La historia de la facultad de arquitectura comienza con una ruptura. Hasta 1980 la arquitectura se enseñaba todavía, como en el siglo anterior, en la venerable Escuela de Bellas Artes de Oporto junto a la escultura y la pintura. Pero la evolución de la práctica y del estatus del arquitecto acabó imposibilitando aquella cohabitación.
La arquitectura abandona entonces la antigua escuela de bellas artes para ser impartida en unos nuevos edificios que serán construidos en el campus de la universidad de Oporto.Por unanimidad, los arquitectos que componen el equipo docente, confían el proyecto al más prestigioso de todos ellos: Álvaro Siza, antiguo alumno de la escuela. El proyecto se ubica muy cercano a la desembocadura del río Duero, rodeado de vegetación, en uno de los grandes pulmones verdes de la ciudad el cual se extiende a ambas orillas del río y anclado en lo alto de una de las últimas terrazas de Oporto que permanecen intactas. Este edificio universitario se asoma sobre el paisaje. Es el carácter limítrofe de una orilla el que volverá a ejercer como factor condicionante en este proyecto como fue para sus anteriores encargos de la casa del té en Matosinhos.
Las características del lugar generan dos ámbitos principales en este proyecto que se configuran morfológicamente de manera diferente. Alineados sobre los ejes largos del solar triangular, en la fachada sur, los volúmenes son exentos, de dimensiones semejantes en planta y separados rítmicamente, abriendo así el conjunto hacia el río; mientras que en la fachada norte los volúmenes son continuos, y crean un telón de fondo, y a la vez, una barrera acústica y visual respecto a la autovía vecina.
El lado norte del edificio contiene las oficinas de la Facultad, los anfiteatros, la galería de exposiciones y la biblioteca, mientras que el lado sur alberga los talleres y despachos de los profesores.El arquitecto trabajó para conseguir que la obra ofreciera a los estudiantes espacios de interacción fuera de las aulas, en ese entorno natural ubicado dentro del tejido urbano de la segunda ciudad más importante de Portugal.
El espacio triangular central conformado por los edificios se desarrolla en dos cotas diferentes, sin embargo, mantiene un carácter unitario asimilable a un gran “patio abierto” con carácter de ágora mediante el cual se integra en todo el conjunto.A pesar de albergar gran variedad de espacios, es a las aulas a las que concede un lugar privilegiado. Esto lo consigue dividiendo el programa en 4 torres, subiendolas en altura posibilitando unas maravillosas vistas sobre el Duero y la orilla opuesta del río. Siza sacó partido aislando estos 4 prismas en planta con el fin de que los estudiantes pudiesen disfrutar de las vistas y cambios de iluminación que conllevaba el tener 4 orientaciones diferentes. Esta actitud que adopta ante el paisaje se debe a una experiencia personal de una enfermedad durante su niñez que justifica su rechazo hacia el enmarcamiento fijo de las vistas.‘‘Así, una cosa que en general hago, es no imponer una única y permanente vista al paisaje, porque creo que cansa y es algo que luego se vuelve aburrido’’.
La intención de Siza era evitar enmarcar un paisaje completo a través de un único hueco, sino que más bien lo plantea para formar parte de la experiencia de la arquitectura. Esto se traduce en forma de recorrido o promenade architecturale. A diferencia de la conocida promenade lecorbusierana en la que predomina la policromía, la monocromía en Siza obliga a que intervengan otros elementos en sus recorridos como son las luces directas, indirectas o difusas, que distan mucho de ser secundarias. Del mismo modo, rechaza las fachadas de vidrio ya que estas le quitan emoción a la experiencia de la arquitectura. Prefiere edificios que jueguen con ocultar y sorprender, enmarcar el paisaje como si de ‘‘cuadros’’ se tratase.
Podemos encontrar gran importancia del cubismo tanto en esta obra como en otras, ya que maneja diversos fragmentos y a su misma vez mantiene una sensación de orden global. Por otro lado, delinea una geometría en la imagen orgánica, es decir, que lo que proyecta está dentro de la logica del paisaje, pero su relación con el mismo no es puramente mimética. ‘‘Hacer arquitectura es geometrizar’’. Respecto a los materiales, como en la mayoría de sus primeras obras, utiliza el hormigón, el cual reviste de un color blanco. El asunto del color es algo que preocupa mucho más de lo que parece a Siza. No cree que la elección del color sea una decisión que proceda de un catálogo ya que implica cuestiones mucho más complejas y abiertas. Hablar del color es hablar de la luz, del clima, del contexto y de la atmósfera del lugar y también de las personas. No es partícipe de la arquitectura exótica ni extravagante, como tampoco le gusta emplear el color exóticamente, de forma extraña y chocante, de manera autónoma. Si va a construir en una ciudad mediterránea como respuesta al clima utiliza el color blanco.
Los interiores de Siza son sobrios, elige el color blanco y lo combina con piedra en color beige para el pavimento y los zócalos, como lo hace también en la iglesia de Sta María en Marco de Canavezes, aunque en esta obra los prolonga hasta una altura de ¾ de pared para protegerla del posible desgaste consecuencia del tránsito de personas que soportara la escuela. Aquellas salas donde quiere conseguir un mayor confort emplea la madera tanto en pavimentos como mobiliario, algo muy común en su arquitectura.
Itziar DEL HORNO