Tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, surge el periodo de la República de Weimar (1918-1933), un régimen político que supuso la llegada de la socialdemocracia, la cual tuvo una gran influencia en el campo de la vivienda social. Por ese motivo, a partir de nuevas fórmulas legislativas, financieras y técnicas, surge la puesta en marcha de un programa revolucionario de viviendas públicas, donde prevalecía el derecho de los ciudadanos a disponer de una vivienda digna, y donde el Estado debía de estar comprometido a dar apoyo a aquellas clases sociales más desfavorables. Las conocidas Siedlungen son uno de los ejemplos más fascinantes del urbanismo moderno, buscando renovar formalmente la vivienda popular a gran escala, lo que acaba suponiendo un enorme reto para los arquitectos contemporáneos de la época.
El Plan Dawes logró estabilizar la economía alemana, y uno de los principales pilares en los que se apoyó dicha recuperación financiera fue la política de vivienda. Una Alemania posbélica donde la situación del alojamiento era una catástrofe, se enfrentaba por una parte a la escasez de viviendas, y por otro lado, a la situación de miles de personas que vivían en las hiperdensas infraviviendas colectivas. En consecuencia, en la segunda mitad de la década de 1920, se pone en marcha el programa de vivienda pública que se fundamenta en nuevas fórmulas legislativas y organizativas, innovadores modelos de financiación y una apuesta decidida por las técnicas constructivas emergentes. Por una parte, desde un punto de vista legislativo, se promulgó el Reglamento de Vivienda, el cual establecía las bases para nuevas tipologías y procedimientos. Por consiguiente, para llevar a cabo los nuevos desarrollos de viviendas asequibles para la clase obrera, se activó una organización un tanto original, mediante la creación de diversas empresas promotoras-constructoras de utilidad pública.
La idea principal era la industrialización del proceso de construcción para lo cual se propusieron técnicas y materiales novedosos, del mismo modo, que se propuso un desarrollo racional a partir de diferentes tipologías. Para solventar los problemas en relación con la industria, se optó por el desarrollo del proceso de racionalización tipológica, es decir, plantas similares y en muchos casos repetitivas, simplificación del repertorio constructivo y de los materiales utilizados, empleo de elementos como carpinterías, escaleras, acabados o equipamientos unitarios. A pesar de todo, a penas hubo mucho tiempo para desarrollar el ambicioso programa de viviendas, la Gran Depresión de 1930 hundió por completo la economía alemana, a lo que se le sumó el auge del nazismo en el país, que un futuro destinó al pueblo alemán al completo desastre.
En el momento histórico-social en el que surge la formación de las Siedlungen hace que sea un hecho histórico, donde la escasez de vivienda y la crisis económica originaron un clima de desesperación para muchas familias, las cuales se vieron obligadas y forzadas a trabajar conjuntamente y dar una solución a la situación en la que estaban envueltas. Es un claro ejemplo de que la arquitectura se encuentra disponible al servicio de la sociedad y como ésta dispone de las herramientas necesarias para convertirse en un beneficio social.
Egoitz MÁRQUEZ ARRIETA
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A consecuencia de la gran escasez de viviendas en Alemania después de la Gran Guerra, se crearon numerosas cooperativas, asociaciones públicas y sindicatos con el fin de construir viviendas económicas en Berlín. Para levantar las primeras viviendas se buscaron terrenos baratos y alejados del centro de Berlín. Hufeisensiedlung se asienta en una zona al sur de la periferia del centro de Berlín llamada Britz. Es una de las primeras viviendas colectivas que se construyeron en la ciudad aplicando el concepto de Ciudad Jardín. La Siedlung Britz se inscribe en el marco de las políticas públicas de construcción de viviendas llevadas a adelante en Europa en el período de entre guerras. La investigación sobre la estandarización de la tipología de los edificios se desarrolla y adquiere relieve urbanístico cuando se abordan grandes conjuntos, que se apartan del trazado vinculante de la ciudad burguesa y entran en relación con los grandes espacios no construidos del territorio. La Siedlung es un conjunto en el que se reconoce una victoria de la “percepción del tipo” sobre la “percepción de lo único” propia de la arquitectura racionalista o moderna. El Britz es una obra de la etapa racionalista de Taut. Con el edificio en forma de herradura, pretendía configurar una socialización de sus habitantes, que estos tuvieran un contacto directo con la naturaleza y disfrutaran del aire, luz y sol, de ahí los grandes balcones y ventanales que se abren al paisaje. Los espacios entre hileras se abrían ligeramente hacia el norte, de forma que el arbolado del parque público de Jungefernheide parecía introducirse entre los bloques, a modo de transición entre la ciudad y la naturaleza. La belleza consiste en la relación directa entre edificio y finalidad, en las oportunas características de los materiales y en la elegancia del sistema constructivo. La estética de la nueva arquitectura no reconoce ninguna separación entre fachada y planta, entre calle y patio, entre delante y detrás. Ningún detalle vale por sí mismo, sino que forma parte del conjunto. “El color tiene la capacidad de ampliar o disminuir los espacios entre los bloques, de influir en las proporciones de los edificios de una manera u otra…, como pueden establecer una conexión u oposición entre naturaleza y construcción y otras muchas más… Por tanto, dentro del proceso constructivo, no se puede prescindir en absoluto del color, hay que trabajarlo tan lógica y consecuentemente como cualquier otro material…” (HUSE, 1992, 43). Así expresaba Bruno Taut la inmensa importancia del color para la arquitectura de las Siedlungen y para la configuración de los espacios exteriores que tenían una doble función espacial para transformar los espacios de las calles y para diferenciar las viviendas, dándolas un toque de singularidad, alejándose de la monotonía que los bloques de vivienda iguales podían crear.
