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Casa de la Cascada

Fallingwater. Casa Kaufmann
  • 1935 - 1937
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  • WRIGHT, Frank Lloyd
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  • Bear Run- Condado de Fayette (Pensilvania)
  • Estados Unidos
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BROOKS PFEIFFER Bruce. Frank Lloyd Wright 1876-1959. Construir para la democracia. Edit. Taschen. Colonia, 2006.


p.53 Hablando con los miembros de la Talliesin Fellowship, Frank Lloyd Wright decía sobre esta casa realizada para Edgar J. Kaufmann: "Fallingwater", la casa de la cascada, es una de las más grandes bendiciones que se puede encontrar aquí en la tierra. Seguramente no hay nada que se pueda comparar con la armonía y la simpática expresión del principio de serenidad y reposo que se produce mediante la combinación del bosque, rio y roca con los elementos de la construcción. Pese a que la música del río siempre está presente, no se presta tención a ningún ruido.  Se oye las cascadas al igual que se oye la quietud del paisaje...". En esta casa se puso a los habitantes en una relación mucho más íntima con la naturaleza que en cualquier otra casa, un aspecto profundamente enraizado en la personalidad de Wright. La Fallingwater goza de una celebridad mundial, sobre todo gracias a las fotografías tomadas desde la parte inferior de las cascadas, mostrando los balcones y terrazas sobresalientes. Wright consiguió establecer una mínima relación entre los habituales de la casa y la cañada, los árboles, el follaje y las plantas silvetres. En cada parte de la casa se glorifica la naturaleza del entrono, que forma un elemento constituyente de la vida diaria. La planta principal ofrece una vista en tres direcciones,; las terrazas están situadas en dos direcciones; una en dirección al curso del rio, la otra se proyecta sobre las rocas y las cascadas. En la planta superior, cada unode los dormitorios tiene una terraza propia, y también desde el estudio y la galería dormitorio de la tercera planta se puede acceder a una terraza esterior. Todos los elementos verticales de lacasa están construidos en piedra nativa, con "saledizos", piedra de ligero relieve, que dan a la superficie de los muros un aspecto escultural. Todos los elementos horizontales son de hormigón colado. Los suelos, al igual que las paredes, están recubiertos de ìedra, y los trabajos de madera están realizados en nogal de finas vetas. Un camino semicircular lleva de la casa principal a la casa de invitados, situada un poco más arriba de la colina. 


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FUSCO Renato de., Historia de la Arquitectura Contemporánea. Edit. Celeste. Madrid,1975.


Págs. 387-392. "Las obras de la arquitectura orgánica. La casa Kaufmann (Casa de la Cascada)"


Construida en 1936 y 1939, la casa de la Cascada es la obra más conocida de Frank Lloyd Wright y las más emblemática de toda la arquitectura orgánica, teniendo por otra parte algunas connotaciones ̶ _basta recordar el lugar insólito en que sea levanta o el desarrollo de su construcción ̶ _que en todas las épocas han colaborado a la popularidad de una obra de arquitectura. Se diría que esta pequeña mitología anecdótica ha servido en parte para entender un puente sobre ese foco abierto en la comunicación entre arte y publico que se manifiesta especialmente en las llamadas artes asemánticas, como la arquitectura y la música. El edificio se erige en una localidad denominada Bear Pun (Pennsylvania), abundante en árboles, rocas, cascadas, y torrentes, y se levanta paralelamente al torrente que da nombre a toda la zona precisamente en el punto en el que desde la ladera superior se precipita en una cascada. Debe observarse antes todo que los voladizos de la construcción hacia el valle no se extienden sobre unan gran superficie de agua, como los trampolines de una piscina, son que tratan de alcanzar idealmente la otra orilla del torrente, en realidad muy próxima, como si fuera un puente entre ambos márgenes. Esto no puede observarse en la conocidísima foto hecha desde la parte inferior, y creemos que debe destacarse porque demuestra como el edificio desarrollándose según el trazado del torrente y en su punto más estrecho, se relaciona con la naturaleza del lugar sin violencia y sim buscar efectos se suspense psicológico.


