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Francisco FRANCO

FRANCO, Francisco

  • Militar
  •  
  • 1892 - Ferrol. España
  • 1975 - Madrillo. España

CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006. 3ª edición en español. 1ª edición 1986 


Págs. 513. ... Pero el peso del tradicionalismo sobre el gusto oficial siguió siendo fuerte en el período de entreguerras en los Estados Unidos, la Unión Soviética y la mayor parte de Europa Occidental, especialmente cuando los ideales cívicos se veían afectados. Tal vez esto era comprensible dado que se trataba de situaciones en las que la necesidad de conservar valores y seguir continuidades con el pasado resultaba apremiante. 


Este era el caso concretamente de los regímenes totalitarios, donde los modelos antiguos disfrutaron de un epidérmico renacer en busca de símbolos imperiales. Como se ha expuesto anteriormente hubo muchas similitudes entre la Alamenia nazi y la Rusia estanlinista en la elección de un estilo monumental "oficial". En la década de 1940, la España franquista ofrece otro ejemplo de dictadura que insiste en una réplica demasiado obvia de los prototipos nacionales cosagrados, como el Escorial. Tan sólo en la Italia fascista, en la década de 1930, hubo un intento concertado de desarrollar una arquitectura moderna con ecos de la tradición, con el propósito de representar al estado.


En estas circunstancias, era comprensible que la monumentalidad fuese vista temporalmente con reparos por las mentalidades liberales, como si fuera, en sí y por sí misma, una característica inherentemente antidemocrática. 


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KOSTOF, Spiro., Historia de la arquitectura. Alianza Editorial. Madrid 1988. Tomo 3


págs.1211-1262. “Arquitectura y Estado. Los años de entreguerras” 


Pág. 1254. El lenguaje del poder.


La arquitectura clásica tenía dos ventajas distintas: el reconocimiento y la universalidad. Era la más conocida de las convenciones arquitectónicas, y había tenido la habilidad de trascender todo simbolismo estrecho, para significar cosas diferentes para sus diferentes usuarios. La mayoria de las naciones europeas tenían un episodio clásico en su pasado arquitectónico al que podían acudir como defensa de este reciente revival. Rusia tenía a San Petersburgo, Alemania tenía el legado clásico de Schinkel y sus contemporáneos; Italia, por supuesto, podía reivindicar el haber sido la conservadora de esta fuente, al menos de una mitad de ella, a través de la larga trayectoria antigua de Roma. Para todos ellos, el asunto era la expresión de poder, una arquitectura que proyectara orden, estabilidad, grandeza, permanencia. Fue la falta de comunicabilidad del Estilo Internacional a ese nivel lo que en último término lo descalificó a ojos del público. Los regímenes, especialmente los autoritarios como los de Franco y Hitler, querían una monumentalidad que fuera tanto moderna como eterna (Fig. 27.34). Así, los arquitectos nazis, por ejemplo, se jactarian de relacionarse con «una armoniosa correlación entre la serenidad helenística y la austera simplicidad de la arquitectura funcional moderna».


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BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Pág. 813-941. "La segunda posguerra en Europa"


6.-España.


El proceso de reconstrucción de España será diferente al del resto de los países estudiados en este capítulo, en la medida en que cuando España sale de su Guerra Civil (1936-1939), estos se ven involucrados en el inicio de la Segunda Guerra Mundial.


El modelo económico que el nuevo régimen político aplicará desde su esencia autoritaria, como estrategia de reorganización y relanzamiento del capitalismo español, será un modelo autárquico, que se basará en una primera fase de acumulación de capital proveniente del sector agrario. El capital que durante estos años se acumulará en el campo, mediante la caída de los sueldos durante más de diez años y la prácticamente nula inversión de capitales en el sector agrario, pasará al sector industrial a través de la banca. Y la fuerza de trabajo no mecanizada de la que se nutrirá este arranque en el sector primario, constituirá el ejército de reserva de mano de obra que a mediados de los cincuenta empezará a pasar a formar parte del proletariado urbano.


Resumidas a grandes rasgos las características del nivel infraestructural, veamos cuáles son las características a nivel de la superestructura cultural, en el terreno concreto de la arquitectura.


