Págs.60-65.“Art Deco y Art Moderne”
"El país en que el Art Déco y su arquitectura florecieron de forma especial fue en los Estados Unidos. Alimentados por las ideas modernistas de Frank Lloyd Wright, y deseosos de utilizar estilos de arquitectura desprovistos de asociaciones históricas y culturales claras, los Estados Unidos se adhirieron al Art Déco con entusiasmo. Estructuras a gran escala adoptaron dicho estilo, como los rascacielos de Nueva York y los apartamentos de Miami Beach, pero también edificios de dimensiones más modestas como pequeños restaurantes. A menudo revestidos de una cobertura de acero inoxidable, los pequeños restaurantes americanos llevaban consigo el impacto aerodinámico (adulación de la máquina y la tecnología automovilística, así como el diseño – donde se refleja claramente la pasión por todo lo referente a lo aerodinámico-), elemento por otra parte importante y consustancial del estilo Art Déco.
Rascacielos como el Chysler Building de William van Alen (1928-30) eran el punto culminante de los logros del Art Déco. Testamentos altísimos de aceptabilidad compartida, dichos rascacielos dominaban la arquitectura de Manhattan durante el final de la década de los años veinte y treinta. Entre ellos había que citar Chanin Building (Sloan & Robertson, 1929), el Empire State Building (Steve Lamb& Harmon, 1930-31), el McGrawHill Building New York (Raymond Hood, 1930-31) y el Rockefeller Center, New York (Raimond Hood y otros, 1931-39)
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El otro gran monumento del estilo Art Déco en Manhattan es el edificio Empire State (1929-1931), una mole que carece del refinamiento y la suntuosidad supremas del Chrysler, pero que aporta a cambio la ilustración más espectacular del principio formulado por Ferriss sobre el rascacielos moderno como puro volumen. De hecho, el Empire State es el único edificio capaz de ilustrar en la práctica el tipo de escala gigantesca en la que Ferris estaba pensando cuando imaginaba su “metrópolis del mañana”. El Empire sucedió rápidamente al Chrysler como edificio más alto del mundo y mantuvo su título hasta la construcción de las torres gemelas del Worl Trade Center en 1971. Por tanto, durante más de cuatro décadas fue el gigante indisputado del globo.
Para el edificio Empire State, el estudio Shvere, Lamb & Harmon, concibió un diseño austero y rotundo con el fin de poder tenerlo terminado en el plazo de dieciocho meses que había sido estupulado; William F. Lamb se encargó de coordinar todo el diseño estructural y de fachada, y organizó un taller a pie de obra, taylorizado donde las piezas normalizadas se producían en serie y se montaban de manera sistemática. El prestigioso fotógrafo Lewis Hinefue contratado para documentar el proceso de construcción y presentar una imagen épica del esfuerzo colectivo que implicó la creación del edificio. Con sus 102 pisos y 381 metros (61 metros más que el Chrysler), el Empire State simboliza al mismo tiempo los sueños urbanos de la época de Ferriss y su apoteosis y final truncados. Su construcción se llevó a término con apoyos estatales en plena resaca de la gran crisis financiera de 1929; y su fracaso económico – puesto que se quedó casi vacío- hizo que fuera apodado el edificio “Empty State”; junto con el Rockefeller Center, supone la última afirmación monumental de las aspiraciones sublimes del “manhattanismo”.
