pág.227-230.El hierro y la Biblioteca de Santa Genoveva. "Aunque la École des Beaux Arts y la convocatoria de concursos fuera quizás responsable de una determinada manera de concebir los proyectos, sería injusto suponer que éste método implicó una uniformidad en las tendencias arquitectónicas. A lo largo del siglo XIX, los profesionales no dejaron de debatir sobre el desarrollo de un estilo apropiado y digno que expresara los principios de la época. En Inglaterra, la publicación en 1836 de la monografía Contrasts, escrita por el arquitecto A.W.N.Pugin (1812-52) reavivó el interés por el diseño gótico, un interés que nunca había desaparecido de la arquitectura inglesa. En Berlín, Karl Friedrich Schinkel (1781-1841) se distanció del clasicismo de sus primeras obras para alcanzar un estilo próximo al románico, donde el ladrillo era protagonista. En la propia École, la rebelión, liderada por el arquitecto Henri Labrouste (1801-1875), adoptó la forma del estio Neo-Grec. A pesar de su nombre, el neogriefo no preconizaba un regreso a la arquitectura de Grecia, sino más bien la creación de una nueva y expresiva architecture parlante: una arquitectura que hablara o proclamara su función o propósito. Es precisamente a la luz del movimiento Neo griego como debemos valorar la aportación arquitectónica de una de las bibliotecas decimonónicas que más ha dado que hablar: la de Santa Genoveva, obra del porpio Labrouste.
Hacia 1800 la antigua biblioteca de Sta. Genoveva había desbordado su recinto original, por lo que hubo de trasladarse a la planta superior del liceo Enrique IV, tras el Panteón. El solar que se le asignó a Labrouste, al norte del Panteón, media 86 m de largo aunque su anchura era únicamente de 29 m. Posteriormente el arquitecto declararía que aquellas dimensiones le habían hecho descartar por imposible la idea de una explanada ajardinada que separara la fachada de la biblioteca de la plaza. En su lugar, se vio obligado a diseñar un único volumen que ocupara el emplazamiento por completo. Sin embargo, la idea de contar con un jardín no se perdió del todo, pues se convirtió en el tema del vestíbulo de entrada, decorado por unos murales, en los que los árboles y arbustos parecen asomarse por encima del muro que rodea un jardín.
El empleo del hierro por parte de Labrouste en la construcción de la biblioteca, no fue una reacción racionalista fente a las tradicionales estructuras de mamposteria. En los años cuarenta del siglo XIX el hierro se usaba con mucha más frecuencia de lo que se suele pensar. Aquella era la época del ferrocarril, y por toda Europa se construían estaciones de tren con cubiertas de hierro. Pero también era la época del alumbrado de gas. La Biblioteca de Santa Genoveva no se construyó con hierro por capricho de Labrouste, sino porque había que alumbrarla con luz de gas, de modo que desde el principio, el pliego de condiciones estipuló el empleo del hierro como medida de proteción frente a los incendios. La elección del material, por tanto, no fue ni una idea del autor, ni tampoco una novedad absoluta en una construcción de este tipo. Tampoco era la primera biblioteca que se iluminaba gracias al gas, ni la primera en usar grandes estanterías modulares (ya se venian empleando por lo menos desde mediados del siglo XVIII), aunque todo ellos se haya afirmado en alguno u otro momento con respecto al edificio de Labrouste. La originalidad del edificio reside en la forma en como su arquitecto combinó aquellos elementos ya existentes, y en como los expresó, en lugar de ocultarlos, por medio de formas tradicionales.