Con la victoria sobre la República, Franco arrasó también el valor simbólico de la arquitectura racionalista, de una arquitectura que proclamaba, con su lenguaje, ideas de igualdad social. Se inventa así un nuevo enemigo: el racionalismo, el cual quedará identificado con el proyecto social desaparecido, y se perseguirán, por tanto, la línea recta, la ventana corrida, los volúmenes puros, etc.


En este contexto, la misión primordial de intervención sobre la ciudad y el territorio será lógicamente la de la reconstrucción - ya en 1938 se creará la Dirección General de Regiones Devatadas -, impulsando a la vez el proyecto de una arquitectura para el Nuevo Estado - propuesta esencialmente para operaciones de carácter más propagandístico en Madrid y alrededores - y realizando una serie de operaciones de reconstrucción y creación de poblados agrícolas para impulsar el proceso de acumulación de capital agrario.


El proyecto de un lenguaje arquitectónico adecuado al Nuevo Estado se basaría en la búsqueda de una arquitectura nacional que, entroncando con la herencia clasicista de Herrera y Villanueva, sublimase lo rural y lo antiguo, lo folklórico y lo historicista. Se propondrá el lenguaje clásico como un acuerdo estilístico desde el que disponer de un método seguro para proyectar.


A pesar de la no beligerancia de España en la Segunda Guerra Mundial, la derrota definitiva del Eje, en 1945, significará para el gobierno español, y en concreto para su programa de una arquitectura de Estado, el quedar totalmente desprotegidos y aislados, perdiendo paulatinamente fuerza la parte más mítica de este proyecto clasicista y prolongándose sólo su realidad más cotidiana y acorde con el contexto material.


 Una reflexión profunda sobre la arquitectura que se propone y realiza en los años cuarenta nos ha de llevar a definir cuáles fueron los elementos de ruptura y cuáles los de continuidad respecto al período anterior, entendiendo este período anterior de una manera global, es decir, no sólo como el período republicano, sino como las tres primeras décadas del siglo....


...A pesar de la importancia cultural de las propuestas y actividades de los arquitectos del GATEPAC, la amplia base profesional del período anterior a la Guerra Civil estado totalmente ligada a la formulación académica. Las mismas Escuelas nos muestran cómo durante el periodo más renovador siguieron insensibles a los esfuerzos de puesta al día, y cómo, tras la contienda, permanecieron los planes de estudio, métodos de enseñanza, profesorado y concepción del modelo profesional.


Por tanto, para una gran cantidad de arquitectos su práctica profesional se producirá, antes y después, dentro de una clara continuidad. El gran papel que la cultura conservadora ya tenía en los años treinta (Palacios, López Otero, Bona, Nebot, Muguruza, Cort, etc.) acaba tomando su hegemonía en los años cuarenta.


Pero, es más, si analizamos en detalle la producción de estos años, sobre todo la política de vivienda que impulsa el régimen y en concreto los nuevos poblados agrícolas se constatan importantes elementos de continuidad que nos presentan estas operaciones como una reinterpretación, a la medida de la situación, de los postulados y enfoques metodológicos de los principios de la arquitectura moderna en materia de vivienda. La política de vivienda se propone desde una radical postura intervencionista del Estado, como revisión y puesta a punto de las políticas anteriores de la Dictadura de Primo de Rivera y de la Segunda República. Se entroncará precisamente con la segunda fase de la historia de las políticas de vivienda, la fase de predominio de la intervención del Estado en materia de vivienda social desarrollada en plenitud en el período de entreguerras, asumiéndose las técnicas que el reformismo socialdemócrata había puesto en circulación en toda Europa y situándose, por tanto, más en proximidad a la fase de gestión socialdemócrata que a la de gestión neocapitalista o neoliberal. Las propuestas que se utilizan se basan en la racionalización de la vivienda mínima. Los elementos constructivos de la vivienda están pensados desde un esfuerzo de codificación y estandarización que permita afrontar el problema de la producción masiva. En definitiva, un camuflaje de arquitectura popular, las viviendas son indiscutiblemente postradicionalistas: el bagaje cultural que el Movimiento Moderno ha aportado está presente utilizado según la metodología racionalista aplicado a una situación concreta el contexto rural diversa de la prevista por la vanguardia.


