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10 de Downing Street, residencia oficial del Primer ministro de Reino Unido.

Londres. Arquitectura y desarrollo urbano

  • 43 - 2025
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  • Londres (Inglaterra)
  • Reino Unido

KOSTOF, Spiro. Historia de la Arquitectura. Edit. Alianza Editorial.Madrid, 1988.


Tomo 3. Pags. 957-993. Una arquitectura para un nuevo mundo.


Págs. 959-960. Europa bajo conmoción. El liderazgo de Inglaterra.


La Reina Ana murió en 1714, y la guerra de sucesión acabó cuando un príncipe de la Casa de Hannover ascendió al trono como George I. Ello condujo al partido liberal (Whig) al poder; éstos eran hombres de la Ilustración que, en contraste con los conservadores (Tories), defendían la supremacía del Parlamento y el Bill of Rights. Este nuevo talante de libertad nacional y de xenofobia funcionó en contra de la grandiosa manera de Wren y sus discípulos, centrada en la corte. Este fue el trasfondo de un repentino e inesperado cambio de gusto, maquinado por un pequeño y determinado grupo de hombres encabezados por Richard Boyle, tercer conde de Burlington, que consiguieron que la arquitectura regresara a los tiempos de Iñigo Jones y Palladio.


En 1715 aparecía en Londres la primera entrega de una elaborada edición inglesa de los Cuatro Libros de Arquitectura de Palladio. El mismo año el primer volumen del Vitruvius Britannicus de Colen Campbell volvía a dar a conocer al público, mediante soberbios grabados, los edificios de Iñigo Jones. En el prefacio, Campbell condena rotundamente el barroco italiano. Después de Palladio «se había perdido la grandiosa manera y el gusto exquisito de la construcción», a excepción de Iñigo Jones, que retoma y culmina lo que el maestro de Vicenza había comenzado. He aquí las bases del Neo-Palladianismo, el movimiento que dominará la Inglaterra georgiana y que dará forma a su arquitectura, tanto privada como pública, durante casi cuarenta años.


Hay dos promotores tras este movimiento de sorprendente éxito. La habilidad y los medios de su patrón principal, Lord Burlington, deben consignarse en primer lugar. Sus dos hogares familiares, la casa de Picadilly (Londres) y la finca campestre de Chiswick, se convirtieron en vitrinas de exposición del nuevo estilo. Allí, Burlington se rodeó de artistas y hombres de letras, incluyendo a Campbell y al decorador y diseñador de paisajes William Kent (ca. 1685-1748). Burlington era un liberal. Soñaba con un idioma universal representativo de la libertad que fuera expresión del presente democrático e ilustrado de la nación. Las fórmulas derivadas de Palladio, simples, razonables y fáciles de aprender podían difundir esta respuesta propiamente inglesa a la arquitectura del absolutismo y de la Iglesia Católica.


Y aquí, el fenómeno de un manual arquitectónico tenía un papel decisivo que jugar. Estos manuales baratos y compactos producidos y destinados para los artífices de las construcciones ofrecían explicaciones breves y prácticas de detalles como puertas, ventanas, etc., que podían ser copiados directamente (Figs. 22.7, 22.8b). Los más conocidos de estos libros son los de los prolíficos William Halfpenny y Batty Langley. A través de ellos el Neo-Palladianismo se «ponía al alcance de la capacidad más humilde», como decían las páginas de su título. La regulación y normalización de la construcción de viviendas que resultó de varias Actas del Parlamento promulgadas después del Gran Incendio de 1666 se extendió ahora a los adornos del gusto. Calles enteras fueron delimitadas por casas prácticamente iguales (Fig. 22.8a). Generalmente eran producidas en masa por empresarios especulativos de la industria de la construcción especialmente albañiles y carpinteros. El material empleado era el ladrillo; el solar era normalmente estrecho. La casa se asentaba en la parte frontal de su parcela alargada, con un patio o jardín en la parte posterior; para la clientela más adinerada se añadía una cochera y un establo. Cada planta tenía dos habitaciones, una detrás de la otra, con un pasillo y una escalera a un lado. La disposición vertical de la vivienda era tan típica de Londres como lo era la extensión horizontal de los hôtels de París con sus appartements. Desde la calle, unos escalones conducían a la puerta principal que tenía un marco palladiano en madera, generalmente pintado de blanco. La planta baja estaba tratada como una especie de podio, haciéndose más hincapié en los pisos superiores. Estos podían estar articulados por pilastras y columnas adosadas o bien desplegar su clasicismo en los marcos de las ventanas y en la cornisa superior, y por supuesto en las proporciones. Las cornisas con aleros de madera fueron prohibidas por un estatuto de 1707, por lo que se generalizaron los tejados en parapeto. Por los mismos años, las ventanas de bisagra dejaron paso a las de guillotina con marco retranqueado, de invención holandesa.


