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François Maria Charles Fourier, conocido como Charles Fourier , fue un importante dirigente socialista, que destacó especialmente por haber sido el creador del movimiento cooperativo o cooperativismo.

FOURIER, Charles

  • Economista, Sociólogo y Filósofo
  •  
  • 1772 - Besançon. Francia
  • 1837 - Paris. Francia
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CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006.


Págs. 21 - 31.“La idea de una arquitectura moderna en el siglo XIX” 


...Pero también había socialismos utópicos como los franceses Charles Fourier y Henry Saint-Simon, que miraban hacia delante en vez de hacerlo hacia atrás, buscando la resolución de los conflictos en orden social – nacional. Este último punto de vista procedía de la Ilustración y combina una idea progresista de la historia con un compromiso con la liberación universal de la autoridad absoluta. Algunos ecos de este fervor futurista y de esta postura moralizante se encontrarían en los proyectos urbanos utópicos de principios del siglo XX. La búsqueda de estructuras sociales y urbanas alternativas. estaría próximo al espíritu que impulsó el posterior empeño de la arquitectura moderna.


Págs. 241-255“La comunidad ideal: alternativas a la ciudad industrial” 


Anteriormente, los socialistas utópicos como Henri Saint Simon y Charles Fourier habían argumentado en favor de estructuras sociales alternativas basadas en nuevas formas de gobierno y cooperación. Saint-Simon había abogado por el derrocamiento de las clases dirigentes y su sustitución por tecnócratas que impulsasen la sociedad por el camino inevitable del progreso humano. Fourier había estudiado una teoría de las atracciones pasionales en la naturaleza humana según la cual los conflictos se resolverían en una especie de perfecto equilibrio de fuerzas entre los deseos individuales y las espectativas sociales. Este sueño de una cooperación natural no condicionada por las irrelevancias de los contratos sociales previos se plasmó en la fantasía de un palacio colectivo ideal: Un phalanstère o familisterio.


Se suponía que estaría situado en un entorno rural y contendría todas las funciones necesarias para mantener a una comunidad de unas 1.800 personas, quienes evitan los peligros de la división del trabajo empleando los días en el desarrollo de su talento y fomentando la formación de personalidades completas y sin trabas. El falansterio tenía un misterioso parecido con un palacio barroco, como si Fourier estuviese poniendo a disposición de la población en su conjunto las riquezas y las posibilidades de la aristocracia prerrevolucionaria. Los diversos sectores (que incluyen habitaciones privadas, salas de baile, una hospedería, biblioteca, un observatorio) deben estar unidos por una larga calle interior para favorecer los contactos fortuitos y para encarnar la idea de una sociedad igualitaria. 


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FRAMPTON Kenneth., Historia crítica de la  Arquitectura Moderna. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.  


Págs. 20-28.“Transformaciones territoriales: evolución urbana, 1800-1909”


Ninguna de estas realizaciones podía competir en alcance y capacidad liberadora con la visión radical del 'Nuevo mundo industrial', formulada por Charles Fourier en su escrito del mismo nombre (El nuevo mundo industrial y societario), publicado en 1829. La sociedad no represiva de Fourier debía depender del establecimiento de comunidades ideales o 'falanges', alojadas en falansterios, donde las personas debían relacionarse según su principio psicológico de la 'atracción pasional'. Puesto que este falansterio se había proyectado para estar en pleno campo, su economía debía ser primordialmente agrícola, complementada con manufacturas ligeras. En sus primeros escritos, Fourier perfiló los atributos físicos de su asentamiento colectivo: estaba modelado a partir del esquema de Versalles, con el ala central destinada a las funciones públicas (comedor, biblioteca, jardín de invierno, etc.), mientras las laterales se dedicaban a los talleres y al caravasar. En su libro Traité de I'association domestique agricole (1822), Fourier escribía del falansterio describiéndolo como una ciudad en miniatura cuyas calles tendrían la ventaja de no sufrir las inclemencias del tiempo. Lo veía como una construcción cuya grandeza, aunque adoptada en términos generales, reemplazaría a la miseria pequeño burguesa de las casitas individuales aisladas que por entonces iban rellenando los intersticios exteriores de las ciudades....


...La importancia perdurable de Fourier reside en su crítica radical a la producción industrializada y a la organización social, pues, pese a los numerosos intentos de crear falansterios tanto en Europa como en América, su nuevo mundo industrial estaba condenado a quedarse en un sueño. La realización más parecida fue el Familisterio, construido por el industrial Jean-Baptiste Godin junto a su fábrica de Guise, entre 1859 y 1870.


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FUSCO Renato de .,Historia de la arquitectura Contemporánea. Ed. Celeste. Madrid,1992.


