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Retrato de Newton pintado por Godfrey Kneller en 1689

NEWTON, Isaac

  • Físico, filósofo, teólogo, matemático, inventor
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  • 1643 - Woolsthorpe (Inglaterra). Reino Unido
  • 1727 - Kensington (Inglaterra). Reino Unido

MONTANER J.M., La modernidad superada. Arquitectura, arte y pensamiento del siglo XX .G.Gili. Barcelona, 2002 


págs.59-88. “ El racionalismo como método de proyectación: progreso y crisis” 


La revolución epistemológica, que aportó una paulatina construcción de un método científico y la apertura del máximo horizonte del racionalismo había arrancado con Leonardo da Vinci, Copérnico, Giordano Bruno y Johannes Kepler, había tenido sus aportaciones trascendentales en Galileo Galilei y Francis Bacon, y culminado con la interpretación y síntesis de Isaac Newton a finales de este siglo XVII. Esta afirmación del poder del pensamiento y la razón, y esta exigencia de la necesaria referencia a la sistematicidad de la ciencia alcanzarían su máxima expresión en el sistema filosófico de George W. Friedrich Hegel a principios del siglo XIX.


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 GIEDION S., Espacio, tiempo y arquitectura. Edit. Edit. Reverté. Barcelona, 2009.


Págs. 39-63.“La historia como parte de la vida” 


La arquitectura como organismo


Aunque la arquitectura es inseparable de la vida en su conjunto, sigue siendo posible escribir una historia de la arquitectura en la que ésta se considere como un organismo independiente. El caso no es diferente al de las matemáticas o la física. La evolución del saber matemático se examina normalmente sin referencia al trasfondo social en el que tenía lugar; y esto es así pese que hay unas matemáticas barrocas, así como una física barroca. El cálculo integral es un producto perfectamente congruente del punto de vista universalista del Barroco. No es casual que en ese periodo histórico dos investigadores diesen con ello simultáneamente, pese a que los esfuerzos anteriores más prometedores invariablemente se quedaron muy cerca de la solución. Y los dos descubridores desarrollaron esquemas inconfundiblemente barrocos en otros campos: Isaac Newton, en sus leyes universales de la gravitación; y Gottfried Wilhelm Leibniz, en las relaciones internas de las mónadas con todo el universo. Pero a nadie se le ocurriría recalcar el origen barroco del cálculo integral. Es, con independencia, una parte de todo el corpus del saber matemático, y su aspecto más significativo es el papel que desempeñó en la evolución de las matemáticas.


Pág.826. En conclusión


Pág.828. Política y arquitectura.


También hemos de considerar las relaciones entre el desarrollo social y la arquitectura. A menudo estas relaciones se han simplificado demasiado. El espacio histórico tiene muchas dimensiones; es polifacético; no presenta al observador un único punto de referencia desde el que interpretar sus fenómenos. Al igual que en la física moderna, no puede establecerse una causalidad exacta ni una determinación exacta. Causas idénticas no conducen inevitablemente a efectos idénticos.


Cuando atacaban el sistema de Newton, los físicos modernos llamaban 'semicausalidad' a esa incertidumbre entre la causa y el efecto. Esa semicausalidad es tan cierta para los ámbitos históricos como para los subatómicos. Ninguna regla definida, ninguna causalidad simple, determina la dependencia recíproca entre los acontecimientos políticos y las actividades humanas que exploran el pensamiento y la sensibilidad. Lo irracional interfiere.


No es posible ningún punto de vista preestablecido. Obras ricas en hechos constitutivos y obras de la más perniciosa influencia han aparecido dentro del mismo sistema económico. Hemos visto que durante el siglo XVIII y comienzos del XIX los especuladores fueron los responsables de unos conjuntos residenciales que alcanzaron el nivel máximo de valores humanos y urbanos. Sin embargo, a finales del siglo XIX los especuladores destruyeron la estructura misma de nuestras ciudades, sepultándolas en barrios de viviendas inmundas que degradaban la dignidad humana.


En el mismo sistema político, en el mismo momento y en el mismo país, es posible crear tanto obras llenas de energía para vigorizar el futuro, como obras cargadas de confusión y decadencia. Por ejemplo, en los años 1880 y 1890, los especuladores levantaron grandiosos edificios de oficinas y grandes almacenes en Chicago; pero la calidad de los edificios de oficinas levantados en Nueva York en la misma época, y en las mismas condiciones económicas, hizo de esa ciudad «un lugar apestado de la arquitectura norteamericana».


Sabemos que en algunos periodos ha existido la unidad en la cultura, cuando la imaginación y el mundo exterior fluían una en otro. En esos periodos, el espíritu no estaba condenado a caminar solo, y la realidad no significaba sólo la lucha por la existencia. Ésos fueron los momentos felices de la humanidad, pero han sido escasos y de una trágica brevedad. Se produjeron en Atenas, en el mandato de Pericles, y en Roma, durante el brillante reinado de Augusto. Pero, por ejemplo, se cuestiona entre los historiadores si Augusto se formó gracias a los grandes espíritus que lo rodeaban (que ahora representan la gloria de la literatura romana) o si el poder creativo de esos espíritus fue estimulado por la influencia personal del emperador.


 


 

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