794, precisamente cuando más posibilidades de futuro muestra su carrera, la actividad de Olaguibel se dirige a la arquitectura religiosa, realizando torres, pórticos y pequeñas obras de carácter académico, que formarán parte desde entonces de la fisonomía de los pequeños pueblos de la Llanada Alavesa. Tal y como nos advierte María Larrumbe “este cambio de orientación resulta extraño y sin explicación aparente. En el último decenio del siglo XVIII el nombre de Olaguibel apenas aparece en la documentación oficial, mientras que otra serie de arquitectos vitorianos o incluso venidos de fuera como Diez de Güemes son los encargados de realizar las obras importantes de Vitoria. De su vida privada apenas tenemos noticia, aunque parece que permaneció soltero y vivió con su hermana Eulalia. Nunca ejerció ningún cargo público, lo cual resulta extraño ya que por su profesión pertenecía a una clase social alta, lo que hace pensar que nunca le interesó este tipo de actividades, aunque si tuvo relación con personalidades del momento como el fabulista Samaniego”.
En el campo de la arquitectura civil las obras de las que conservamos noticias como la Casa Consistorial de Orendain, proyectada por Olaguibel en 1787, el Ayuntamiento de Salinas de Léniz de 1789, o la fuente pública de Haro de 1794, son obras desarrolladas dentro de un academicismo ruralizado, y se nos antojan como obras menores para un arquitecto titulado del prestigio de Olaguibel.
Más entidad parecen tener sus obras de carácter religioso sobre todo las que desarrolla en los pequeños pueblos de la Llanada Alavesa como la Torre y pórtico de San Vicente de Arriaga de 1787, La Torre iglesia de San Andrés en Vírgala Mayor de 1797, el pórtico de la Iglesia de San Esteban de Aberasturi de 1799 o la iglesia de Gamarra Mayor de 1805. Estos pórticos y torres realizados por Olaguibel mayormente sobre antiguas fábricas de los siglos XVI, y XVII, sirvieron de modelo a muchos campanarios hechos con posterioridad, que imitaron lo sobrio y lineal de estas torres de corte neoclásico.
Para finalizar y continuando con la temática de la arquitectura religiosa en la que empleó la mayor parte de su esfuerzo, haremos mención especial a la Fachada del Convento de la Magdalena en Vitoria, realizado en 1783. Ubicado originalmente en el lugar donde ahora se levanta la Catedral Nueva de Vitoria, la fachada de Olaguibel se salvará del derribo, trasladándose a la actual calle de Vicente Goikoetxea. Fausto Iñiguez de Betolaza fue el encargado de dicho traslado y también el autor del nuevo convento de las religiosas brígidas, que inaugurado en 1909, sustituyó al que se ubicaba en el antiguo solar en el que permanecían desde 1653. Se trata de una fachada alta y estrecha que recuerda al Convento de la Encarnación de Madrid. En 1789 lleva a cabo la construcción de la Iglesia de San Andrés de Elciego (Alava) con una disposición conocida de Panteón romano, en esta obra Olaguibel muestra lo erudito de su formación académica, y el buen hacer de su arquitectura.
Finalmente y ya en el siglo XIX se le encarga en 1806, antes de la Guerra de la Independencia, la reforma de la fachada de una casa existente, la del Obispo de la Habana Juan José Diaz de Espada en Armentia. A Olaguibel se le requiere por los conocimientos clásicos, intentando dar al edificio una nueva dignidad a través de enmarcar la entrada principal con unas sobrias columnas muy en la línea académica.
Olaguibel falleció en Vitoria el 10 de febrero de 1818, la dedicación creciente a la arquitectura religiosa que lleva a cabo en su vida profesional, parece coincidir tal y como nos comenta María Larrumbe, con una inclinación de tipo espiritual que su propio testamento deja entrever.