CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006. (edición original 1982).
Págs.617-633. "La arquitectura moderna y la memoria. Nuevas percepciones del pasado".
La importancia de la nueva orientación hacia el pasado consistía en algo más profundo que esas disposiciones consagradas a base de manzanas cerradas y entradas simétricas; consistía en penetrar en las ‘subestructuras’ de las tradiciones regionales y universales; en desenterrar la memoria histórica en lugares concretos; en consolidar el territorio frente a la arremetida de la expansión urbana; en concentrarse en la geometría y el tipo; y en explorar ideas constructivas. Algunos de los edificios evocadores concebidos en la primera mitad de los años 1980 surgieron de preocupaciones de esta índole: podrían citarse la casa Rotonda en el Ticino (1980-1981), de Mario Botta, el Museo Nacional de Arte Romano en Mérida (1980-1986), de Rafael Moneo, el Palacio de Congresos de Salamanca (1985-1992), de Juan Navarro Baldeweg, y el Gran Arco de La Défense en París (1981-1987), de Johan Otto von Spreckelsen. Se trataba de edificios que aplicaban algo de las ideas e imágenes neorracionalistas, al tiempo que buscaban resonancias dentro de sus culturas respectivas; todos cristalizaban una serie de aspiraciones sociales contemporáneas, pero también rememoraban formulaciones antiguas y tipos básicos de la historia de la arquitectura como la sala hipóstila y el acueducto (Mérida), la cúpula flotante con un óculo atravesado por la luz (Salamanca) o la puerta monumental como una especie de refugio o arco de triunfo (La Défense).
... Las mejores obras españolas de los años 1980 se produjeron al combinar la exploración de las ideas y el compromiso con los aspectos materiales, espaciales y sensuales de la arquitectura; al enlazar con el pasado sin caer en el pastiche; y al responder a la topografía y el contexto sin renegar de la necesidad de expresar nuevas aspiraciones sociales. Representativo de todos estos aspectos era el Palacio de Congresos y Exposiciones de Salamanca (1985-1992), de Juan Navarro Baldeweg, una obra que abordaba también los dilemas de la monumentalidad moderna en la atmósfera crecientemente democrática de los años posteriores a Franco. Se trataba de una sencilla composición de dos cajas recubiertas de piedra arenisca de color cálido, colocada sobre una plataforma con un telón de fondo histórico de torres y agujas. El trazado típico de Salamanca, con sus calles, plazas y ámbitos al aire libre, se prolongaba en el interior de un modo abstracto. La sección expresaba la intención de llevar la vida de la ciudad hasta el corazón de una institución pública. Sobre el espacio principal estaba suspendida una cúpula rebajada y nervada de hormigón con un óculo en el centro. Esta cubrición maciza estaba hecha con una única pieza encofrada en el suelo y luego levantada hasta su posición, pero sus calles hacían que pareciese completamente ingrávida, flotando en la luz y el espacio sin ningún medio aparente de sujeción; las vigas que la soportaban estaban retranqueadas y no podían verse. Mientras que una cúpula tradicional enraizada en el suelo podría haber dado una imagen de autoridad centralizada e imperial, ésta estaba aplanada y abierta, más bien como un parasol: transmitía la idea de un dosel suspendido sobre una congregación abierta y democrática, como si un trozo de ciudad hubiese sido capturado con propósitos sociales.
La cúpula rebajada y suspendida del Palacio de Congresos de Salamanca se hacía eco de otras cubiertas con iluminación cenital de la historia de la ciudad, pero también procedía del limitado repertorio de formas de Navarro Baldeweg y de sus experimentos anteriores como arquitecto, pintor y artista conceptual. En sus pinturas exploraba temas como la energía de la luz y el agua, o la amenidad de los baños subterráneos árabes con rayos de luz que atravesaban las cúpulas. En sus piezas conceptuales (que tenían un carácter surrealista, casi dadaísta) abordaba ideas más abstractas como la luminosidad, la gravedad y la ingravidez. Más allá de la esfera de los intereses personales de Navarro, el Palacio de Congresos de Salamanca tenía implicaciones sociales y políticas mucho más amplias. La idea central del edificio enlazaba con la iconografía tradicional de la autoridad sólo para subvertirla: ofrecía un antídoto para el tedioso peso de la cultura clásica oficial franquista, y daba una novedosa interpretación a la monumentalidad. Asimismo, su orientación y sus deudas con la tradición arquitectónica eran complejas y críticas. El edificio retornaba a cierta versión de los orígenes, a ese tipo básico de una cubierta que simboliza el cielo, pero lo reformulaba como un espacio moderno y liberador; enlazaba con una larga tradición de construcción de cúpulas (que incluía los ejemplos islámicos y bizantinos además de los romanos), pero invertía las expectativas habituales de carga y soporte; se servía de ‘filtros’ posteriores de la historia de la arquitectura como las cúpulas ilusionistas de John Soane, de comienzos del siglo XIX, pero las usaba como base para la inspiración más que para la imitación. El dosel suspendido de Salamanca era tentadoramente sencillo, pero en realidad contenía muchos ecos e ideas; corroboraba la afirmación de Juan Navarro de que las obras de arte se piensan como «mitos físicos y fabricados».
Si tuviésemos que investigar una genealogía específica del siglo XX para el Palacio de Congresos de Salamanca, la encontraríamos más en el plano de las ideas y los principios que en el de las formas. Había asimilaciones del clasicismo de Asplund, del arcaísmo de Kahn e incluso de la intensidad formal de las esculturas de Brancusi. Sin imitar a su mentor español (De la Sota), Navarro exploraba cuestiones análogas de ambigüedad estructural y visual y sutiles inversiones de las convenciones históricas; aunaba dos tendencias contendientes de la arquitectura moderna española: una interesada en los tipos históricos, y la otra con una percepción intensificada de las fuerzas naturales presentes en la estructura y la luz. Esencialmente moderno en su espacio, su idea estructural y su postura social, el Palacio de Congresos de Salamanca estaba impregnado, no obstante, de lo que T.S. Eliot llamaba ‘el sentido histórico’.
págs. 657-683. "Tecnología, abstracción y concepciones de la naturaleza"
!La arquitectura oscila entre lo único y lo típico. Incluso un concepto de gran originalidad puede basarse en rasgos que son comunes a su época, y en líneas de pensamiento que se remontan desde el pasado reciente al más remoto. En los recovecos internos de la mente el tiempo se comprime; lo viejo y lo nuevo se unen de maneras inesperadas. Ejemplos como el Palacio de Congresos de Salamanca, de Navarro Baldeweg, o el Sangath de Doshi en Ahmadabad sirven para subrayar la complejidad de ideas, fantasías, recuerdos y aspiraciones que pueden intervenir en una única creación, así como la variedad de influencias en las que un artista puede apoyarse para adaptar su propia configuración. Si estas interconexiones actúan en la superficie, el resultado será un simple estilo epidérmico; si actúan en profundidad, es posible lograr una nueva síntesis de forma y contenido. En este caso, todas las pautas de lo heredado se reorganizan, y un nuevo conjunto de principios e ideas generadoras se abre a los demás. Son esas creaciones únicas que encarnan los mitos personales y colectivos en formas de cierto carácter intemporal las que mantienen viva una tradición".