Págs. 159-190.” El clasicismo moderno en Italia”
Aunque Muzio renegaba de las ideologías y las recetas, y confiaba en una reinterpretación moderna e intuitiva de unos valores artísticos que él consideraba derivados de su origen italiano, en cierto sentido el novecentismo era una suerte de programa. Gracias a las reuniones de arquitectos e intelectuales que tenían lugar en su casa de la Via di Sant'Orsola, Muzio fue congregando a su alrededor un círculo de devotos de la idea clásica italiana, un grupo que incluía a importantes proyectistas modernos como Gio Ponti, Giuseppe De Finetti o Piero Portaluppi. Los miembros de este 'círculo de Sant'Orsola' se describían a sí mismos como neoclásicos que trabajaban «en el estilo moderno», y seguramente la ilustración más clara de lo que querían decir la ofrece la Casa della Meridiana
El estilo Novecento se difundió a través de las revistas, las polémicas, el creciente prestigio de los arquitectos y una serie de brillantes acontecimientos nacionales e internacionales: Ponti construyó en 1928 el pabellón principal para la Bienal de Venecia, y en ese mismo año se convirtió en fundador y director de la influyente revista Domus; Portaluppi construyó el pabellón de Italia en la Exposición Internacional de Barcelona de 1929; Muzio creó el 'salón de los mármoles italianos' en la Villa Reale, para la IV Exposición Internacional de Artes Decorativas de 1930, celebrada en Monza, y proyectó, junto con Ponti y el pintor Mario Sironi, el pabellón de Italia en la Feria del Comercio, celebrada en Milán en 1928; además de esto, Muzio construyó en 1933 el Palazzo dell'Arte en Milán, sede, a partir de entonces, de las exposiciones de artes industriales y decorativas. Y en todas estas aportaciones se aprecia siempre un ideal de refinada delicadeza, una actualización comedida y elegante de la tradición arquitectónica italiana. Gracias a su influencia en el mundo del arte y el diseño, el novecentismo contribuyó a establecer un ideal de clasicismo atemperado que no dejó de afectar a las demás tendencias del momento.
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Págs. 565-600”El compromiso político y el conflicto con los regímenes autoritarios”
3.-Italia.
El futurismo, tras la muerte de Sant´Elia en la guerra, pierde toda la influencia en el campo arquitectónico y sólo produce las fútiles escenografías de Marchi y de Depero. En cambio, la tendencia tradicionalista da frutos consistentes: a los primeros novecentistas corresponde el grupo de los arquitectos neoclásicos milaneses: G.Muzio, P. Portaluppi, E. Lancia, G. Ponti, O. Cabiati, A. Alpago-Novellos, que se inspiran en los comienzos del XIX lombardo, la última experiencia arquitectónica francamente europea realizada en Italia, Giovanni Muzio (1893-1982), haciendo la historia del movimiento, escribe en 1931:
Fue espontáneo (tras la guerra) el alejamiento radical de las distintas corrientes que los profesionales más ancianos continuaban llevando a cabo tranquilamente. Era preciso sustituir por alguna norma al exasperado y arbitrario individualismo, donde la habilidad y la fama de un proyectista consistía en la singularidad de sus hallazgos; solamente a través de una disciplina y de una comunidad de sentimientos se formaría, al cabo de poco, una nueva arquitectura.
Muzio relaciona agudamente este deseo de regularidad con las exigencias de planificación urbanística.
Una nueva época estilística no podía surgir de un amasijo de edificios heterogéneos y discorde; era necesario preocuparse, además del edificio particular, del conjunto de todos ellos. Así surgió espontánea la idea de dirigir las búsquedas hacia, el arte de construir ciudades, estudios que, entre nosotros, fueron siempre descuidados. Los ejemplos mejores y más originales del pasado, resultaron ser, sin duda alguna, aquellos de derivación clásica y , particularmente en Milán, los de comienzos del siglo XIX… Fue necesario que estos arquitectos, llamados por antonomasia “los urbanistas”, se aficionasen otra vez a ejemplos tan ilustres, convencidos de la bondad fundamental del método. Como ya ocurría en las artes plásticas y en la literatura, , se impuso en arquitectura y también en urbanística, un retorno al clasicismo. Ello ocurrió con la convicción profunda en la veracidad de los esquemas esenciales y de los elementos universales y necesarios de la arquitectura de los períodos clásicos, probada por su continua supervivencia, en expresiones estilísticas cada vez distintas, desde Roma hasta nuestros días.
Todo esto podría interpretarse como una extraña anomalía, derivada de una sordera provinciana, mientras toda Europa se convulsionaba ansiosa por las novedades extremas… por el contrario, se trataba de un movimiento original y de muy profundas raíces. (Las tendencias extremistas se mostraron infructuosas porque), eliminada toda relación con el pasado… se abrían las puertas a todos los exorcismos y extravagancias. En Italia, el ciclo fue más rápido, y precisamente este nuevo espíritu clásico pudo nacer aquí, después de la guerra, por obra de estos arquitectos, mediante una revisión de todo el pasado…¿No habríamos quizá anunciado y precedido un movimiento, cuyo próximo nacimiento en toda Europa parece advertirse con síntomas inciertos, pero muy extendidos?
El análisis de Muzio es exacto en muchos puntos. La exigencia de una nueva regularidad, que sierva además para plantear sólidamente las relaciones con el pasado, está presente en toda la cultura europea. Pero mientras Gropius encuentra un método bastante penetrante para superar el consabido debate entre historicismo y vanguardia, los novecentistas permanecen prisioneros del antiguo dilema – pasado o futuro – y sólo tienen para proponer el retorno a ciertos modelos del pasado. De esta manera se anticipa realmente a un movimiento europeo, pero muy distinto del que se esperaba; es el neoclasicismo del Estado, que de hecho ya se anuncia en 1931 y en los años sucesivos se abre camino por todas partes, barriendo juntos, en una oleada de retórica trivialidad, al movimiento moderno y al sueño aristocrático del “novecento”.
Otras experiencias análogas se desarrollaron en varias partes de Italia. En el ambiente cerrado y conformista de la capital, mientras que la tradición de G.Koch y de L. Carimini se dispersa en la moda del “barochetto”, P. Aschieri y A.Limongelli proponen el regreso a un neoclasicismo simplificado, y Marcelo Piacentini (1881-1960) encuentra, a través de este camino, el repertorio de la escuela vienesa. Sus obras, sobre todo el cine corso, de Piacentini, serán consideradas como muy audaces por los tradicionalistas más ortodoxos y suscitan polémicas desproporcionadas, que esconden bajo una vivaz apariencia, un inmovilismo substancial.