BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.
Pág. 813-941. "La segunda posguerra en Europa"
6.-España.
Quedarían, por último, toda una serie de obras, realizadas en general por arquitectos castellanos, en las que la búsqueda de la expresividad, a partir de los mecanismos constructivos, domina por encima de referencias tradicionales y criterios funcionalistas. El Instituto de Enseñanza Media en Herrera de Pisuerga (Palencia, 1955-1958) de Corrales y Molezún, sería la más clara muestra de esta arquitectura neoconstructivista, marcando esta obra una vía melnikoviana que hará cierta fortuna entre arquitectos como Fernández Alba o Fullaondo. Otras obras como: el Pabellón de España en la Exposición Universal de Bruselas (1957-1958) y la Residencia para hijos de productores en Miraflores de la Sierra (Madrid, 1958-1959) también de Corrales y Molezun, la última en colaboración con La Sota; o el Gobierno Civil de Tarragona de La Sota, en el cual el juego formal se centra en un volumen cúbico; o el Stand de España en la XI Triennale de Milán (1957) y la Iglesia Parroquial en Vitoria (1958-1959) de Carvajal y García de Paredes; o algunas obras de Fisac, son todas ellas muestra de esta línea que entiende la arquitectura esencialmente como problema formal.
De hecho, el proceso de modernización que se lleva adelante durante esta década no sólo habrá encontrado pocos enemigos, sino que se demostrará el más idóneo a la evolución del sistema. Las mismas instituciones aceptan fácilmente los nuevos planteamientos; no en vano es el mismo Ministerio de la Gobernación el que edita el Manifiesto de La Alhambra, es el mismo Órgano de prensa del Colegio de Arquitectos de Madrid - la Revista Nacional de Arquiectura el que, durante la década, potencia y canaliza el debate y la información sobre el mundo exterior, y son los mismos pabellones de Bruselas y Milán los que muestran la ya identificación oficial con la arquitectura industrial.
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CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006.
Págs. 471- 489.“Disyunciones y discontinuidades en la Europa de los años 1950”
Estos fueron años de importantes migraciones desde las regiones más pobres del sur de España hacia las ciudades industrializadas del norte, y a principios de los años 1950 ya había barridas de chabolas levantadas a toda prisa en las afueras de Bilbao, Barcelona y Madrid. De hecho, se trataba de un nuevo proletariado con raíces campesinas, una situación comprendida por varios arquitectos responsables de elaborar tipos de viviendas para aliviar las presiones sociales y políticas de la “absorción”.
En el caso de Madrid, uno de estos modelos siguió un camino similar al tomado por los neorrealistas en Italia: es decir, combinar una imagen doméstica de cubiertas inclinadas con cojas de ladrillo, en un deliberado gesto populista. Correctamente colocadas, incluso esas formas simples, rectangulares y utilitarias –con estructura de hormigón, cerramientos de ladrillo y sencillos detalles de madera- eran capaces de generar cómodos espacios de transición: por ejemplo, las viviendas de Caño Roto (1956), obra de Antonio Vázquez de Castro y José Luis Íñiguez de Onzoño.
Los proyectos de vivienda de Madrid eran fruto de iniciativas políticas alentadas en parte por el activismo populista católico y alentadas en parte por el activismo populista católico y en parte por un deseo, dentro del gobierno, de evitar los disturbios sociales.
Estos conjuntos, conocidos como “poblados dirigidos”, constituyeron un campo de pruebas para un grupo incipiente de arquitectos modernos comprometidos que incluía a José Luis Romany, Eduardo Mangada y Ramón Vázquez Molezún. Con un lenguaje contenido, y tal vez sin pretenderlo, estos proyectistas lograron destilar la atmósfera de un periodo en unos términos neutros y casi “objetivos”. Algunos de estos poblados incorporaban soluciones de media altura, pero cuya escala solía quebrarse mediante plataformas, muros perforados, escalinatas y plantaciones. Algunos toque domésticos sencillos, como las celosías móviles de madera en las ventanas, se integraban dentro de un orden geométrico.
Las densidades altas se lograban con edificios bajos haciendo un uso inteligente de los muros planos de ladrillo, unas plantas lógicas y ajustadas, elementos metálicos desmontables y pequeños patios.