El procedimiento establecido para estos desarrollos era, para un terrateniente noble, dividir una propiedad urbana en parcelas y arrendarlas a una renta baja, por períodos de alrededor de 99 años, a personas que desearan construir casas en ellos a su propia costa. Esta actividad era coordinada por el constructor especulativo, que actuaba como intermediario. Al final del arrendamiento, las casas revertían al propietario del terreno. Debemos destacar que la mayoría de las fincas de Londres estaban vinculadas a una familia, o eran administradas por una sociedad, y no podían ser vendidas legalmente. El sistema de arrendamiento permitía su desarrollo lucrativo y daba a la ciudad pulcros vecindarios uniformes con una plaza principal, una serie de calles, instalaciones de tiendas y mercados, y en ocasiones una iglesia.


Las fincas residenciales georgianas estaban fuera de los confines de la apretada City of London medieval, en el espacioso West End. Esta zona pasó a estar reservada a las clases superiores no productivas, mientras que la City permaneció en manos de los hombres de negocios. El poderoso atractivo de los barrios elegantes desencadenó el éxodo de la City de los comerciantes con aspiraciones, mientras que la calidad de vida de las clases trabajadoras, cada vez más segregadas, y de los emigrantes en busca de trabajo, se deterioraban permanentemente. La separación social entre los pobres y los bien situados, entre el núcleo urbano en decadencia y los suburbios opulentos, se convirtió en un hecho real antes de que hubiera ningún recurso frente a las restricciones legales como delimitadoras de zonas.


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GIEDION S.,  Espacio, tiempo y arquitectura. Edit. Edit. Reverté. Barcelona, 2009.


Pág. 685. EL PREDOMINIO DE LA VEGETACIÓN:LAS SQUARES DE LONDRES


En las plazas ajardinadas de Londres, las squares, tenemos por primera vez desde la Edad Media el aspecto externo de una ciudad determinada por las actividades edificatorias de las clases medias altas. Estas clases crearon un estilo residencial tan seguro de sí mismo como duradero. Al igual que las ciudades flamencas del siglo xv, estas squares londinenses de comienzos del siglo XIX serían testimonio, durante generaciones, de la seguridad con la que las clases medias se dedicaron a proporcionar un marco a su vida, salvo que fuesen destruidas por una edificación insensata.


Para comprender la verdadera naturaleza de su desarrollo, antes de nada, hemos de recordar la preocupación inglesa por la idea del confort, en especial la insistencia de los ingleses en el confort dentro del hogar, desde la silla cómoda delante del fuego hasta la intimidad sin molestias de la casa particular. Este fuerte impulso hacia la bienséance (el 'decoro'), no apareció por primera vez en el siglo XVIII. Para ver hasta cuándo se remonta y lo pronto que influyó en la organización de la vivienda, basta con comparar lo espacioso del entorno y la disposición de las manor houses, las casas solariegas medievales inglesas, con sus equivalentes de la Europa continental. Es a este deseo de confort y privacidad al que deben las plazas ajardinadas de Londres su particular trazado. En realidad, si puede decirse que el desarrollo de Londres sigue alguna regla, tal regla no está escrita —como tantas de esas leyes inglesas, que son las más respetadas— y deriva de la insistencia democrática de que una persona nunca se verá perturbada en su vida privada. La regla dice aproximadamente lo siguiente: los barrios residenciales de una ciudad deberían fundirse, en la medida de lo posible, con la vegetación; deberían pasar inadvertidos.


 El crecimiento irracional de Londres. Londres se desarrolló con una indiferencia casi total hacia los ejes definidos. Su crecimiento estaba a merced de las influencias divisivas de los grandes terratenientes, de la Corona, la nobleza y la Iglesia. La falta de ejes guía —como los que permiten que París sea tan fácil de reconocer— hacen que en Londres sea casi imposible orientarse. Por otro lado, los numerosos distritos de pequeño tamaño en los que se divide Londres funcionan como refugios de esa auténtica inmensidad de una ciudad que ha sobrepasado la escala humana.


Rechazo del plan de Wren. Esa unidad global buscada por el Barroco no resultaba aceptable para la Inglaterra del siglo XVII. El plan coordinado de Christopher Wren para la reconstrucción general de Londres tras el gran incendio de 1666 fue rechazado por el rey Carlos II después de analizarlo tan sólo tres días. Y esto ocurría justo en el momento en que Gian Lorenzo Bernini estaba trazando la plaza situada delante de San Pedro, y André Le Nôtre los jardines de Versalles. El alcance del proyecto de Wren — medio barroco y medio renacentista en su carácter— era demasiado riguroso como para permitir su ejecución, pero por una razón más importante que la alegada habitualmente. La creencia popular es que el plan de Wren no se aplicó porque resultó imposible llegar a un acuerdo con los propietarios de media docena de solares arrasados, por los que inoportunamente pasaban los ejes de Wren. Pero no fue simplemente una complicada cuestión de propiedad lo que bloqueó el trazado de los ejes a la manera del Renacimiento o el Barroco; había también cierta repugnancia interna hacia ellos. Esta misma repugnancia actuó para impedir cualquier disposición sistemáticamente relacionada de hileras, plazas y calles en aquellas zonas donde más fácilmente se podría haber logrado: dentro de las grandes propiedades. La Corona y el duque de Bedford hicieron caso omiso de tales esquemas en el distrito de Covent Garden; y el conde de Southampton hizo lo propio en Bloomsbury. El modo en que estas plazas están salpicadas irracionalmente por el terreno, separadas y sin embargo no completamente aisladas unas de otras, es similar al dibujo de una alfombra oriental o a una pintura de Paul Klee.


