Págs. 471- 489.“Disyunciones y discontinuidades en la Europa de los años 1950”
La casa Ugalde en Caldes d’Estrac (1951) estaba colgada sobre el mar en un emplazamiento espectacular, con vistas de los pinares en varias direcciones. Coderch respondió al terreno irregular, a la luz, al sol y al mar con una planta fracturada y orgánica que combinaba espacios interiores y exteriores a varios niveles.
Al igual que su colega de Barcelona Josep María Sostres, Coderch había estudiado durante varios años la arquitectura vernácula encalada de la costa mediterránea y de las islas Baleares, e incluso a finales de los años 1940 había hecho proyectos con un eco directo de estas fuentes mediterráneas.
Con la casa Ugalde, Coderch se abrió camino hacia una nueva fluidez y una nueva abstracción que recordaban tanto las pinturas jeroglíficas de Miró como esa larga tradición de la forma de inspiración natural que se remonta hasta Jujol y Gaudí. Al mismo tiempo, la Ugalde hablaba el idioma de la arquitectura moderna internacional. Las casas posteriores de Coderch seguían respondiendo a temas hedonísticos y poéticos similares, pero con un vocabulario de una precisión cada vez mayor que recordaba en ciertos aspectos la obra de Schindler o Neutra en el sur de California.
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págs.25-58 “Espacio y antiespacio. Lugar y no lugar en la arquitectura moderna”
En las obras de arquitectos de la llamada "tercera generación" renace el interés por la arquitectura vernácula al unísono de esta sensibilidad por el lugar.
El catalán José Antonio Coderch(1913-1984) ofreció con su obra una síntesis de arquitectura tradicional y lenguaje moderno. Su visión funcionalista y austera le exige el uso de unas formas a veces racionales, a veces orgánicas. Su veneración panteísta por lo popular le lleva a desarrollar precedentes de la arquitectura vernácula, en una obra que se integra sabiamente en el contexto paisajístico y que rechaza la ciudad. Véase como ejemplo para dogmático la manera como se proyecta la casa Ugalde en Caldetas(1952). Una forma orgánica, como de ameba, con resonancias surrealistas y con formas pertenecientes al repertorio de Joan Miró, Jean Arp o Alexander Calder, se va amoldando a los condicionantes concretos del entorno y del programa. La forma de la parcela, la topografía, las vistas hacia el mar, la orientación, el arbolado preexistente y el programa doméstico acaban configurando una obra inédita, que no se puede percibir desde criterios establecidos de fachada, orden y frontalidad. La complejidad del interior se manifiesta en una sección hecha de espacios escalonados que se amoldan a las funciones del cuerpo humano...