Por tanto, al tiempo que comprobamos cómo no se puede hablar de una ruptura total -aunque si de cierta regresión formal y un debilitamiento del debate cultural critico -, constatamos como la relación entre ideología y arquitectura, y la relación entre infraestructura o modo de producción y superestructura o saber arquitectónico en este caso, no son lineales sino complejas, y cómo la arquitectura es capaz de generar su propio conocimiento, utilizando sus instrumentos con una capacidad polivalente y manteniendo cierta autonomía respecto a las ideologías y al modo de producción...


....A mediados de la década se produce un cambio en el campo de las políticas de vivienda.


Hasta mediados los cincuenta se siguen promoviendo operaciones de creación de nuevos poblados, como los que dirigirá Fernandez del Amo - San Isidro de Albatea (Alicante, 1956-1963); Vegaviana (Caceres,1954-1958); y Villalba de Calatrava (Ciudad Real, 1955-1959) - en los que debajo del ropaje de la arquitectura popular se detecta la metodología racionalista, o como el que La Sota realizó para el Insituto Nacional de Colonización en Esquivel (Sevilla, 1945-1952).


Pero ya en 1955, el esfuerzo administrativo y de planeamiento del que hablábamos para principios de los cincuenta se concretará en el Plan Sindical de la Vivienda, que ante el enorme déficit propone la construcción de 550.000 viviendas en cinco años. Este Plan, junto a la Ley de Viviendas de Renta Limitada y Subvencionada de 1954, la Ley de Suelo de 1956, la creación del Ministerio de la Vivienda en 1957 (que incorpora el Instituto Nacional de la Vivienda) y la Ley de Urgencia Social de 1957, serán los esfuerzos coordinados desde la Administración para acelerar el proceso de industrialización y mitigar el problema de la vivienda, que en las grandes ciudades ya es acuciante.


Fruto de este intento de producción masiva de vivienda iniciado en 1955 serán toda una serie de operaciones gestionadas por la Obra Sindical del Hogar, tales como los conjuntos Trinidad y Verdún en Barcelona y los más conocidos Poblados de Absorción de Madrid: Entrevías (1956) de Alvear, Sáenz de Oiza y Sierra; Cañorroto (1957-1959, primera fase) de Iníguez de Onzoño y Vázquez de Castro; Fuencarral (1958-1960) de Romany; serán las más claras muestras de la adhesión a los principios del Movimiento Moderno, realizando una arquitectura racionalista con sabor popular y neorrealista.


Desde 1957, con los primeros esfuerzos de reorganización del aparato de Estado, que en el terreno de la vivienda cristalizan en la creación del Ministerio de la Vivienda, hasta 1964, con la entrada en vigor del Primer Plan de Desarrollo, pasando por el Plan de Estabilización de 1959, se concreta todo un proceso de modernización del aparato estatal con el fin de consolidar la dictadura militar dentro de las leyes del sistema neocapitalista, configurando el neofranquismo. Este proceso se habrá realizado a caballo del impulso de la industrialización del país y del reajuste económico que configurará la creación de grandes empresas, basando el proceso en la inflación y el paro obrero. Dentro del contexto de internacionalización del sistema productivo, el paro conducirá a la emigración a países extranjeros, con lo cual la economía española recibirá la inyección de divisas remitidas por los emigrantes. El papel cada vez más predominante que el sector turístico irá adquiriendo aportará también un aumento de los ingresos por divisas, teniendo el fenómeno turístico, por otra parte, un gran peso en la transformación del territorio español, sobre todo el costero.


 El Plan Nacional de la Vivienda (1961-1976) significará la consolidación de la política de grandes polígonos en las periferias de las ciudades y áreas rurales, marcando la entrada a la nueva fase capitalista. El modelo de sistema productivo exige la entrada en una nueva etapa en la que se forma un capital financiero que, a través de la banca, va coordinando los diferentes sectores, privatizando de nuevo la iniciativa - el Estado va desinteresándose de su papel asistencial - y optimizándose los resultados con el nuevo tamaño de los grandes polígonos. Altas densidades, falta de equipamientos y de transportes al centro urbano, ubicación en terrenos de escaso valor ambiental, serán características de estos polígonos resueltos según una aplicación mecánica y especulativa de los postulados racionalistas.


