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CAMPBELL James W.P., La biblioteca. Un patrimonio mundial. Edit. Nerea. San Sebastián, 2013.


pág.241-242. "Richardson fue autor de varios proyectos de pequeñas bibliotecas públicas estadounidenses. De estas, la más conseguida es la que lleva el nombre de Thomas Crane. El edificio terminó de construirse en 1882, aunque en 1908 William Martin Aiken ejecutó su ampliación que mostró su gran sensibilidad para con el edifcio original. Lo primero que llama la atención del visitante actual es el tamaño de este último. La mayoría de las bibliotecas construidas durante este período eran pequeñas, pero esta sobresale en cuanto a dimensines reducidas, pues consta de una unica sala. Los lectores entraban por un arco donde un banco permitía esperar la hora de apertura a resguardo del mal tiempo. En el interior, el usuario se encontraba de inmediato con el mortrados del bibliotecario. A mano izquierda se exponían de forma destacada los volúmenes distribuidos en compartimentos que imitaban los habitáculos de las bibliotecas colegiales de Oxford y Cambridge durante el siglo XVII. A mano derecha había una chimenea de gran tamaño en torno a la cual los lectores podían sentarse a leer los periódicos. Estos podían ojearse libremente, no así los libros.


La biblioteca publica Thomas Crane era de préstamo: sus volúmenes los retiraba el bibliotecario para dejarselos al lector, quin los leería en su domicilio. Inicialmente las bibliotecas públicas prohibían a los lectores el acceso directo a las estanterías, de modo que el bibliotecario actuaba como filtro esencial entre el lector y los libros, garantizando que éstos se conservaban ordenados y que no se facilitaban lecturas impropias a según que lectores. No es necesario decir que esta falta de acceso directo influyó en la forma de la biblioteca de préstamo. Las más grandes tenían sala de lectura para consultar la prensa en las que los periódicos se encontraban encadenados a atriles de pie elevado, y también mostradores de préstamo salas específicas para los libros de consulta en las que diccionarios y otras obras poco sensibles podían sacarse de los estantes. Sin embargo, la mayoría de los fondos los retiraba el presonal bibliotecario. La capacidad de orientar al usuario y facilitarle el libro adecuado, se considera un buen indicador de bibiotecario competente.  En esto los centros públicos de consulta y préstamo diferían de otras tipologías como las bibliotecas de socios o las bibliotecas de clubes, donde hay que pagar una cuota de inscripción y en las cuales los lectores gozan de acceso directo a los estantes. Seguramente se suponía que la cuota excluía a los indeseables y a los propensos a sustraer libros. Hubo de esperar hasta la última década del siglo XIX para que las bibliotecas británicas y americanas empezaran a permitir al público hojear los volúmenes. Esto conllevó la retirada de todos los elementos  de mobiliario pensados para separar al público de los fondos, así para la reorganización de estos últimos de modo que los lectores pudieran encontrar el material deseado."


 

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