Toda la planta baja de la biblioteca se dedicó al depósito, para lo que se instalaron numerosas filas de estanterías de gran altura a las que se accedia con escaleras de mano, y que fueron sustituidas hace mucho tiempo por otras modulares de acero. Del depósito arrancaban una escaleras que conducían a la sala de lectura en la planta superior. El uso del alumbrado de gas permitió a Labrouste reducir el tamaño de las ventanas de la planta baja. La iluminación del vestíbulo de acceso resulta especialmente tenue y ello realza la sensación de estar caminando a la hora del crepúsculo en un jardín alumbrado por farolas. Los pilares cuadrados se asemejan a unas gárgolas que soportan las vigas de hierro del techo.El vestíbulo conduce a una escalera -la iluminación es más intensa gracias a las ventanas superiores- que marca el camino al visitante. En lo alto de la escalera, un mural reproduce La Escuela de Atenas de Rafael. A partir de este punto se accede a la sala de lectura, un unico espacio rectangular que ocupa la totalidad del primer nivel. En contraste con la planta baja, esa queda generosamente iluminada por unos enormes ventanales abiertos en todos los lados del recinto.
La sala de lectura principal tiene, una configuración más tradicional. Sin duda, sus galerías se inspiran directamente en el proyecto de la Biblioteca Nacional que firmara Boullé. Los lectores se encuentran separados de las estanterías por una verja de hierro, y la hilera de estantes inferior apenas supera la altura de la cabeza, por lo que resulta fácil alcanzar los libros. Vista en sección, la biblioteca, aparece retranqueada, como en el proyecto de Boullé, de forma que la galería queda encima de un pasillo y de la hilera inferior de estanterías. El pasillo es una innovación de Labrouste. Débilmente iluminado, por unas ventanas diminutas, aporta un espacio adicional para el depósito de libros. La cubierta de la sala de lectura consta de dos filas de arcos de hierro fundido que arranca desde una línea central de esbeltas columnas del mismo material. El espacio no habría requerido en realidad el apoyo de las columnas centrales que se introdujeron por motivos puramente estéticos. Las obras empezaron en 1843 por el cuerpo principal de la biblioteca, aunque los bocetos suguieren que Labrouste aplazó la delineación detallada de la obra de hierro hasta 1845, cuando la mampostería estaba bastante avanzada. El arquitecto, creó así un nuevo lenguaje decorativo que se ajustaba al material urilizado.
De todas las caracteristicas de la biblioteca de Santa Genoveva, la fachada es la que ha generado más comentarios. Una vez más, parece que Labrouste no se ocupó de la decoración hasta una fase tardía del proceso, cuando las obras ya estaban relativamente avanzadas. Los paneles de piedra bajo las venanas llevan inscritos los nombres de 810 autores famosos en orden cronológico. El primer nombre, en el panel de la esquina noroccidental, es el de Moisés, mientras que el último, en el nororiental, es el del químico J.J. Berzelius, lo que representa la historia del conocimiento desde la teología hasta la ciencia moderna.
La Biblioteca de Santa Genoveva ejerció una influencia enorme: su fachade se imitó con profusión, entre otros, y de forma muy destacada por parte del estudio de arquitectura de Mckin, Mead & White en el proyecto de la Biblioteca Pública de Boston erigida entre 1887 y 1895, aunque la configuración interna de este edificio es muy distinta a la de la biblioteca parisina. En Francia, esta obra consagró a Labrouste y contribuyó a su nombramiento como arquitecto de la Biblioteca Nacional en 1854. Tras supervisar varias labores de reformas de este último edificio Labrouste se dedicaría a nuevos proyectos. El primero en la Biblioteca Nacional, fue el nuevo depósito (o magasin) realizado a base de estanterías de hierro y terminado en 1867. Le siguó el diseño de una nueva sala de lectura, la salle des imprimés, en 1869. Ambas obras están realizadas en hierro. Las estanterías del depósito distribuidas en cuatro pisos, son autoportantes. Cada piso tiene únicamente dos metros de altura, con lo que los bibliotecarios pueden retirar los volúmenes, sin ayuda de escaleras de mano. Los suelos construidos de emparrillado de hierro, permitieron que la luz procedente de las claraboyas del techo se filtre a través de ellos. El depósito resulta visible desde la sala de lectura, a través de una enorme ventana de cristal situada detrás de la mesa de los bibliotecarios, que es donde los lectores solicitan los libros que necesitan."
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