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págs.59-88. “ El racionalismo como método de proyectación: progreso y crisis”
La revolución epistemológica, que aportó una paulatina construcción de un método científico y la apertura del máximo horizonte del racionalismo había arrancado con Leonardo da Vinci, Copérnico, Giordano Bruno y Johannes Kepler, con aportaciones trascendentales en Galileo Galilei y Francis Bacon, y culminado con la interpretación y síntesis de Isaac Newton a finales de este siglo XVII. Esta afirmación del poder del pensamiento y la razón, y esta exigencia de la necesaria referencia a la sistematicidad de la ciencia alcanzarían su máxima expresión en el sistema filosófico de George W. Friedrich Hegel a principios del siglo XIX.
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Págs. 65-183. “Nuestra herencia arquitectónica”
La nueva concepción del espacio: la perspectiva y el urbanismo
Al comparar nuestro propio periodo histórico con éste, ¿nos damos cuenta de lo que significa encontrar un solo hombre que aúne la capacidad necesaria para ejecutar tanto las obras de ingeniería más audaces como la mejor escultura? Pues esa unión de dotes puede apreciarse en casi todos los grandes artistas del Renacimiento. Leonardo da Vinci representa la regla, no la excepción. Y esta tradición de que el científico y el artista creativo se combinen en la misma persona persistió a lo largo de los siglos XVII y XVIII.
La peerspectiva y los nuevos elementos constitutivos de la ciudad.
Resultaría engañoso juzgar simplemente el urbanismo renacentista por estas versiones sucesivas de la città ideale. La idea de la ciudad como una entidad en la que pueden coordinarse las interacciones de miles de vidas diferentes era ajena al temperamento de esa época. Ninguno de los grandes artistas del Renacimiento nos ha dejado una planta para una nueva clase de ciudad: ni Bramante, ni Miguel Ángel, ni siquiera Leonardo, de cuya visión de futuro -que tan a menudo iba siglos por delante de su tiempo- casi se podría haber esperado.
Lo que era nuevo en el diseño cívico del Renacimiento debe buscarse en otro sitio: en la absoluta maestría de algunos de los elementos constitutivos de una ciudad. En ese campo, Bramante y Miguel Ángel abrieron posibilidades desconocidas hasta entonces. Situado entre la fructífera época del Gótico -con su espíritu comunitario- y el absolutismo del Barroco, el Renacimiento fue un periodo preparatorio en el ámbito del urbanismo. En los países septentrionales, el siglo XV era todavía completamente gótico, pero en Italia la situación era más complicada. Aunque la perspectiva estaba creando una nueva actitud mental, la tradición gótica perduraba de muchas maneras e influía en la implantación de las mejoras urbanas, particularmente en las plazas públicas. En términos sociológicos, Italia y los países del norte no tenían en absoluto unas diferencias tan marcadas durante este periodo de transición.
Leonardo da Vinci y los albores de la planificación regional.
Los dibujos que Leonardo solía hacer de sus observaciones -ya fuesen referentes a dispositivos mecánicos para hilar, a helicópteros, a propuestas relativas a las ordenanzas de la circulación o a estudios de planificación regional- parecer hoy visiones distantes de épocas aún venideras. En un manuscrito actualmente en posesión del Institut de France, las propuestas para separar en distintos niveles la circulación peatonal de la rodada y un proyecto para repartir alimentos a domicilio mediante barcazas y canales controlados por esclusas se han intercalado entre estudios hidrodinámicos y dibujos de grías, ingenios de guerra y sistemas de fortificación.
Éstos son destellos de genialidad sobre las posibilidades técnicas, pero poco más; no hay rastro alguno de urbanismo integral en ninguno de ellos. El fragmentario trazado para Florencia que se encuentra ahora en la colección del castillo de Windsor es simplemente un proyecto para regularizar el río Arno de modo que pasase por medio de la ciudad siguiendo un cauce absolutamente recto, un plan que trata Florencia como si fuese otra città ideale. No se muestran edificios, y las calles que bordean el río se alinean con los cuadrados de un damero. Los intereses de Leonardo iban por otros derroteros.
Sus estudios hidrodinámicos abordan problemas científicos que en su mayoría no se resolvieron hasta varios siglos después. Por ejemplo, investigó las condiciones que causan los remolinos: se había dado cuenta de que el agua se mueve más deprisa en la superficie que en los niveles inferiores. A los 18 años ya se había ocupado de representar los remolinos del río que aparecía en el paisaje que había pintado para el cuadro El bautismo de Cristo, de su maestro Verrocchio. Leonardo siempre trataba de investigar las fuerzas ocultas y dinámicas existentes en la esferas inorgánica y orgánica, en el microcosmos y en el macrocosmos. Como ningún otro, sabía dar a sus dibujos de plantas una sensación de crecimiento dinámico.
Sin embargo, de todas las fuerzas naturales, a Leonardo lo que más le interesaba -como él mismo afirmaba- era «la naturaleza y el movimiento del agua», que constituía la única fuerza motriz disponible en la época. A partir de sus estudios hidrodinámicos, llegó paso a paso a formular planes muy definidos basados en la comprensión de la estructura física de una región: un punto de vista racional muy característico del progresismo del Renacimiento. A esos planes pertenecen sus proyectos fielmente medidos para regar el valle del Po y para construir una red de canales entre Milán y los lagos del norte de Italia, de los que llegó a excavar realmente algunos tramos. Durante el tiempo que vivió en Roma, en el papado de León X, y no pintó un solo cuadro (1513-1514), Leonardo trazó un impresionante plan hidrográfico para drenar las tierras pantanosas de la región Pontina, una empresa que fue realizada sólo en parte por Sixto V justo al final de su papado. La audacia de otra propuesta suya para hacer navegable un río construyendo un amplio canal -con un trazado curvo de ochenta kilómetros de longitud que salvaba todas las diferencias de nivel- no ha sido superado -por lo que sabemos- ni siquiera por los canales construidos durante el siglo XIX. En un dibujo a pluma y tinta sepia tan deslumbrante como cualquiera de sus cuadros, Leonardo trazó la línea de un canal que se separaría del Arno, uniría Florencia con Pistoia y volvería a unirse al río aguas abajo.
La planificación regional ha de tener en cuenta las condiciones de una zona determinada con el fin de hacer posible una planificación coordinada del uso de la tierra y de la organización de las actividades humanas. Las detalladas indagaciones necesarias hoy en día están muy lejos del enfoque cosmológico de Leonardo, quien trataba de examinar y organizar las fuerzas naturales de toda una región para ponerlas al servicio del hombre. No obstante, todos los planes de Leonardo eran fruto de un concienzudo análisis de cada uno de los diversos problemas a los que tenía que enfrentarse. Pese a toda su volcánica turbulencia, la suya era una época de afanosa indagación. De su imperioso impulso por no dejar sin explorar un solo campo del conocimiento surgieron los primeros intentos conscientes de hacer una planificación regional: una semilla que, aunque predestinada a caer en saco roto- contenía más promesas en estado latente que todas esas plantas geométricas para nuevas ciudades ideales que nunca miraron más allá de la órbita inmediata de su propio tiempo.