El gran salón, que se abre hacia el sur flanqueado por dos terrazas, está en el piso principal y al lado de la chimenea, apoyado sobre una roca, y también aquí es el punto de giro de toda la composición; la entrada se sitúa en su esquina este (a la que se accede mediante una carretera que salva el torrente por un puente y que recorre toda la zona septentrional de la casa), a la que sigue la escalera que lleva al piso superior, y después una pequeña zona para el comedor y la cocina. Esta secuencia de ambientes ocupa todo el lado norte del edificio, que en esta parte se apoya y encaja en el macizo rocoso. Desde el salón se accede por una gran escalera al basamento del edificio, donde surgen del agua de la cascada unos soportes de hormigón de sección variable y otros elementos estructurales construidos con bloques de piedra local, toscamente desbastados y dispuestos en hileras horizontales. Uno de los elementos más significativos del piso del salón es la pequeña terraza que existe en el lado oeste que, exenta en tres de sus lados, acentúa la volumetría dinámica de la banda maciza horizontal de la barandilla inferior. En el piso superior, el espacio de la parte cubierta de la casa se acorta a lo largo del eje norte-sur, conteniendo tres dormitorios con sus respectivos baños; cada uno de ellos se abre sobre una terraza, situadas respectivamente al oeste, al este y al sur; esta última se cruza con la del salón inferior, de la que por otra parte constituye la cubierta. En el tercer piso existe un solo dormitorio, un baño y nuevamente una terraza. Los tres pisos de la casa se van retranqueando progresivamente hacia el macizo rocoso, de manera que las terrazas se cada uno resulta en su dimensión mayor perpendiculares a las del cuerpo inferior. Así, y manteniendo fijo el punto de giro en la chimenea, construida también en piedra del lugar, la sucesión de planos descrita equivale a un cruce continuo de unos volúmenes sobre otros; el esquema cruciforme de muchas de las Prairie Houses se convierte aquí en una especie de encrucijada espacial. En la casa Kaufmann, sin embargo, del trazado cruciforme quedo solo, por así decirlo, el sistema, pero no la morfología; aun pareciendo un continuo cruce de volúmenes y de planos, nada presenta la forma de una cruz propiamente dicha, tanto porque este encuentro a 90 grados se los elementos ocurre a distintos niveles como sobre todo porque los voladizos y los entrantes son completamente imprevisibles, reflejando un movimiento de contracción y de expansión que pertenece solo a la <> interna de este organismo excepcional. Pero, aparte del criterio de los cruces en el espacio, ¿Qué otros construyen la lógica compositiva de la obra? Parece que hay dos que predominan: el de una forma de proyectar que procede desde el interior hacia el exterior, más evidente aquí por la caracterización libre de casa uno de los ambientes, no condicionados en absoluto por unas relaciones horizontales de contigüidad fijas ni por una superposición vertical rígida, como lo demuestran los propios ambientes exteriores, las terrazas, y la integración del


edificio con un entorno natural determinado. Los dos principios dan lugar a una profunda tensión entre el máximo sometimiento de los naturales. La asimetría de los bloques, el desplazamiento de los volúmenes y de los pisos, responden a una voluntad conformadora figurativa, pero reflejan también, se adaptan y exaltan al <> orgánico propio a la naturaleza del lugar; puede decirse así que la casa traduce en artificio la fuerza salvaje de estas rocas y cursos de agua. Y sin embargo la traduce sin ninguna concesión al mimetismo; en efecto, si exceptuamos los elementos verticales en piedra del lugar (pero ¿quién dudaría de que no son, a su vez, artefactos?), los rasgos más destacados de la obra lo que la definen y la distinguen del contexto paisajístico, son las acusadas terrazas en voladizo, volúmenes bajos, tan potentes, estereométricos y artificiales que anulan figurativamente a los propios ambientes interiores, que apenas destacan, tras sus cristaleras reflectantes y trasparentes, entre el verticalismo rustico de los soportes y la horizontalidad pulida de las balaustradas. Independientemente de algunos detalles preciosos (recordaremos solo la ventana en esquina situada al oeste que marca toda una banda vertical), la casa de la Cascada es todo un juego de equilibrios aparentes inestables entre solidos macizos rocosos y volúmenes facetados y estereométricos que, mientras parecen firmemente anclados en los primeros, se balancean en el espacio en virtud de su rigidez, que es en definitiva la rigidez de su forma.


