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 BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


 Págs. 621-669. ”Formación del Movimiento Moderno en Europa entre las dos guerras. Los progresos de la arquitectura europea entre 1930 y 1940”


5.- España.


Vuelto a España, Mercadal recibirá el encargo de realizar en Zaragoza, su ciudad natal, un monumento conmemorativo del primer centenario de la muerte de Goya. La obra, que Mercadal concibe y lleva a cabo en términos completamente opuestos al retórico monumentalismo al uso, se inaugura en mayo de 1928 y consiste en un pabellón con biblioteca-sala de exposiciones desarrollado en un lenguaje afín a las nuevas tendencias europeas. Es ésta una de las tres primeras obras decididamente adscritas al Movimiento Moderno que se construyen en España entre los años 1927-1928, siendo las otras dos la estación de servicio para automovilistas de Casto Fernández-Shaw (año 1927), y la casa para el marqués de Villora que Rafael Bergamín proyecta en 1926 y lleva a cabo en 1927, ambas situadas en Madrid. Estos tres arquitectos García Mercadal, Bergamín y Fernández-Shaw constituyen las figuras más relevantes de la generación de 1925, denominada así porque hacia ese año se iniciaría la actividad profesional de sus componentes y porque para buena parte de ellos la visita a la Exposición de las Artes Decorativas de París, de dicho año, iba a suponer un revulsivo de decisiva influencia en su actuación futura.


Pág. 813-941. "La segunda posguerra en Europa"


6.-España.


Una reflexión profunda sobre la arquitectura que se propone y realiza en los años cuarenta nos ha de llevar a definir cuáles fueron los elementos de ruptura y cuáles los de continuidad respecto al período anterior, entendiendo este período anterior de una manera global, es decir, no sólo como el período republicano, sino como las tres primeras décadas del siglo.


 El primer hecho duro e inapelable de ruptura es el de la desaparición de gran parte de la vanguardia arquitectónica del período anterior. De los arquitectos racionalistas, algunos morirán en la contienda (Torres Clavé y Aizpurua) y otros deberán exiliarse (Candela, Fernández Valbuena, Bergamin, Rodríguez Arias, Lacasa, Sánchez Arcas, Sert, Fabregas, Bonet y otros), retornando lentamente unos, convirtiéndose en grandes arquitectos de otros países algunos otros. Con la vanguardia, desaparecieron sus proyectos, sus símbolos y sus ideas. Y para algunos de los que permanecieron sólo quedará la salida del trabajo en silencio.


Inevitablemente, el panorama cultural se empobrecerá, cayendo en una situación en la que la crítica y el conocimiento de lo que sucede en los demás países tendrán poco papel. Este contexto cerrado y vacío lentamente empezará a reformularse a finales de los cuarenta, siguiendo un lento proceso de debate y puesta al día que no se podrá considerar alcanzado hasta bien entrada la de cada de los sesenta.


Pero ¿fue tan fuerte y profunda esta ruptura?. Un análisis sin esquemas preconcebidos, sin moralismos, sin confundir los fines que desde el gobierno se pretendían alcanzar, con los medios disciplinares que entraron en juego, nos ha de mostrar la existencia de importantes nexos de continuidad.

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