Aitana MARTIN MERINO
pág. 351-369. " Las críticas totalitarias al Movimiento Moderno".
En Alemania, los debates políticos sobre la nueva arquitectura habían continuado a lo largo de los años 1920. El apoyo socialista de los grandes conjuntos de viviendas había contribuido a asignar automáticamente a las Siedlungen de cubierta plana, y a los arquitectos que las habían proyectado, el estigma de ser comunistas. Poca importancia tenía que sólamente algunos arquitectos modernos fuesen partidarios del marxismo, o que se pudiesen alcanzar una gran variedad en la expresión de los ideales socialistas; los críticos de derechas desconfiaban de la arquitectura moderna y decidieron medirla toda por el mismo rasero. El tono de cierta clase de críticas frecuentes ya a finales de los años 1920 se aprecia bastante bien:
"Segun los dirigentes de la Bauhaus, las habitaciones deben parecer estudios o quirófanos, toda calidez está proscrita en ellas. Así que nada de madera, las alfombras y los tapices son pecados contra el Espíritu Santo de la "Sachlichkeit". En su lugar, el vidrio, todo tipo de metales o de piedra artificial, éstos son los matariales de moda. El hombre nuevo ya no es un hombre, es un "animal" geométrico; no cecesita ni una vivienda ni ul hogar, sólamenteo una "máquina de habitar". Este hombre no es un individuo, ni una personalidad, , sino un ente colectivo, una pieza del hombre masa. Y por ellos esos arquitectos construyen "conjuntos de viviendas", bloques de pisos de una uniformidad desoladora, en los que todo está standarizado. Son casas de vecindad construidas no por necesidad, como en las ciudades en rápido crecimiento durante la segunda mitad del siglo XIX, sino por una cuestión de principios. Estos arquitectos quieren acabar con la personalidad del hombre, quieren el colectivismo, porque su objetivo último es el marxismo, el comunismo".
En esta versión encontramos la arquitectura moderna descrita como algo desarraigado, materialista, incómodo, inhumano,comunista y antialemán. Otro estilo de crítica se concentraba en la supuesta falta de sentido práctico de los edificios modernos, en sus cubiertas planas con goteras, en el desconchado de las superficies blancas de yeso, en la oxidación de las ventanas y en la ignorancia patente en ellos de los viejos métodos de afrontar los rigores del clima.
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MONTANER Josep Maria., La modernidad superada. Arquitectura, arte y pensamiento del siglo XX . Gustavo Gili. Barcelona, 2002.
págs.25-58 “Espacio y antiespacio. Lugar y no lugar en la arquitectura moderna”
No podemos olvidar que dentro de la arquitectura moderna existen dos tradiciones distintas y totalmente contrapuestas respecto a la relación entre arquitectura y paisaje: la de la ciudad-jardín de Ebenezer Howardy las primeras Siedlungen alemanas integradas en el paisaje, por una parte, y la que momentáneamente se impuso y triunfó, representada por el racionalismo, la nueva objetividad y Le Corbusier en sus primeros planes urbanísticos, por otra. Esta tradición dominante se basaba en la omnipresencia de la arquitectura y en el poco respeto por las circunstancias ecológicas. La Carta de Atenas sería la máxima expresión de esta corriente racionalista y tecnocrática que ha servido de base para el urbanismo especulativo del capitalismo y para los tejidos residenciales sin atributos del que se denominó "socialismo real". De hecho, la recuperación de la idea de lugar también ha constituido una crítica a la manera cómo se ha realizado la ciudad contemporánea. Y la revalorización de la idea de lugar estaría estrechamente relacionada con el inicio de la recuperación de la historia y la memoria, unos valores que el espacio del estilo internacional-o antiespacio- rechazaba.
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