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Portada de la publicación

La nouvelle architecture: 1930-1940 : présentée en 20 exemples

  • ROTH, Alfred
  •  
  • Artemis-Verlag
  • , 1975.
  • Ed. original: 1940

BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Págs. 621-669.Formación del Movimiento Moderno en Europa entre las dos guerras. Los progresos de la arquitectura europea entre 1930 y 1940”


El mismo año de la muerte de Maillart, en 1940, A. Roth publica un libro titulado La nouvelle architecture presentée en 20 exemples (con texto en francés, inglés y alemán) que aparentemente tiene sólo carácter documental, puesto que ilustra analíticamente algunos edificios no demasiado conocidos, construidos en el decenio 1930-1940, pero, por su método de exposición y por la elección de los ejemplos, contiene una importante indicación programática y permite concretar la situación del Movimiento Moderno en vísperas de la segunda guerra mundial. Roth escribe en el prólogo:


 La finalidad de esta obra es contribuir a definir la posición hasta ahora alcanzada por la nueva arquitectura, en el curso de su desarrollo. Esta encuesta se propone, pues, por un lado, controlar los resultados logrados en los más diversos países en su alcance general y universal, y por otro, abrir una perspectiva de conjunto sobre las posibilidades que se ofrecen a la evolución futura.


 El sentido y el objeto de este libro han requerido un método de investigación especial. Por principio, hemos querido fundar nuestras consideraciones sólo sobre hechos, sobre realidades tangibles. Es decir, nos hemos propuesto examinar únicamente las construcciones realizadas... Se trataba de reunir un grupo de ejemplos apropiados que, sea por el planteamiento de los problemas, sea por la manera de resolverlos prácticamente, permitieran caracterizar, situar y definir el estado actual de la nueva arquitectura.


 La serie de ejemplos que reproducimos en esta obra demuestra que la nueva arquitectura se halla más adelantada en los países pequeños, como Finlandia, Holanda, Suecia y Suiza. La explicación de este hecho se puede encontrar en el paralelismo de ciertas condiciones comunes a estos países, entre ellas, sobre todo, la posibilidad de libre desarrollo otorgado a la persona humana y a las instituciones sociales. Estos países gozan además de un relativo equilibrio social, económico y político y disponen también de una técnica muy desarrollada. La renovación de la arquitectura se ha producido sólo en pequeña parte en los estados menores, mientras que los grandes centros intelectuales, Viena, Berlín y París, dieron una contribución mucho mayor, pero en las pequeñas democracias el nuevo movimiento encontró condiciones más favorables a su desarrollo. Existe además otro factor que no carece de importancia: la ausencia de una gran tradición histórica y arquitectónica, mientras que en los grandes países el peso de la tradición hace difícil los progresos de las nuevas tendencias, exceptuando lo que sucede en Italia, donde ya se resquebraja el predominio de las costumbres tradicionales. A los pequeños países incumbe la tarea de mantener, desarrollar y transmitir a un futuro más o menos lejano la herencia de la nueva arquitectura, hasta que las grandes naciones estén en condición de resolver, utilizando también las experiencias realizadas en otros lugares, los amplios problemas que se plantean.


 Los demás argumentos empleados para definir la nueva arquitectura y defenderla de sus detractores son los acostumbrados, pero expuestos con singular tranquilidad y con un sentido preciso de la determinación histórica de los problemas:


 Lejos de encerrarse en esquemas preconcebidos como para huir de la realidad, la nueva arquitectura es, en su esencia, una abertura hacia el mundo, supone la sincera aceptación de la realidad que anuncia. Esta abertura, esta sinceridad se expresan en la claridad del organismo espacial, en la lucidez de las operaciones constructivas, en el respeto hacia los materiales empleados. De esta probidad fundamental nace espontáneamente, por así decirlo, la belleza del edificio.


 En las consideraciones sobre la tradición y la historia, la polémica racionalista parece verdaderamente superada:


La renovación de la arquitectura, a finales del siglo pasado, nació de la ruina de una tradición ya muerta, reducida a la vana enumeración de los es tilos más diversos. Así, esta renovación ha tomado el aspecto de una brusca ruptura en la evolución secular del mundo de las formas. Una tradición permanece viva sólo si la época transcurrida transmite a la sucesiva cierto número de nociones, que sirvan de base a la obra de las nuevas generaciones. Ahora esto ya no sucedía. Además, esta discontinuidad imprevista coincide, fuera del campo arquitectónico, con otra serie de cambios bien conocidos. Independientemente de las enormes transformaciones que tuvieron lugar en el campo social y técnico, se ha producido, en primer lugar, un verdadero despertar de los espíritus a la realidad de nuestro tiempo. En su forma actual evolucionada, la nueva arquitectura constituye la expresión clara y directa de esta «conciencia de la época», que se ensancha continuamente. Al mismo tiempo se concreta la misión de la historia, concebida ahora en un sentido vivo o, si se prefiere, más concreto, cuya tarea no es ya restituirnos un pasado muerto y cumplido, sino dar al hombre, a través del conocimiento del pasado, el sentido del presente en el que tiene que actuar. La historia, entendida de esta forma, ampliando e intensificando la conciencia de nuestra época, se convierte efectivamente en uno de los elementos indispensables para el desarrollo de nuestra vida, se hace práctica y a su vez concreta.


 

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