Págs.11-64. “El Eclecticismo Historicista”


Contemporánea a las reformas propuestas por Owen es la teoría económico-urbanística,  Charles Fourier, hace hincapié en una comunidad obrera más cerrada, gobernada por rígidas normas de vida, cuyos dividendos se habrían repartido proporcionalmente a la capacidad de trabajo de cada uno de los miembros. La actuación urbanística del complejo esquema teórico de Fourier se confiaba a la construcción de un gran edificio para 1.620 habitantes, el falansterio, una especie de residencia moderna provista de locales y servicios comunes, como cocinas, lavanderías, instalaciones centralizadas, etc. El utópico edificio de Fourier se realizó, con las oportunas modificaciones, en la segunda mitad del siglo, por un industrial progresista, Jean-Baptiste Godin, en los alrededores de su fábrica de Guisa. Mientras que en el falansterio los habitantes estaban divididos por edades en el edificio más modesto de Godin tienen los alojamientos familiares tradicionales, de aquí el nombre de familisterio que se le ha dado al conjunto, que conserva, sin embargo, la centralización del modelo originario. Entre los motivos del éxito de este experimento, basado económicamente también sobre el sistema cooperativista, está la dependencia directa del núcleo residencial respecto de la fábrica y, por tanto, la actividad industrial específica de todos los habitantes. Siguiendo el esquema de Godin, el beneficio de esta organización comunitaria se dividía en cuatro partes: retribución de los trabajadores, intereses del capital, derechos de los inventores y fondo de seguridad social. Pero, aparte de estas innovaciones de carácter económico, con el familisterio de Guisa estamos ya en presencia del fenómeno de las company towns, es decir, de los núcleos de casas obreras realizadas en los alrededores de algunos asentamientos industriales importantes. Bien por motivos filantrópicos, bien, como ya se ha observado, para mejorar el rendimiento de los trabajadores, se fundó en 1853 el núcleo de Saltaire para una industria lanera, en 1859 el ya citado de Godin, en 1863 el de Krupp en Essen, en 1887 el barrio de Port Sunlight para la industria de jabones Lever, en 1895 el centro residencial Bournville del fabricante de chocolate G. Cadbury, etc. Algunas de estas últimas iniciativas se asocian o se insertan directamente en el movimiento de la ciudad- jardín promovido por Ebenezer Howard, sobre el que volveremos con otro párrafo del presente capítulo. “Para que una urbanística moderna pudiera ser útil, era necesario un cambio económico además de una buena administración e iniciativa filantrópica como presentaba Robert Owen, pero que era inviable en un sistema liberal. Sin embargo sus ideas de asentamientos urbanísticos semirurales, paralelogramos, dieron pie a un nuevo concepto; company towns donde se intentaba mejorar el rendimiento industrial de los trabajadores.”


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MONTANER J.M.,  Sistemas arquitectónicos contemporáneos. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 2008. 


Págs. 132-147. “La critica radical y utópica”  


El auténtico reto de toda teoría crítica y de toda propuesta utópica, desde Thomas Moro y Tommaso Campanella hasta la actualidad, ha sido inventar nuevas formas concretas para nuevos modos de vida, un reto que a menudo los utopistas clásicos, como Victor Considerant, olvidaron al interpretar el falansterio ideado por Charles Fourier, repitiendo tipos ya establecidos, como los palacios de la monarquía (literalmente el palacio de Versalles), eludiendo la invención de los nuevos edificios que corresponderían a las nuevas sociedades.


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BENEVOLO, L.,  Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Págs. 175-213.“Las iniciativas para la reforma del ambiente, desde Robert Owen a William Morris


Charles Fourier. Charles Fourier (1772-1837), casi contemporáneo de Owen, es un modesto empleado francés de Besançon, desprovisto de los medios financieros y de la capacidad personal del inglés.


 Se basa en una teoría filosófico-psicológica, según la cual las acciones de los seres humanos derivan de una atracción pasional y no del provecho económico. Distingue doce pasiones fundamentales, e interpreta toda la historia a través de sus combinaciones; actualmente la humanidad se encuentra en la transición del cuarto periodo (barbarie) al quinto (civilización), a este seguirá el sexto (seguridad) y, por último, el séptimo (armonía). Mientras la civilización se caracteriza por la propiedad privada incontrolada, en la seguridad estará sometida a una serie de limitaciones y vínculos, que Fourier describe muy detalladamente. En contraste con la ciudad actual, carente de forma, la ciudad del sexto periodo estará construida según un sistema concéntrico; en el centro de la ciudad comercial y administrativa, la ciudad industrial alrededor de la primera y por último la ciudad agrícola. En la primera, la superficie libre será igual a la ocupada por las casas, en la segunda doble y en la tercera triple. La altura de las casas se regulará según la anchura de las calles, al mismo tiempo se suprimirán las tapias, sustituidas por setos; los derechos de los propietarios deberán entrar en «composición con los derechos de los demás, y la plusvalía producida por los trabajos públicos en los inmuebles circundantes deberá restituirse, en parte, a la comunidad.


