Brunelleschi es considerado el introductor y padre de la arquitectura renacentista. Tanto su biógrafo A. Manetti como L. B. Alberti destacan la importante personalidad de Brunelleschi y nos dan pistas que nos acercan a su modo de entender la arquitectura de los antiguos. Su observación de las ruinas romanas, y el análisis crítico de dichos restos, hace que Brunelleschi desarrolle un modo muy particular, libre y personal de entender lo clásico, introduciendo el racionalismo científico en la práctica arquitectónica.
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 El arquitecto florentino fue por otra parte el precursor de la perspectiva lineal, que tanta importancia tendrá en la plástica del momento. Brunelleschi con sus intervenciones en Florencia, muchas de las cuales se quedan sin finalizar debido a la crisis económica florentina, cambia de forma definitiva el aspecto de la ciudad toscana, proporcionando unas señas de identidad que prácticamente han permanecido inalteradas durante casi cuatro siglos. La cúpula de Santa María del Fiore, El Hospital de los Inocentes, Las Iglesias de San Lorenzo y Sancto Spíritu, la Capilla Pazzi, o el Palacio Pitti son intervenciones singulares que produjeron un fuerte impacto entre sus contemporáneos y que se nos muestran como obras emblemáticas en la Historia de la Arquitectura. El carácter autodidacta de la formación del Brunelleschi, la complejidad y el dominio de las fuentes, la búsqueda de las razones constructivas, la defensa del oficio de arquitecto frente al artesano, el comentado desarrollo de la perspectiva, o la búsqueda de las correlaciones internas en sus obras, son aspectos que hacen especialmente atractiva la personalidad de este singular personaje.
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GIEDION S., Espacio, tiempo y arquitectura. Edit. Edit. Reverté. Barcelona, 2009.
Págs. 65-183. “Nuestra herencia arquitectónica”
La nueva concepción del espacio: la perspectiva y el urbanismo
Filippo Brunelleschi (1377-1446), uno de los grandes iniciadores de la perspectiva, fue justamente una de esas personas; empezó su carrera como orfebre y como estudiante de lenguas antiguas, y llegó a convertirse al mismo tiempo en un gran arquitecto, escultor, ingeniero y matemático. No tenemos derecho a decir que esa enorme versatilidad sólo era posible en épocas anteriores; en cierto sentido, es posible en cualquier época cuando los especialistas no dominan de manera independiente, sino que quedan incluidos dentro de una concepción unificada de la vida. De hecho, uno de los secretos del alto grado de perfección del trabajo renacentista es que no estaba dividido entre especialistas limitados. Por eso, cuando Brunelleschi emprendió la tarea de construir la cúpula de la catedral de Santa Maria del Fiore en Florencia, pudo acometerla simultáneamente como un atrevido arquitecto y como un audaz constructor; proyectó una cúpula que tenía dos capas, como las primeras construcciones orientales. La bóveda se levantó sin andamios, construida libremente en el aire a una altura de más de 30 metros. En su audacia como obra de ingeniería, esta cúpula es comparable a los puentes del ingeniero francés Gustave Eiffel, que se construían directamente en el espacio.
Al comparar nuestro propio periodo histórico con éste, ¿nos damos cuenta de lo que significa encontrar un solo hombre que aúne la capacidad necesaria para ejecutar tanto las obras de ingeniería más audaces como la mejor escultura? Pues esa unión de dotes puede apreciarse en casi todos los grandes artistas del Renacimiento.