La historia del ayuntamiento de Zumaia está directamente relacionada con las Juntas Generales de Gipuzkoa. Cuando a principios del siglo XVIII se emprendió la construcción del nuevo consistorio, se hizo pensando en dotar a la villa de un lugar adecuado para el gobierno municipal y sus servicios. Pero también para habilitar una sala en la que las Juntas pudieran reunirse guardando el debido decoro y respeto a la institución. Para conseguir el edificio adecuado se compró un inmueble en 1729. Su fachada daba a la actual Foruen Emparantza, pero era una construcción entre medianeras, de frente estrecho y mucho fondo.
Para llevar a cabo la obra de reforma se contrató en 1730 a un perito agrimensor de la villa, Martín de Sagarzurieta. El resultado se nota en la planta por su sencillez extrema. Se rehace la construcción precedente para dejar un espacio diáfano en el primer piso. Será el nuevo Salón de Plenos. No hay arquerías de entrada, sino puertas alineadas con el resto de las fachadas del frente de la calle. Es una casona nobiliaria reconvertida que Sagarzurieta retocó respetando la fachada. Y el retoque fue casi una lotificación del espacio y poco más. En el alzado se ve cómo pasa desapercibida en su entorno, como una construcción civil más que regulariza el frente de la plaza. Pero no se destaca ni se hace notar. Su aspecto actual, mucho más llamativo tras las continuas intervenciones, poco tiene que ver con la modestia del original. En cualquier caso, el pie forzado de ese solar, que remite a la lotificación gótica y no a la del siglo XVIII, mucho más racional en sus proporciones, marca ya la necesidad de reformarlo continuamente.
En 1868 las JuntasGenerales se iban a reunir en Zumaia. Ante esta contingencia el concejo decidió quehabía que mejorar las instalaciones para estar a la altura del evento. Entre hacer un ayuntamiento nuevo o reformar el que había, se optó por lo segundo. Entonces se hizo la primera gran obra de ampliación. El edificio adquirió profundidad y el solar se hizo aún más alargado. Pero la escalera que inicialmente estaba al fondo, quedó centrada y se añadieron tres estancias generosas para servicio del Salón de Plenos y de la entrada.No hay que olvidar que el proyecto de base era poco más que estas dos salas: recibidor en la baja y salón en la primera.
Después de este segundo impulso reformador motivado por las Juntas Generales, fueron las necesidades administrativas las que justificaron las siguientes remodelaciones. El interior está completamente desfigurado. Recientemente se ha perforado el muro que en origen tenía dos puertas de entrada. Eran como las de cualquier casa de cierto empaque en el siglo XVII o en el XVIII: rectangulares, alineadas a la calle y grandes. Pero el aspecto de todo el edificio era marcadamente cerrado y muy opaco. A esta planta baja se le han abierto dos grandes arcos de medio punto que convierten el recibidor cerrado en el tradicional atrio abierto. Además se ha dejado la entrada con un aparejo de sillería vista que enlaza con el recercado esquinero de sillares del mismo tono, para servir de marco al lienzo central de la fachada enlucido en color blanco. El ocre claro de la arenisca, que también está en las ménsulas, en los recercos de los huecos y en los blasones, le da un punto de bicromía elegante, pero no guarda ninguna similitud con el original. El calado de la intervención es tal que corrige al clasicismo desornamentado y modesto del primitivo inmueble, para darle un mayor empaque y hacer que se note su presencia en la plaza. Como resultado, la intervención en cierto modo ha mejorado el original, porque la combinación de la piedra con el revoco blanco es un recurso de la tradición local muy utilizado. Además, se ha dado mayor relieve a los elementos arquitectónicos de la fachada y se ha revitalizado la presencia de los balcones, al proyectar las rejerías sobre el blanco del fondo. En el original todo esto estaba, excepto los arcos del acceso y el color, pero su presencia pasaba casi desapercibida. La última intervención ha tratado de reconciliar al edificio con la tradición neoclásica y lo ha recuperado con una estampa mucho más vistosa. Ahora ya no se diluye en la plaza; su presencia y su identidad se adivinan con un golpe de vista.