Casas seriadas y discretas. La arquitectura de las casas que rodean estas plazas también se ve afectada por esa regla escrita de que los barrios residenciales serán tan discretos como sea posible. Las casas se disponen en serie, alineadas, un tratamiento que se usó durante más de medio siglo en las nuevas zonas construidas en Londres sin que resultasen tediosas ni anticuadas. Se evita todo lo que pueda llamar la atención; son superficies sencillamente lisas y continuas, con las menos subdivisiones posibles. El material de construcción (ladrillo sin revocar) resulta admirablemente apropiado en estas condiciones. El ladrillo visto, en vez de verse afectado por la humedad y la niebla de Londres, queda suavizado y dignificado con el paso del tiempo, como una pipa de espuma de mar bien cuidada. La pintura se usa con moderación, y sólo en lugares donde la intemperie no pueda dañarla y donde pueda renovarse con facilidad: en el interior de los marcos de las ventanas, en las estrechas molduras de las entradas y en los frontones de las casas. El uso del revoco por parte de John Nash en el Park Crescent (comenzado en 1812) mostraba una influencia de la Europa continental que se apartaba algo de esta tradición principal.


El origen de los squares londinenses. ¿Cómo se originaron las squares de Londres?. La respuesta a esta pregunta nos ayudará a comprender mejor su herencia arquitectónica. El deseo de tener espacios verdes dentro de Londres se remonta a tiempos góticos. En el siglo xv, el patio de Lincoln's Inn se plantó de césped y se convirtió en una serie de paseos. Al mismo tiempo, una parcela de terreno situada fuera de la ciudad, Moorfields, estaba siendo usada por sus habitantes como campo de recreo para tiro con arco y otros deportes. Ya en el siglo XVII se abrió al público el más importante de los parques populares: Hyde Park, situado lejos del centro de Londres y propiedad de la Corona.


Fue también en el siglo XVII cuando se construyeron las primeras squares. Estas tuvieron su origen en el deseo de varios nobles terratenientes de construir en parte de sus propiedades. Estas construcciones seguían el trazado barroco de las places francesas más que el de las calles. En torno a 1630, el duque de Bedford asignó siete acres [unas 2,8 hectáreas] de sus tierras a fines edificatorios. El resultado fue la primera square de Londres: Covent Garden. A menudo se ha señalado que esta primera square —nunca terminada del todo, por cierto— se asemeja a la Places des Vosges de París (1612). Ambas son típicas places del siglo XVII: rectangulares y con arcadas que corren por la planta baja de las casas; como era habitual, estaban abiertas al público y carecían de césped y árboles. La aplicación a estos y otros espacios similares del nombre de piazza muestra claramente el reconocimiento de su origen italiano.


El ejemplo del duque de Bedford pronto fue seguido por el conde de Leicester. Leicester Square, delante de Leicester House, fue trazada por el propio conde en 1635 siguiendo los mismos principios. Hoy en día es un centro comercial y ha quedado totalmente desfigurada. En 1665, el conde de Southampton «estaba construyendo una noble square o piazza, una pequeña ciudad» , que se convirtió en un barrio de moda. Más tarde se convirtió en Bloomsbury Square. Luego siguieron varias más: Soho Square en 1681, St. James's Square en 1684 y Grosvenor Square (Mayfair) en 1695.


De este breve repaso surge el hecho relevante de que ya a finales del siglo XVII, Londres, a diferencia de París, se estaba volviendo atractiva como residencia de las clases altas. Es más, las squares londinenses eran zonas separadas y ampliamente diseminadas, a la manera de las places francesas e italianas.


 La actividad edificatoria aumentó durante el siglo XVIII. Unas quince plazas en total parecen haberse hecho realidad durante ese siglo. Hasta cierto punto, esta actividad se centró en completar las plazas del siglo XVII. Así, las de Grosvenor y Hanover se terminaron en 1720, y la de Berkeley en torno a 1730. Luego la construcción dio otro acelerón justo cuando el siglo entraba en su último cuarto: la Adelphi Terrace, a orillas del Támesis, fue construida por los hermanos Adam en torno a 1770; Manchester Square, en 1774; Bedford Square, en 1775; Portland Place, en 1778; y Fitzroy Place, en 1790. La mayor actividad continuó en Bath a partir de 1730 aproximadamente —momento de aparición del mayor de los Wood—, hasta la construcción del Royal Crescent en 1767. Lo importante en Bath son las interrelaciones entre las diversas squares y crescents, relaciones mucho más sutiles que las puramente axiales empleadas en el urbanismo francés. Esas relaciones tan cuidadosamente planeadas llegaron a Londres hacia finales del siglo XVIII.


 


 


 


  

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