 Pero Fourier considera estos progresos como simples fases del paso hacia el séptimo y definitivo estado, en el cual la vida y la propiedad estarán totalmente colectivizados; los hombres abandonarán la ciudad y se reunirán en phalanges de 1620 individuos, viviendo en edificios colectivos adecuados llamados phalansteres.


A diferencia de Owen, Fourier no piensa en alojamientos separados para los habitantes del falansterio. La vida discurrirá como en un gran hotel: los ancianos vivirán en la planta baja; los niños en la primera y los adultos en las superiores. El falansterio estará dotado de instalaciones colectivas y servido de forma centralizada. Fourier concibe el edificio bajo las formas áulicas de la arquitectura representativa francesa; deberá ser simétrico, con tres patios y numerosas entradas, siempre en el eje de los diversos cuerpos de fábrica; el patio central, llamado Place de Parade, se vigilará desde la Tourd'Ordre, donde habrá un reloj y un telégrafo óptico. La descripción de Fourier continúa descendiendo a precisiones sorprendentes por su minuciosidad.


La «calle-galería» está situada en el primer piso; no podría estar en la planta baja porque la atravesarían en muchos puntos de pasos para coches.


2Las calles-galería no reciben luz de los dos lados, están adosadas a cada cuerpo de fábrica; todos los cuerpos tienen dos hileras de habitaciones, una recibe luz del exterior y la otra de la calle-galería; esta tendrá la altura de los tres pisos que dan a ella. Las puertas de acceso a todos los departamentos de la primera, segunda y tercera planta dan a la calle-galería, y se llega a ellas por escaleras distribuidas a intervalos para subir a la segunda y tercera planta. Las escaleras principales, según el uso, sólo llegan a la primera planta, pero dos de las escaleras laterales llegan hasta la cuarta planta. La calle-galería tendrá seis toesas de anchura en el centro, y cuatro en las alas, cuando se construyan los edificios definitivos, al cabo de treinta años; pero dado que, por ahora, no nadamos en la abundancia, nos conformaremos con edificios económicos, y con mayor razón si dentro de treinta años deberán reconstruirse según planos mucho más vastos. Así, pues, se reducirá la calle-galería a 14 toesas en el centro y en las alas. Los cuerpos de fábrica tendrán 12 toesas de ancho según el cálculo siguiente:


- galería, 18 o 24 pies;


- habitación a la galería, 20 pies;


- habitación al exterior, 24 pies;


- los dos muros exteriores, + pies:


en total, 72 pies, es decir, 2 toesas. Las salas públicas podrán alcanzar las 8 toesas de ancho y dará la galería, o bien al exterior.”


 Se intenta muchas veces la realización del falansterio en Francia, Argelia, América y Nueva Caledonia, siempre sin éxito. Durante el Segundo Imperio se lleva a cabo algo parecido en Guisa, por. J. B. Godin (1817-1889), un antiguo obrero que llega a ser empresario, como Owen, y la experiencia, en contra de todas las previsiones, dura largo tiempo. Godin, sin embargo, modifica los planos de Fourier en dos puntos esenciales; en primer lugar, el peso de la iniciativa se apoya en una industria; en segundo, la vida común queda abolida, asignando a cada familia un alojamiento individual en un gran edificio con patios, que dispone además de un asilo, una escuela, un teatro y otros servicios. Esta agrupación recibe el nombre de “familisterio” y dirige las empresas de Godin, después de su muerte, en forma de cooperativas de producción"...


... Esta crítica (de K.Marx y Engels) es válida desde un punto de vista político, pero pese a todos sus errores y, en cierto sentido, gracias a sus errores e ingenuidad política, Owen y los demás han aportado una muy importante contribución al movimiento de la arquitectura moderna.


 Ellos no caen en el otro error común a toda la cultura política de su tiempo, liberal o socialista, de considerar que de nada sirve comprometerse en resolver los problemas particulares, por ejemplo, los de asentamiento si no se han resuelto antes los problemas políticos de fondo, y que las soluciones a todas las dificultades particulares llegan como consecuencia natural, una vez resueltas las dificultades generales. Por ello se comprometen, con más confianza de la razonable, en experimentos parciales, y a veces han creído -subvirtiendo las ideas en boga- poder resolver los problemas sociales con la arquitectura, y poder hacer mejores a los hombres con sólo hacerlos vivir en un falansterio o en un paralelogramo cooperativo.