La silueta y el volumen del Empire State llevan más lejos las visiones de Ferriss que los anteriores rascacielos Art Déco en al menos dos aspectos importantes. Primero, en el insólito énfasis vertical ininterrumpido logrado gracias al revestimiento liso, los recercados continuos, las ventanas situadas casi enrasadas con la fachada y una casi total ausencia de ornamento exterior (si se dejan aparte las sutiles molduras en haz que refuerzan la verticalidad); y segundo, mediante la disposición solemne y ordenada de los escalonamientos desde la base horizontal a modo de plataforma hasta los últimos retranqueos de la torre. La base del edificio quedó reducida a cinco alturas, aunque la ley de zonificación permitía una elevación de al menos el doble; de ese modo se acentuaba la esbeltez de la torre, que parece elevarse como un cohete casi desde el mismo suelo. Además, al aprovechar la forma característica de las manzanas neoyorquinas, el edificio presenta dos alzados muy diferentes; uno de ellos (el que da a la Quinta Avenida) es sorprendentemente estrecho y regular; el otro (más ancho, visible desde el Downtown y Midttown conforme se recorre la Quinta Avenida) muestra la delicada organización ascendente del juego de retranqueos. En el alzado ancho, un rehundido central se prolonga más allá de los bloques laterales, y termina en una triada de pequeños motivos decorativos de corte expresionista. Frente el decorativismo explosivo del Chrysler, el Empire State parece adoptar un enfoque más cercano al de las vanguardias artísticas, con su sutil combinación e intersección de planos y volúmenes nítidos y prácticamente lisos (al menos vistos en la distancia), con la única diferencia del claro orden jerárquico que preside la disposición de masas y la búsqueda gradual de un climax que se resuelve en las alturas.
Cuando Ferriss publicó su dibujo del Empire State en construcción en The metrópolis of tomorrow, el edificio aún estaba en fase de proyecto. En el texto de acompañamiento, Ferriss parece disculpare (¿en nombre de la modernidad?) por el hecho de que la construcción del edificio implicase la demolición del antiguo Waldorf-Astoria, que sin duda era preferido por muchos y que representaba “ el encanto familiar de los viejos tiempos y no sugería ningún pensamiento desafiante o inquietante”; pero luego concluye que “la mayoría experimentará una fuerte emoción en presencia de los vastos escalones y los planos libremente ascendentes de la construcción que se está elevando. En su directa simplicidad estructural, su escala y su poder, decididamente anuncia la llegada de un nuevo orden”.
Junto al vestíbulo, el remate alado y expresionista del edificio es la pieza más ornamental. Aunque no estaba incluido en el proyecto original, inicialmente más sobrio, sirvió para materializar una última idea romántica de los tiempos de The metrópolis of tomorrow cuando se decidió que debía funcionar como puerto de atraque de dirigibles; la menera apropiadamente futurista, la llegada a la ciudad se realizaría directamente desde el aire, desembarcando en la parte superior del más alto de sus edificios. Tras un par de peligrosas pruebas con dirigibles pequeños a lo lardo de 1931, se decidió que el atraque era inviable. La imagen simbólica más popular de este remate se halla en la secuencia final de la película King Kong, filmada pocos años después de terminado el edificio.
Por otra parte el vestíbulo del Espire State se configura como un bucle de recorrido cuadrangular completo que posee accesos de todas las caras de la plataforma y lleva a una zona principal (con acceso ceremonial desde la Quinta Avenida); allí se concentra la decoración en torno a un gran panel metálico con una gran representación del edificio, que irradia su imponente presencia sobre todo el estado de Nueva York (el empire state) y más allá. Alrededor del recorrido hay accesos secundarios a escaleras, ascensores y tiendas, además de pasadizos elevados de aluminio que salvan el espacio de los pasillos por encima de las cabezas de los visitantes. Esta es la única parte del edificio donde existen materiales nobles, medallones alegóricos estilizados que santifican los emblemas del progreso tecnológico y constructivo (ascensores, electricidad, hormigón, acero etc) y composiciones cósmicas abstractas en los techos, realzadas por una estudiada iluminación indirecta. La plataforma baja del edificio se presenta así como la antesala pública y “circular” de un auténtico templo moderno.
