Págs.205-261.“La vanguardia figurativa”
El impresionismo
Como señala L. Venturi, el impresionismo fue un momento del gusto en la producción de algunos pintores, entre 1870 y 1880; aquí recordaremos sólo algún aspecto, especialmente por su interés como arte autónomo. Efectivamente, los pintores impresionistas como Monet, Manet, Sisley, Degas, Renoir -por citar sólo algunos- reaccionaron contra una pintura «histórica» y narrativa y propusieron un arte que se apoya exclusivamente en el valor de la imagen, soslayando todo carácter literario. Una imagen no caracterizada ya por colores oscuros y pátinas doradas, no elaborada en el interior de los estudios, sino recogida al aire libre, en contacto directo con la naturaleza, o por lo menos realizada como tal. Descomponiendo los colores en pinceladas pequeñas muy próximas -influidos quizá por los estudios de óptica de Chevreul- intentaron traducir los colores en luces o, por lo menos, introducir en sus paisajes y figuras el efecto del plein air. Según un crítico de la época, G. Rivière, « tratar el tema a través tonos y no a través del tema mismo, esto es lo que distingue a los impresionistas de los otros pintores». Y esto pone el acento en la «técnica», entendida como búsqueda expresiva, en el destierro casi total de los contenidos para afirmar que un cuadro vale exclusivamente por sus aspecto formales marcando una revolución respecto gusto precedente sobre todo, preparando el camino, en nombre de la autonomía del arte, a una relación renovada entre la naturaleza y el arte, entre el artista y el objeto de su representación, que constituye la clave para entender el arte moderno o al menos la «evolución» de sus principales corrientes.
La representación de la naturaleza, interpretada ya por los impresionistas en términos de imagen luminosa, sufrirá con las otras tendencias una transformación progresiva, hasta que cese del todo con el arte abstracto; la obra de los pintores resultará muy parecida a la de los arquitectos cuando quede liberada de toda influencia de la naturaleza para concentrarse en los valores cromáticos y compositivos, en la «lógica» interna del cuadro. Seguiremos con esta evolución ideal en nuestro discurso sobre la vanguardia figurativa.
En el ámbito del gusto impresionista se mueve Paul Cézanne, cuya obra pictórica ha considerado Persico como el equivalente de la obra arquitectónica de Wright. Cézanne afronta los mismos problemas lingüísticos que los impresionistas, pero, contrariamente a la intención de captar una impresión efímera -idea que había conducido a algunos de aquéllos a realizar una pintura superficial-, tiende a introducir en su arte el clasicismo Los colores pierden en transparencia y luminosidad, signos de la representación inmediata, pero su pintura se consolida en formas cerradas y compactas. Cézanne necesita infinidad de sesiones para terminar un retrato y sostiene, por otro lado, que todas las representaciones de la realidad pueden reducirse a las formas del cubo, del cilindro, del cono, de la esfera y de otras figuras sólidas semejantes. Esta acentuación de la geometría puede encontrarse en algunos de sus cuadros y parece cierto que es precisamente este aspecto el que anticipa el cubismo. Los objetos de las naturalezas muertas de Cézanne presentan una característica que será típica del cubismo, nuevamente como anticipación de esta tendencia. Efectivamente, mientras que una representación gráfica o pictórica posee normalmente un solo punto de vista y un único punto de fuga de la perspectiva, que condiciona toda la imagen, en muchas de las obras de Cézanne cada objeto dispone de un esquema perspectivo propio, de tal modo que la composición del conjunto resulta formada por muchas partes autónomas, cada una de las cuales parece vivir en un espacio autónomo. Tal vez debe reconocerse en este pluralismo de enfoques el origen de la espacialidad antiperspectiva que, partiendo del cubismo, llegó a influir en todo el concepto contemporáneo del espacio.
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La repetida experiencia del paisaje urbano, al cabo del tiempo, ejerce la misma función respecto a la sensibilidad que las exposiciones con respecto a la nueva pintura, función que Manet expresa tan enérgicamente ya en 1867
Exponer es la cuestión vital, la condición sine qua non para el artista, porque está claro que, tras algunas observaciones, nos familiarizamos con lo que en un primer momento nos sorprendía o, incluso nos chocaba. Poco a poco se lleva a comprender y admitir. EL propio tiempo actúa sobre los cuadros como una pátina insensible, y lima las asperezas primitivas. Exponer significa encontrar amigos y aliados para la lucha.
Para completar este rápido panorama de reacciones de la cultura del siglo XIX frente a la ciudad industrial queda por hablar de los pintores.
La pintura romántica y sobre todo, la pintura paisajística, tan frecuente en la primera mitad del siglo XIX, es un medio de evasión del desorden y fealdad de la ciudad industrial: en la aparente fidelidad a la naturaleza, se oculta una idealización de la propia naturaleza, en cuanto todavía no está contaminada por el hombre y su industria. Por esto la pintura de Corot, Constable es una especie de inverso de las descripciones de Dickens; no son neutrales frente a lo que representan, toman partido apasionadamente por el campo, los árboles, las nubes y las rocas. (Únicamente Turner, antes de los impresionistas, logra retratar de forma objetiva todos los espectáculos de la vida contemporánea, incluso los trenes).
La búsqueda de ambientes exóticos en Delacroix, o de ambiente próximos, pero insólitos, como los paisajes alpinos, está ciertamente ligada con el rechazo el ambiente urbano transformado por la industria; del mismo modo, el renovado interés por el pasado de los prerrafaelistas tiene como motivo dominante la fuga del presente que se ofrece triste y prosaico.
Animados igualmente por la pasión del contenido, pero adversarios de la evasión romántica, los realistas – Coubert, Millet,Daumier- ponen por primera vez su atención en la realidad cotidiana, en sus aspectos más comunes; el nuevo paisaje – la ciudad y el campo como sede del trabajo humano- no tiene todavía para ellos una forma definida; la representación está dominada, en primer plano, por el hombre, que incorpora e integra, por así decir, el ambiente circundante; es este uso del primer plano y la concentración de los significados expresivos en el gesto de pocos personajes lo que dan su extraordinario carácter incisivo a algunas imágenes de Daumier o de Courbet. Basta recordar un célebre ejemplo: el grabado de Daumier titulado Rue Trannonain,15 avril 1834 aparecida en la Assoiation litographique mensuelle.