Bellvitge (inicio de 1960) y Montbau (1957-1965) en Barcelona señalarían, en el contexto catalán, los dos extremos entre los cuales se situarían estas operaciones. En Bellvitge, al igual que en Sant Ildefons y otros polígonos de vivienda, se llegaría a los límites de máximas densidades, de repetición, de monotonía, de carencia de servicios, de falta de espacios libres adecuados y de ausencia total de calidad arquitectónica. En Montbau, que se planteará como una operación modelo, estarán presentes, en cambio, la preocupación por los espacios libres entre bloques, por la experimentación tipológica, por la calidad arquitectónica y por la identidad de los elementos del polígono.


Definiendo desde la Administración las pautas de crecimiento para garantizar un desarrollo racional, la Ley de Viviendas de Renta Limitada (1954) y la Ley del Suelo de 1963 habrán dado el soporte legal a esta opción por abandonar el Estado su intervención directa.


En el campo más estrictamente arquitectónico, el inicio de la labor difusora del FAD y la celebración periódica desde 1959 de los Pequeños Congresos, de ámbito peninsular, son pruebas claras de que la ruta ha sido ya asegurada, coincidiendo con la disolución del Grupo R, que ya ha cumplido su misión, y continuando la tradición de las madrileñas Sesiones Críticas de Arquitectura.


Lógicamente, si uno de los planteamientos de los arquitectos más inquietos de la década anterior ha sido el de la necesidad de conocer las discusiones teóricas y las realizaciones de los demás países avanzados, la crisis de la ortodoxia del Movimiento Moderno, que se manifestará en los dos últimos CIAM y que motivará la agrupación de los arquitectos más renovadores en el Team X, habrá servido de toque de atención para los arquitectos españoles más preparados culturalmente. Es normal, por tanto, que desde aquí se acuse recibo de las nuevas corrientes europeas alternativas a la ortodoxia tales como el new-empirisme escandinavo, el new-brutalisme inglés o los neo-liberty y neo-realismo italianos.


En Cataluña, dos textos de las dos figuras que gozan en el momento de mayor fuerza moral, Coderch y Bohigas, marcarán hitos esenciales para la arquitectura de los sesenta.


Ya en una situación de autoridad y prestigio internacional, Coderch en 1961, desde las páginas de la revista italiana Domus, lanzara su manifiesto. No son genios lo que necesitamos ahora, en el que defiende la preponderancia de la tradición en arquitectura, insistiendo en la necesidad de un trabajo arraigado y realista, paciente y honrado, ejemplar y artesano, y oponiéndose al academicismo generado por el Movimiento Moderno:


Es ingenuo creer, como se cree, que el ideal y la práctica de nuestra profesión puede condensarse en slogans como el del sol, la luz, el aire, el verde, lo social y tantos otros. Una base formalista y dogmática, sobre todo si es parcial, es mala en sí, salvo raras y catastróficas ocasiones. De todo esto se deduce, a mi juicio, que, en los caminos diversos, que sigue cada arquitecto consciente, tiene que haber algo de común, algo que debe estar en todos nosotros.


Por otra parte, Bohigas lanzará una serie de escritos reivindicando una perspectiva de trabajo más operativa y vinculada a la realidad económica, técnica y social del país. Las ideas básicas de los Elogi de la barraca (1957), Elogi del toixo (1960) y Elogi de l'oramentació (1920) serán claros precedentes de actitudes presentes en la Esuela de Barcelona de los años siguientes. Y la toma de posición polémica por parte de Bohigas será el primer paso del papel que asumirá a partir de estas fechas, como principal animador de la arquitectura en Cataluña. Envestido como el juez parcial, irá señalado con el dedo el camino más posible más claro representante de una voluntad de servicio cultural que intentará poner en contacto al público con la cultura arquitectónica, que tendrá la preocupación de ir creando escuela y que promocionará la arquitectura catalana contemporánea más allá de nuestras fronteras.


 


 

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