 Sus experimentos concretos han fracasado, pero la ciudad ideal que imaginaron ha entrado en la cultura moderna como un modelo cargado de generosidad y de simpatía humana, muy distinto de la ciudad ideal del Renacimiento, y continúa sirviendo de incentivo al progreso de las instituciones urbanísticas hasta nuestros días, aunque no pueda seguir siendo tomado al pie de la letra.


 El lector habrá notado la impresionante similitud que existe entre las propuestas de Owen y Fourier -como la ciudad de habitación» con un determinado número de habitantes, las instalaciones centralizadas, la rue interieure, etc.- y algunas soluciones que se plantean insistentemente en los proyectos contemporáneos. Incluso el número de habitantes del falansterio de Fourier -1620- corresponde al número de personas alojadas en la primera unité d'habitation de Le Corbusier, y la densidad prevista por Owen, un acre por habitante, es la misma que indica Wright para Broadacre. La integración entre  agricultura e industria, entre ciudad y campo, está resuelta de forma mítica e inadecuada, no se tienen en cuenta las grandes fábricas modernas, que a veces varias decenas de miles de obreros, ni algunas de las orientaciones de la moderna agricultura extensiva y mecanizada. Sin embargo, es cierto que la armonía entre estas dos realidades diferentes es la condición indispensable para reconstruir la unidad del ambiente y del paisaje moderno...


... El movimiento para la reforma de las artes aplicadas. La revolución de 1848 marca el punto culminante de las esperanzas de resurrección social que están animados los utopistas, mientras que el rápido contra-ataque de la reacción produce un abatimiento general; la distancia entre la teoría y la práctica se revela demasiado grande para pensar en una reforma inmediata del ambiente urbano.


 Es éste un momento de revisión ideológica, en el cual la izquierda europea elabora una nueva línea de acción -anunciada en 1848 con el Manifiesto, de Marx y Engels- y contrapone a las reformas parciales una propuesta revolucionaria global. El debate político se plantea decididamente sobre cuestiones de principio y abandona sus vínculos tradicionales con la técnica urbanística, mientras que el nuevo conservadurismo europeo -el bonapartismo en Francia, el movimiento de Disraeli en Inglaterra, el régimen de Bismarck en Alemania- hace suyas, de hecho, las experiencias y las propuestas urbanísticas elaboradas en la primera mitad del siglo, y las utiliza como un importante instrumentum regni: sirven como ejemplo de todos ellas, los trabajos de Haussmann en Paris.


 Como ya se ha dicho, Ias leyes de sanidad elaboradas antes de 1850 son aplicadas por los nuevos regímenes con espíritu distinto del originario, y hacen posibles las grandes intervenciones urbanísticas de la segunda mitad del siglo. Al mismo tiempo, los modelos teóricos, ideados por los escritores socialistas como alternativa a la ciudad tradicional, quedan, en buena parte, absorbidos por la nueva práctica, dejando de lado sus implicaciones políticas y siendo interpretados como simples propuestas técnicas, para reorganizar precisamente la ciudad existente.


 Las ciudades ideales descritas después de 1848 -Victoria, de J. S. Buckingham, publicada en 1849, e Hygena, de B. W. Richardson, publicada en 1876- derivan de aquellos precedentes, pero carecen ahora de connotaciones políticas, mientras que se da toda la importancia a sus características constructivas y técnicas; constituyen el eslabón de unión entre las utopías socialistas y el movimiento de las ciudades jardín, que empieza a despuntar a fines del siglo, pero confirman en el fondo, el agotamiento de la línea de pensamiento de Owen, Fourier y Cabet, insostenible en la nueva situación económica y social.


 De hecho, los nuevos regímenes autoritarios abandonan la política de no intervención en las cuestiones urbanísticas, propia de los regímenes liberales precedentes, y se comprometen directamente por medio de las obras públicas- o bien indirectamente -por medio de reglamentaciones y planes- a dirigir las transformaciones en curso en las ciudades.


 De este intervencionismo nace una vasta experiencia técnica, indispensable para el desarrollo futuro de la urbanística moderna, pero al mismo tiempo la cultura urbanística pierde la carga ideológica de que la habían impregnado los primeros socialistas, y pierde su función de estímulo para una verdadera transformación del paisaje; ahora se trata, todo lo más, de racionalizar el cuadro existente, de eliminar algunas manifestaciones visibles del desorden urbano, manteniendo inalterables sus causas.


 Así, la línea de pensamiento descrita en el apartado anterior, que debe considerarse justamente como la primera surgida de la cultura arquitectónica moderna, se diluye en la práctica de las oficinas técnicas y se deforman en la interpretación paternalista de los nuevos regímenes autoritariosAl final, la propia incapacidad de los urbanistas para resolver las contradicciones de fondo de la ciudad industrial mantiene intactos los motivos para una revisión cultural, insoslayable a principios del siglo siguiente.




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