Págs. 27-37.“La tradición académica y el concepto de composición elemental”
Dada la relación de dependencia que existe entre la teoría de la composición elemental expuesta por Guadet y los escritores neoclásicos como Durand, no constituirá una sorpresa descubrir que esta clara separación entre las partes de un edificio ha sido identificada como una característica de la arquitectura neoclásica en general (así lo ha hecho Kaufmann, quien también llama la atención sobre su reaparición en la arquitectura del siglo XX)° e incluso de sus primeras fases, como lo afirma Wittkower, quien destaca la diferenciación de las partes en los diseños de Lord Burlington. La teoría parece haber sobrevivido durante todo el siglo XIX; la práctica quedó, en cambio, algo latente, salvo en los casos donde florecieron prácticas estéticas no estilísticas, como las del pintoresquismo. Por otro lado, la reaparición de esta modalidad de diseño parte por parte bien puede haberse debido al impacto de la pintoresca English Free Architecture [Arquitectura Inglesa Libre] sobre una tradición neoclásica bien establecida, como sucedió, por ejemplo, en Alemania, donde indudablemente no pudo deberse al impacto directo de Guadet.
Págs. 71-83.“Alemania: La industria y el Werkbund”
La teoría de Lipps parece haber sido moneda corriente en el círculo angloflorentino en que se movía Scott (Berenson, Vernon Lee y otros), y éste la aplica para dar visos de objetividad a la actitud extremadamente solipsista que adopta al afirmar que la arquitectura nos afecta por su correspondencia mímica con actitudes y actos humanos. Bien estudiada, su posición depende de un juego de palabras sobre el término «humanista »: Scott lo usa de manera indiscriminada, para referirse al mundo del conocimiento humano, o bien a la proyección de sentimientos humanos en las formas arquitectónicas. Este double-entendre parece ser totalmente inconsciente, pero sobre esa base –y no hay otra– se funda su teoría de la arquitectura renacentista como arte de la forma pura, el gusto puro y el placer puro. Cabe suponer que, de haberlo deseado, Scott habría podido disponer del material con que el profesor Wittkower desarrolló luego su concepción totalmente distinta de la arquitectura renacentista como arte de la forma simbólica; pero guiándose por la concepción académica, que dejaba de lado los valores simbólicos y narrativos, Scott sólo podía explicar su inclinación por la arquitectura renacentista suponiéndola carente de significado en todos los planos, salvo el de la empatía.
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Págs. 942-1023.”El cambio de los años sesenta”
5.-La búsqueda de nuevas direcciones.
Con el transcurrir de los años, no es difícil descubrir la relación positiva de Kahn con las experiencias anteriores. El Movimiento Moderno destruyó la tradición ecléctica; durante toda una generación marginó las distintas experiencias retrospectivas, situándolas en un nivel más bajo y demostrando de forma concluyente la esterilidad de aquella aproximación. Este compás de espera permite ahora mirar al pasado con ojos nuevos, más allá del límite de la polémica entre antiguo y moderno. En el campo historiográfico, los frutos de esta distancia maduran entre finales de los años cincuenta y principios de los sesenta: en pocos años, por ejemplo, se publican los libros de Chastel, Ackermann, Forssman y Wittkower, que revolucionan la comprensión del Renacimiento italiano, epicentro de la tradición académica moderna. Quizá no sea casual que un resultado análogo madure al mismo tiempo en la composición arquitectónica; las sugerencias del pasado toman vida en la memoria de un personaje aislado natural de Estonia, emigrado en Norteamérica donde vivió en las atmósferas enrarecidas de las universidades estadounidenses del Este, donde precisamente trabajan los grandes historiadores citados y se concilian de forma espontánea con el repertorio moderno, a su vez madurado y dotado de un espesor tradicional.