Los recursos y aportaciones de los edificios Chrysler y Empire State fueron anticipados y desarrollados por una sorprendente cantidad de edificios imaginativos construidos en la misma época. Entre ellos destacan algunos ejemplos: el American Radiaton(1924) obra de Raymond Hood, considerado el primer rascacielos Art Déco y cuya cúspide negra y dorada, iluminada por las noches simboliza una gran hoguera; el nº1 de la Quinta Avenida 1927 de Harvey Wiley Cobett, de formas sincopadas y espirales; la torre Panhellenicde John Mead Howells (1927-28), indudablemente inspirada en la verticalidad orgánica de los edificios de Hood (asociado a Howells por entonces): el nuevo Walforf-Astoria, la gran obra neoyorquina del estudio de Schulze&Weaver (proyecto de Lloyd Morgan, 1929); las obras muy personales de Ely-Jacques Kahn y Ralph Walker (quienes junto con Hood, eran considerados “los tres napoleones de la arquitectura), así como Irwin S. Chanin o Emery Roth (sobre todo los rascacielos residenciales y torreados creados por ambos para el lado oeste de Central Park), y algunas piezas especialmente brillantes como el edificio RCA Victor(1931, hoy General Electric) de Cross&Cross, con su cúspide rizada de rayos y sus cambiantes fachadas de ladrillo delicadamente troqueladas.
En conjunto, estos edificios optimistas, poderosos y originales, proporcionaron a Nueva York una imagen distintiva, cuyo poder simbólico y formal aún resuena con fuerza. Si Chicago tuvo su momento dorado en la época de Louis Sullivan y Daniel Burnham, y Los Ángeles destilaría más tarde su alma en las case study houses, la era que define el “manhattanismo”se expresó en el zigzag de las torres escalonadas envueltas en motivos déco; zigurants dinámicos y radiantes, grandes órganos de tubos enhiestos que descargan su energía del cielo.
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págs.1211-1262. “Arquitectura y Estado. Los años de entreguerras”
pág. 1236. La otra cara.
La América de la época del Jazz
El Empire State Building, de ochenta y cinco pisos de altura y coronado por un mástil de amarre para dirigibles, estaba recién terminado en la Quinta Avenida. Con una altura total de 378 metros, era el edificio más alto del mundo. Varias manzanas al norte, estaba tomando forma otro prodigio, un grupo de rascacielos llamado Rockefeller Center; y todo ello enfrentándose contra la Gran Depresión que había encallado a la construcción privada hasta casi interrumpirla por todo el pais. Hasta la crisis de mercado de octubre de 1929, los años veinte en América habían sido testigo de uno de los mayores booms constructivos de toda la historia. Era la época de los rascacielos Art-Deco, de las elegantes casas suburbanas, de los cines de estilo azteca o chino (Fig.27.20). Era la época en la que el coche de motor producido en masa llegaba a su mayoria de edad y, con la construcción de la primera autopista que atravesaba el país en 1927, se puso en marcha seriamente la más protunda transtormación del paisaje americano.
Había ya más de 20 millones de automóviles en Estados Unidos. El día del apogeo de los ferrocarriles había pasado. El Oeste y el Suroeste pensaban casi exclusivamente en términos de transporte privado. Las carreteras de superficie dura y resistentes a la intemperie se extendían en todas direcciones al comienzo de una sensacional epopeya de ingeniería y diseño que aún no ha acabado del todo. La libertad recién ganada al no depender de los railes transfiguró también la vida urbana. Las líneas de transportes rápidos dejaron su marca en la uniformidad de las cuadrículas convencionales. Las señales de tráfico fueron aceptadas como un elemento típico del mobiliario de las calles. Mientras tanto, la aglomeración de los coches agravaba la congestión del centro de la ciudad, favoreciendo el sentimiento antiurbano que nunca está ausente de la mentalidad americana. Ahora cobraba mayor fuerza la creencia común de que los barrios residenciales de las afueras eran el sitio adecuado para criar una familia; el medio para conseguirlo estaba al alcance de la mano.
