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GIEDION S., Espacio, tiempo y arquitectura. Edit. Dossat. Madrid 1978.


Págs. 301-346.  “Hacia la sinceridad en la arquitectura” 


Durante el verano de 1938, cuando yo estaba en Bruselas, le pregunté al barón Horta cómo había llegado a construir un edificio tan revolucionario como la casa de la Rue de Turin.


Cuando él era joven -me explicó-, un arquitecto, al início su actividad, tenía tres caminos abiertos ante sí: podía establecerse como especialista en la moda renacentista, en la clásica o en la gótica. Horta encontraba ilógicas esas restricciones:  Me preguntaba por qué los arquitectos no podían ser independientes y atrevidos como los pintores. Al hacerlo, señalaba una fotografía desvaída que estaba encima de su mesa. Éste es mi maestro, Alphonse Balat, un clasicista y un revolucionario; el mejor arquitecto belga del siglo XIX. Sus enseñanzas fueron el alimento de mi juventud.


Y Horta siguió explicando la auténtica individualidad de la obra de Balat. Su museo de Bruselas era una obra maestra enteramente independiente a pesar de su fachada clásica. Fue este edificio lo que decidió a Horta a seguir sus propias inclinaciones.


Su espléndida planta -completamente orgánica y libre de fórmulas convencionales- era toda ella creación de Balat. ¿Por qué tuvo entonces que copiar lo clásico en la fachada? ¿Por qué no hacer también un alzado moderno y ser tan independiente y tan individual como los pintores?.


 

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