Pág.318 "Ese proceso de asimilación y reinterpretación parece evidente en la obra del maestro danés Jorn Utzon , sobre todo en la iglesia de Bagsvaerd , construida en un barrio periférico de Copenhague en 1976, y en la cual los elementos prefabricados de hormigón y de dimensiones normalizadas que forman el cerramiento se combinan de un modo particularmente articulado con bóvedas laminares de hormigón armado realizadas in situ que cubren los volúmenes públicos principales. Y aunque puede parecer a primera vista que esta combinación de montaje modular y moldeado in situ no es más que una adecuada integración de toda la gama de técnicas para el hormigón por entonces disponibles, puede decirse que el modo de combinar estas técnicas alude a una serie de valores opuestos de manera dialogística.
En un aspecto, se puede afirmar que el montaje modular prefabricado no sólo concuerda con los valores de la civilización universal , sino que también 'representa' su capacidad para la aplicación normativa, mientras que una bóveda laminar realizada in situ es una invención estructural 'excepcional' construida en un emplazamiento singular. Puede alegarse, siguiendo a Ricoeur , que mientras el primero ratifica las normas de la civilización universal, la segunda proclama los valores de la cultura idiosincrásica. De manera similar, podemos interpretar estas formas diferentes de construcción con hormigón como el enfrentamiento entre la racionalidad de la técnica normativa y la falta de racionalidad de la estructura simbólica. Pero otro nuevo diálogo se evoca en cuanto pasamos del revestimiento modular económicamente óptimo del exterior (ya sean los paneles de hormigón o el acristalamiento patentado de la cubierta) a la estructura y la bóveda laminar que cubren la nave, realizadas in situ y nada óptimas. Estas bóvedas —un modo de construcción relativamente antieconómico si se compara, por ejemplo, con las cerchas metálicas— se seleccionaron deliberadamente por su capacidad simbólica: la bóveda significa lo sagrado en la cultura occidental .
Y sin embargo, la sección sumamente elaborada adoptada en este caso difícilmente puede considerarse occidental. En realidad, el único antecedente de semejante sección en un contexto sagrado era oriental: la cubierta de las pagodas chinas , citada por Utzon en su trascendental artículo de 1962, “Plataformas y mesetas: ideas de un arquitecto danés”. Las alusiones sutiles y contrarias incorporadas a esta cubierta laminar plegada de hormigón tienen consecuencias mucho mayores que la obstinación aparente de reinterpretar una forma oriental de madera con la tecnología occidental del hormigón; pues aunque la bóveda principal situada sobre la nave indica, por su escala y por su iluminación superior, la presencia de un espacio religioso, lo hace de tal manera que evita una lectura exclusivamente occidental u oriental de la forma mediante la cual queda definido. Una interpenetración occidental-oriental parecida tiene lugar también en las ventanas de madera y los tabiques de listones, que parecen aludir tanto a la tradición vernácula nórdica de las iglesias de troncos como a las agitadas obras de madera tradicionales en China y Japón. Las intenciones que había detrás de estos procedimientos de deconstrucción y resíntesis parecían ser las siguientes: primero, revitalizar ciertas formas devaluadas occidentales mediante un remodelado oriental de su naturaleza esencial; y segundo, indicar la secularización de las instituciones representadas por estas formas. Ésta era posiblemente una manera muy adecuada de presentar una iglesia en una época secular en la que la iconografía eclesiástica tradicional siempre corría el riesgo de degenerar en el kitsch.
Esta revitalización de los elementos occidentales con perfiles orientales y viceversa no agota en absoluto las diversas maneras en que la iglesia de Bagsvaerd se articula con respecto a su situación en el tiempo y en el espacio. Utzon le confirió también una forma parecida a un granero, usando una metáfora agrícola para dar expresión pública a una institución sagrada . Pero esta metáfora algo críptica —que asociaba la religión con la cultura agraria— muy bien podría cambiar con el paso del tiempo, pues cuando los árboles jóvenes hayan crecido, la iglesia aparecerá por primera vez dentro de sus propios límites. Este temenos natural, constituido por una cortina de árboles, provocará sin duda que en el futuro el edificio se entienda más como un templo que como un granero".