Ahora ya los barrios de las afueras no tenían que extenderse a lo largo de las líneas de ferrocarril, sino que podían brotar en cualquier parte. Y podían ser del tamaño que quisieran. Los barrios de los ferrocarriles se habían visto obligados a apiñarse alrededor de la estación de trenes. Sólo se esparcían a una distancia de ésta que pudiese recorrerse a pie, puesto que el pasajero que llegaba no tenía otra forma de ir hasta su casa. El coche puso fin a esta dependencia. Ahora podían desarrollarse especulativamente imponentes extensiones en el margen de la ciudad. Los barrios residenciales elegantes para las familias acomodadas se reunían vagamente en torno a los clubs y a los campos de polo, engullían ávidamente el espacio verde, y languidecían apáticamente...
...Mientras que las áreas residenciales se extendían apaciblemente, la vida en apartamentos estaba ganando aceptación en ciudades del tamaño de Chicago o Nueva York.
Aquí encontró el rascacielos uno de sus usos especializados. Park Avenue, en Nueva York, tenía a ambos lados palacios-rascacielos bastante homogéneos de estilo neo-renacentista y de ladrillo o caliza, desde la calle Cuarenta y Cinco, en la que la Gran Terminal Central, recién construida, enmarcaba la vista con su alta torre, hasta Central Park, e incluso mas alla(Fig.27.23).
Por el centro de la avenida corría una ancha franja verde. Era la respuesta de Nueva York al bulevar parisino, pero a pesar de su elegancia y regularidad de Beaux-Arts, los edificios estaban pobremente ventilados e iluminados. Una respuesta parcial eran los apartamentos ajardinados, bloques en forma de U o de H agraciados con un patio interior con jardín y con una posición retranqueada respecto a la línea de la propiedad para permitir algo de jardín en su frente. En ambos casos, las unidades de vivienda variaban desde los apartamentos pequeños con una «kitchenette», hasta espaciosos duplex o apartamentos de dos pisos con escaleras privadas.
Pero el rol principal del rascacielos seguía siendo el comercial. En los años veinte, el tipo se hizo nacional. Simbolizaba el éxito capitalista, y la mayoría de los ayuntamientos respetables construyeron al menos uno, incluso aunque no hubiera justificación económica para ello. El sistema estructural había sido ensayado en su mayor parte hacia 1900, pero la altura, que crecía valientemente, el coste y la logística de la construcción en marcos urbanos limitados precipitaron varias respuestas. Las instalaciones fijas del interior y algunos elementos del exterior fueron estandarizados. Los nuevos instrumentos rejuvenecieron concienzudamente los hábitos de construcción. La excavadora de vapor, los gatos hidráulicos, los martinetes, las grúas mecánicas, los martillos mecánicos, y los mezcladores de hormigón estaban ya en uso antes de la Il Guerra Mundial. Soldar el acero en lugar de remacharlo era algo cada vez más corriente. Los andamios de tubos de acero se introdujeron ya en 1920 para reemplazar a los de madera.
Los elementos estructurales de acero llegaron por tren desde Pittsburgh horas después de su fabricación y fueron empleados sin dilación para evitar su almacenamiento. Se levantaron robustas torres sobre plataformas voladizas especiales. Los ascensores transportaban a los obreros, y a los materiales ligeros, hasta donde se les necesitara, y para ahorrar tiempo la comida era preparada en el mismo lugar, en cocinas portátiles. La mano de obra era de un total de 3.500 hombres. Y el edificio se elevaba con una media de cinco pisos y medio por semana. Toda esta empresa, desde la excavación de los cimientos hasta el traslado de los inquilinos, no duró más de un año....
...Para un cliente colectivo, el rascacielos tenía dos premisas conflictivas: una intensa ocupación en un solar del centro de la ciudad rico en ingresos, y el valor propagandístico de la visibilidad sobre la línea de horizonte de la ciudad. La primera abogaba por una edificación densa que pudiera ocupar toda la tierra que estuviese a su disposición; la otra tendía a un edificio alto, con una coronación llamativa que pudiera distinguirse bien de sus vecinos. Desde 1900, la torre exenta con algún tipo de coronación enérgica había ganado popularidad como solución a la masividad del rascacielos. En ocasiones, a este tipo se le denomina «campanile» (Fig. 27.25a).