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GIEDION S., Espacio, tiempo y arquitectura. Edit. Edit. Reverté. Barcelona, 2009.


Págs. 65-183. “Nuestra herencia arquitectónica”


La nueva concepción del espacio: la perspectiva y el urbanismo.


La ciudad en forma de estrella


 La ciudad en forma de estrella es una creación del quattrocento; fue formulada por primera vez poco después de mediados del siglo XVI por el florentino Filarete (Antonio di Pietro Averlino), a quien siguió unos veinte años después el arquitecto, escultor y pintor sienés Francesco di Giorgio Martini....


... La idea de la città ideale probablemente le llegó a Filarete de Alberti, pero la primera vez que adoptó una forma plástica fue en manos de ese artista consumado y completo que fue Francesco di Giorgio Martini (1439-1502). En el tercer libro de su tratado de arquitectura, este autor se ocupa del desarrollo de la ciudad en forma de estrella. La planta original ya se había alterado hasta configurar un polígono regular en forma de estrella con un bastión saliente en cada uno de sus vértices exteriores. Al ser sienés, Francesco di Giorgio había conocido desde niño una ciudad construida en una colina escarpada, y para esa clase de emplazamientos sugería una segunda planta que semejaba un casquete esférico, con calles helicoidales que subían girando hasta la cumbre. En un tercer tipo de planta, muy importante –un tipo adoptado por la mayoría de sus sucesores y que influyó en el plan de John Evelyn para la reconstrucción de Londres tras el gran incendio de 1666–, comprimió un trazado de calles rigurosamente rectangular, en el que se abría una serie de grandes plazas públicas, dentro de otro patrón poligonal. Francesco di Giorgio se esforzó mucho en hacer que los planes de la città ideale fuesen adecuados para situaciones muy variadas. Además, era muy rotundo en su opinión de que los urbanistas sólo tenían que establecer las líneas principales de la planta, y dejar que la propia vida hiciese los ajustes donde fuesen necesarios...


... Francesco di Giorgio fue sin duda un hombre de esta clase. En el tratado en el que trabajó durante toda una generación, además de abordar el extenso ámbito de su propia experiencia, hace referencia también a los filósofos griegos. No se trata de citas superficiales, pues Francesco di Giorgio seguía conscientemente el método aristotélico de avanzar de lo general a lo particular.


Francesco di Giorgio fue un célebre ingeniero de fortalezas; sólo para el duque de Urbino construyó cerca de setenta plazas fuertes. Su versatilidad como arquitecto es bien conocida. Terminó su vida profesional como maestro constructor de la catedral de Siena. La amplitud de su experiencia se refleja en algunos de los esquemas de edificios incluidos en su tratado, que van muy por delante de su tiempo. Estos diseños suponen un reconfortante contraste tanto con los sesenta y tantos proyectos anodinos que Vasari el Joven plasmó en plantas estériles para ciudades ideales un siglo más tarde, como con los realizados más o menos en la misma época por Bartolomeo Ammannati, por lo demás un arquitecto bastante interesante.


Que para el pintor Francesco di Giorgio resultaba natural fundir la imaginación y la realidad es algo que se aprecia en varias de sus pinturas que representan plazas y calles ideales. Estas imágenes no sólo expresan la sutileza de este pintor sienés, sino que también contienen nuevas concepciones arquitectónicas. Existe un cuadro alargado de una piazza ideale, actualmente en la colección Walters de Baltimore, en el que hay un tratamiento muy interesante de una serie de niveles distintos; la colocación espacial, sorprendentemente moderna, de los elementos plásticos revela la experiencia de un consumado escultor. Por cierto, que es a Francesco di Giorgio a quien debemos los ángeles de bronce, delicadamente modelados, del altar mayor de la catedral de Siena, que están entre las esculturas más notables del periodo inmediatamente anterior a Miguel Ángel.


El pintor sienés de delicadas anunciaciones y vírgenes se convertía en un riguroso racionalista en cuanto tomaba su escuadra y se ponía a trazar la planta de una ciudad. Cuando se planteaba un caso especial como una ciudad con un río que la atravesaba por medio, el río quedaba encauzado en un canal recto y estaba cruzado por puentes colocados a intervalos matemáticamente regulares. En la colección del castillo de Windsor hay una planta muy esquemática de Florencia, dibujada por Leonardo, en la que éste remodela la ciudad según un trazado en damero: al igual que en los dibujos de Francesco di Giorgio, el río Arno se convierte en algo tan recto como la cuerda de un arco. Estos dos artistas estaban muy cercanos en cuanto a su edad; se conocieron en 1490 en Milán, a donde habían sido llamados para dar su consejo de expertos sobre la construcción de la cúpula de la catedral. Sabemos que Leonardo consideraba que había mucho en común entre él y Francesco di Giorgio, y lo tenía en mucha estima....


... Los 150 años que pasaron entre el Tratatto de Filarete y la Idea se Scamozzi no presenciaron cambios notables, pues la ciudad poligonal era un tipo demasiado rígido para permitirse tener una evolución progresista.


Desde el particular ángulo visual de esa época, la ciudad en forma de estrella era un concepto perfectamente lógico, pues la perspectiva del renacimiento se basa en un rango de distancia estrictamente limitado y exige un punto de apoyo mensurable para el ojo. En la piazza ideale de Francesco di Giorgio, el arco de una de las puertas de la ciudad está colocado muy lejos, al fondo, como una especie de objetivo final de la vista. Nadie dio a esta clase de diseño una expresión más noble ni una escala más grandiosa que Miguel Ángel, en una obra de sus últimos años: la Porta Pia en Roma.


Por su parte, la perspectiva barroca se basaba en un campo de visión ilimitado. De ahí que las ciudades típicas del periodo barroco tardío -como Versalles (segunda mitad del siglo XVII) y Karlsruhe (unos cien años después)- no tengan nada que ver con la planta en forma de estrella. En estos casos, el palacio del soberano se levanta audazmente entre la ciudad y el campo, dominando así -al menos en sentido óptico- el espacio ilimitado....


... El Renacimiento no trató la calle como una unidad ni siquiera allí donde habría sido muy fácil hacerlo así. Desde el punto de vista escénico, la calle renacentista constaba de una serie de edificios individuales colocados al azar en solares separados; y esto se mantuvo así desde finales del quattrocento hasta el siglo XVI. Las espléndidas pinturas de calles y plazas realizadas por Francesco di Giorgio no muestran dos casas iguales. Ni siquiera son continuos los pórticos de los edificios -que claramente requieren un tratamiento uniforme-, sino que cada casa tiene su arcada separada. Como puede verse en la escenografía realizada por Sebastiano Serlio hacia 1500 -reproducida con mucha frecuencia y que no está diseñada únicamente para producir un efecto perspectivo-, incluso mucho más tarde la calle seguía siendo una suma de edificios heterogéneos.

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