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BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Págs.14-60. 1ªPARTE. LA FORMACIÓN DE LA CIUDAD INDUSTRIAL. “La Revolución Industrial y la arquitectura (1760-1830)”


c.-   Los nuevos materiales


Todo este tipo de aplicaciones ha sido posible debido al extraordinario desarrollo de la industria siderúrgica inglesa. En las naciones del continente tal industria es todavía incipiente y a lo largo de todo el siglo XVIII las aplicaciones del hierro y de la fundición son limitadas; únicamente pueden contraponerse a los numerosos y atrevidos puentes ingleses algunos pocos puentes sin grandes pretensiones, como el de Laasan, de 19 metros, construido en 1796 por el conde Von Burghaus, o algunos puentes realizados en jardines franceses.


El régimen napoleónico alienta, en los primeros años de 1800, a la industria siderúrgica francesa; desde 1789 a 1812, la producción de hierro crece de 115.000 a 185.000 toneladas. Se posibilita, así, la realización en hierro de obras de gran envergadura: el Pont des Arts, llevado a cabo entre 1801 y 1803 por los ingenieros De Cessart y Dillon (fig. 15) y la cúpula de la sala circular de la Halle au Blé de París, construida por François J. Bélanger (1744-1818) en 1811. Tampoco Percier y Fontaine, como los arquitectos ingleses, desdeñan la oportunidad de emplear la fundición en multitud de aplicaciones secundarias y decorativas.


A partir de la Restauración se extiende en Francia el uso del hierro a un gran número de edificios. En 1824, Vignon construye con hierro la cubierta del mercado de la Madeleine; en 1830, Lenoir realiza en París un bazar totalmente de hierro; en 1833. A. R. Polonceau (1778-1847) hace el puente del Carrousel, en fundición; en 1857, la cubierta de madera de la catedral de Chartres es sustituida por una estructura de hierro revestida de cobre. En 1836 hace su aparición el Traité des constructions el poteries en fer, de Eck, y en 1837 Polonceau inventa la armadura que lleva su nombre.


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 GIEDION S., Espacio, tiempo y arquitectura. Edit. Edit. Reverté. Barcelona, 2009.


Págs. 186-302. La evolución de las nuevas posibilidades.


págs. 246. Nuevos problemas constructivos, nuevas soluciones.


En el siglo XIX empezaron a aparecer edificios que no tenían deuda alguna con el pasado. Sus formas surgieron de las nuevas exigencias planteadas por las grandes ciudades, la multiplicación de los medios de comunicación y una industria en constante expansión. Todos estos edificios tienen algo en común: están destinados a tener únicamente un uso transitorio que implica una rápida distribución de grandes volúmenes de mercancías. No es casual que este tipo de construcción aportase las soluciones a los principales problemas arquitectónicos del siglo. Dado que estos edificios sin pretensiones contienen las semillas de buena parte de lo que vino después, debemos dedicarles una extensión considerable.


Mercados cubiertos


El mercado de la Madelaine. Paris. 1824. Uno de los nuevos problemas que estaban surgiendo encontró su solución en los grandes mercados públicos, de los que pondremos tres ejemplos. La primera de esas construcciones que requiere un análisis aquí es el mercado de La Madeleine, construido en Parí en 1824 (figura 129). La elegancia de sus esbeltas columnas de fundición recuerda las pinturas murales de Pompeya. La ligereza de su construcción no está arruinada por ningún añadido puramente decorativo. Se trata de uno de los primeros ejemplos de los intentos que los ingenieros del siglo XIX estaban realizando para desarrollar métodos constructivos que combinasen la elegancia con la economía del material.


 

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