Págs. 89-91. " Construido en apenas 18 meses, este edificio fue diseñado para la celebración de los Juegos Olímpicos de la Ciudad de México en 1968. Puede ser considerado el "Testamento de Candela" en Mexico, sobre todo teniendo en cuenta que tres años después en 1971, partió a los Estados Unidos donde fijó su residencia hasta el día de su muerte. Testamento porque Candela ya no volvió a construir como prodesional independiente, dedicándose sólo a la docencia y a la consultoría privada para otros grupos de profesionales, pero sobre todo, por la calidad de la solución estructural del edificio, siempre dentro de los márgenes éticos que el maestro estableció para la definición de su arquitectura. Hacía muchos años que había determinado que las membranas de hormigón encontraban su límite económico y de lógica estructural en los 30 m de longitud; hacerlas más grandes era posible pero escapaban a la sensatez y a la lógica de la resistencia de los materiales. Por esta razón, en la estructura del Palacio no propuso hormigón armado, sino arcos de acero.
Los problemas que planteaba el edificio eran por un lado, de tiempo y economía, por otro la enorme capacidad requerida para los usuarios, lo dilatado de las dimensiones, y el deseo político de la permanencia física del inmueble. La Olimpiada "México 68" ofreció al país la gran oportunidad de mostrar al mundo la marurez arquitectónica a la que había llegado veinte años después de de la construcción de la Ciudad Universitaria de la UNAM, obra que rápidamente se convirtió en un paradigma arquitectónico de la modernidad en Latinoamérica. Algunos edificios de la ciudad se adaptaron para ser escenarios olímpicos y otros, como el palacio mismo, se construyeron ex profeso. Como la mayoría de las obras de Candela, este conjunto, por su monumentalidad y presencia plástica, pasó a ser un tema obligado en la historiografía de la modernidad. El proyecto se sometió a concurso con exigencias específicas: capacidad para 22.000 espectadores sentados, una cancha central de 80 m de diámetro y una altura mínima de 40 m. Se presentaron varios proyectos a concurso, pero el de Candela y sus asociados fue el único que, por la lógica estructural y la economía de los materiales, garantizaba la construcción en los 18 meses de plazo. Años después recordaría: "Me fuí una noche a casa y dibujé la estructura como se hizo, sin más". Todo el proyecto arquitectónico se tuvo que resolver en 15 días.
La solución consistió en alojar el espacio dentro de un casquete esférico rebajado, formado por dos ejes con distintos radios. Los arcos de celosía miden 5 m de altura y los entrecruzamientos se producen cada 14 m, dejando - en palabras de Candela- "... paneles que no son rectangulares. En el centro tenemos algunos rectos, en las esquinas los ángolos son de 120 geados, todos los paneles son distintos y están cubiertos con paraboloides hipergóllicos". Se trataba de un uso poco común del hypar orientado por la lógica geométrica ante el problema de la diversidad. Además, y de acuerdo con el pensamiento de Candela, fue la solución que integró la estética con la estructura, ya que el lomo del casquete formado por hypars recubiertos con lámina de cobre es el elemento estético predominante en el exterior del edificios; una gran coraza "quelónida" afianzada con columnas de hormigón al frágil subsuelo de la Ciudad de México. Para Candela el tema no era difícil de explicar: "Volvemos a mi vieja afirmación de que el diseño estructural tiene mucho más de arte que de ciencia":
Las dimensiones finales del edificio dieron como resultado un conjunto superlativo para su época, incluso comparándolo con casos análogos en otros países. Los arcos tuvieron que salvar claros de 190 metros en un sentido y 132 m en el otro, y la solución estuctural de la cubierta constituye una de las características que le ha dado singularidad al edificio. Si bien es cierto que en muchas de las membranas de Candela se había puesto de manifiesto la levedad virtual del edificio, en el Palacio de los Deportes domina la sensación contraría; el edificio parece estar sujeto a tierra con una fuerza extraordinaria, una impresión provocada no solo por los contrafuertes de hormigón, sino también por el rigor formal del muro de barro sobre el que descansa el perímetro de la semiesfera. La geometria del hypar se prestó para irlo adecuando a las variaciones metricas de cada espacio,; pero hasta este momento no sólo era inédito el uso de hypars a modo de pelmentería, sino también la forma como se construyeron; un tejido tetraédrico con barras de aluminio forman el techo del hypar, y después de la base, una capa doble de chapa de madera, un cuerpo de impermeable y al final lámina de cobre con franjas de 30x1,20 m. El resultado fue una brillante superficie de cobre de 20.000 m2 que, en su momento, fue la más grande del mundo en este material.
La obra sigue siendo ejemplar hoy en día, tanto por la impecable racionalidad de las formulaciones matemáticas que dieron lugar a la estabilidad de la forma, como por ser un testimonio de la congruencia del pensamiento de su autor. Candela supo crear un volúmen en el que la estructura desempeña el papel de protagonista en la definición de las forma;lejos de ocultarse, se manifiesta como elemento de identidad y determina la cualidad estética del edificio.
Un año después del éxito mundial que significó el Palacio de los Deportes, Candela mostraba ya los efectos personales de la inconformidad social en la que vivía y que finalmente le llevó a dejar México. En una conferencia pronunciada en 1969 en la Escuela de Arquitectura de la UNAM dijo a los alumnos: "..tengo cerca de sesenta años, me he pasado casi veinte como constructor y diseñador de estructuras, conozco el oficio del arquitecto tradicional razonablemente bien, y no encuentro mercado ni uso para unas habilidades que me ha costado muchos años conseguir".