Pág. 813-941. "La segunda posguerra en Europa"
6.-España.
En 1950 la acumulación agraria ya había cualificado positivamente al capital español y la paz social estaba suficientemente garantizada para acoger las inversiones del capital norteamericano. Estos cambios se manifestarán en el campo de la construcción en hechos como la preparación del Censo de población y vivienda de 1950 -que revelará la existencia de un déficit de más de un millón de viviendas -, en los incipientes planes urbanísticos - Gran Bilbao y Gran Valencia en 1950, Plan Comarcal de Barcelona en 1953- y en la puesta a punto del Plan Sindical de la Vivienda en 1955.
En el terreno arquitectónico el cambio no será brusco. De la misma manera que no se puede hablar de una ruptura total entre la arquitectura anterior a la Guerra Civil y la de la Autarquía, tampoco se puede hablar de un cambio total entre esta arquitectura y la que se planteará en los años cincuenta, con los primeros esfuerzos para redefinir una postura más acorde con los tiempos y con el resto de Europa. También aquí se descubren continuidades y discontinuidades. Si observamos el caso catalán, veremos que, contemporáneamente a la fortuna de las arquitectos académicos catalanes (Bona.Nebot, Fisas, etc.), a partir de 1945 la última obra de Duran Reynals y la primera obra de F. Mitjans se entroncan perfectamente en un proceso de depuración y simplificación formal de la arquitectura académica, ya de por sí vaciada de los contenidos ideológicos y expresivos, creando un lenguaje típico de la arquitectura de vivienda burguesa que se extenderá profusamente durante la década de los cincuenta. Pero, sobre todo la obra de José Antonio Coderch y de Sentmenat (1913-1984) y Manuel Valls (1912) - que ya desde su inicio se basa en una interpretación personal de la arquitectura popular mediterránea y en la recreación de un mundo artesanal y sereno, puro y franciscano - nos mostrará otra línea de entronque entre la arquitectura de los cuarenta y la de los cincuenta, precisamente a través de esta tendencia de arquitectura doméstica. Proyectos como el de las viviendas de la Urbanización Les Forques en Sitges, Barcelona (1945), u obras como la casa Garriga Nogués, también en Sitges (1947) o colaboraciones como la del conjunto de viviendas de pescadores en Tarragona (1949), en el que se sintetiza el interés por la arquitectura vernacular con la admiración por las experiencias vienesas y berlinesas de vivienda social, serían claras muestras de esta arquitectura de los cuarenta que se desarrollará en los cincuenta.
Será precisamente en el contexto cultural catalán donde el esfuerzo de renovación se encarrilará de una manera más decidida, en la medida en que, dentro de las condiciones políticas del régimen franquista, la proximidad física de los arquitectos madrileños a la realidad, ideología y encargos oficiales condicionará una mayor continuidad en el centro y, en cambio, en las demás nacionalidades, el solo hecho de la afirmación de la propia personalidad será ya una cierta manera de desafío, produciéndose una mayor facilidad para el cambio y la renovación en la periferia. Y este esfuerzo se concretará en Barcelona con la formación del llamado Grupo R, en 1951.