pág. 1187.Hacia una arquitectura del siglo XX.
pág1194. Europa entre la tradición y la rebelión.
A estos tres hombres -Wagner, Berlage y Loos- junto con Auguste Perret (1874-1940) en Francia y Peter Behrens (1868-1940) en Alemania, se les había asignado el lugar más prominente en la formulación de un nuevo idioma del siglo XX. El suyo era en realidad un segundo esfuerzo después del Art Nouveau, de fecha anterior; un movimiento que afectó a los arquitectos jóvenes de toda Europa y que adquirió diversas formas nacionales. Era conocido como Stile Liberty o Stile Floreale en Italia, Modernismo en España, y tenía conexiones con las agitaciones contra lo establecido del otro lado de los Alpes llamadas Jugendstil y Sezession. Pero seguía siendo principalmente una convención decorativa, algo de superficie, sin el impulso necesario para redirigir la arquitectura.
Casi todo el mundo está de acuerdo en que el Art Nouveau comenzó en Bruselas en los primeros años de la década de 1890 con Víctor Horta (1861-1947), y en que aspiraba a ese objetivo obsesivo de la modernidad: libertad respecto al pasado. Su sello era una línea florida y sinuosa que sugería un crecimiento orgánico, el retoñar de las plantas. Los elementos de metal, tratándose de algo delgado y flexible, servían bien al estilo, y ahora se introdujo por primera vez el empleo sincero de hierro en la arquitectura doméstica (si exceptuamos el exótico precedente del Pabellón de Brighton realiza-do por Nash). En el salón del Hôtel Van Eetvelde, de Horta, de 1895, en Bruselas, podemos observar cómo estos filamentos flexibles del Art Nouveau se arremolinan como zarcillos, entretejiendo muros, techo y soportes de una forma que recuerda al barroco tardío de Baviera. En ambos casos, lo estructural y lo decorativo viven inseparablemente. La otra referencia sería el gótico tardío: el impulso del esqueleto, la transparencia, la vibración del ornamento. Al mismo tiempo, en sus pocas salidas del éxito al mundo de la arquitectura pública -la Maison du Peuple de Horta en Bruselas, y grandes almacenes allí y en Paris -el Art Nouveau estaba igualando la audacia de aquellas construcciones de metal de las Ferias, como la Torre Eiffel y la Galería de Máquinas de la Feria de Paris de 1889, a las que dio la espalda el equipo de Burnham en Chicago. Pero generalmente este estilo tuvo que aceptar la mampostería y conjugar su macicez con la gracia tensa del hierro, o bien recortar ritmos oscilantes y trallas en la piedra. Todo ello, que implicaba de hecho un círculo infinito de invención individualista, un diseño al gusto del cliente, no hacia recomendable el Art Nouveau al ala funcionalista de la arquitectura moderna.