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KOSTOF, S., Historia de la Arquitectura. Edit. Alianza. Madrid, 1985.


pág. 1287... Ahora, después del barbecho de los años veinte. Wright había vuelto a un típico estallido de regeneración. Había dejado tras de sí su período de la pradera, aquel período de yuxtaposiciones cubistas y "la línea tranquila, intuitiva y horizontal.. la línea de la posesión humanoa de su tierra...". Elemento voladizos y continuidad: este era su nuevo programa. En uno de sus dos impresionantes edificios de los años treinta, la llamada Casa de la Cascada en Bear Run, Pensilvania, lanza audazmente al exterior tres plataformas flotantes y libres sobre una pequeña caída de agua y las ancla en la roca natural. Aquí hau todavía algo de la Casa de la Pradera;también podemos detectar un reconocimiento, a regañadientes, del Estilo Internacional en la geometría interrealcionada de los planes y en la superficie plana, sin texturas, de las principales repisas.Pero la casa está concienzudamente fundida con su emplazamiento y, en el interior, los muros de tosca piedra y los suelos son de una aspereza elemental.


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MONTANER Josep Maria., La modernidad superada. Arquitectura, arte y pensamiento del siglo XX . Gustavo Gili. Barcelona, 2002.


págs.25-58 “Espacio y antiespacio. Lugar y no lugar en la arquitectura moderna”


Integrando los manifiestos en favor de la arquitectura orgánica por parte de Louis Henry Sullivan, Wright basa sus proyectos en tramas geométricas y poligonales, relacionando la obra con el entorno natural, amoldando el espacio al programa funcional y utilizando materiales tradicionales. Para Wright, auténtico pionero de la exploración de la relación de la arquitectura con el lugar, este vínculo se desarrolla en un paisaje civilizado por la cultura agraria estadounidense. Se trata de un paisaje basado en la lotización, en el cual no hay contradicción entre naturaleza y máquina sino todo lo contrario: la misma naturaleza de la máquina es orgánica. Esta alianza entre ambas se expresa en la patria artificial de los campos, en un paisaje productivo en el que la máquina y la naturaleza son aliados. Por esta misma razón, las formas abiertas, orgánicas y crecederas pueden configurarse mediante tramas geométricas y racionales. En sus proyectos la casa asume la horizontalidad del paisaje. En la casa Kaufmann o de la Cascada(1931-1939), unas grandes plataformas artificiales de hormigón en voladizo -es decir, una solución de alta tecnología- cualifican y mejoran un entorno de gran belleza natural.


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TRANCHTENBERG M. HYMAN I., Arquitectura de la Prehistoria a la Modernidad. Edit. AKal (Madrid,1990).


págs. 661-662, La casa de la Cascada o Fallingwater House. Bear Run.Pennsylvania.1937.


Una casa construida en Bear Run para el millonario Edgar J. Kaufmann, es la obra de Wright más amada en el mundo. Aunque de manera objetiva este punto de vista exagera la proyección saliente y la pendiente en masa, capta bien el sentimiento de esta casa extraordinaria. La corriente corre a los lados y por debajo de la casa; las terrazas parecen empujarla dentro de la órbita de la estructura, desde donde unas escaleras descienden misteriosamente hacia el agua. El edificio consigue su espíritu único de esta conexión íntima entre la corriente y el solar. Las chimeneas y pilares almohadillados florecen en abruptos escarpados de la roca sobre la que están construídos, mientras grandes terrazas de ferrohormigón sobresalen al espacio de la garganta y los árboles plantados en un abrazo entre la arquitectura y loa naturaleza. Aunque Wright comprendió los planos de los prototipos europeos tensos, blancos y de ferrohorigónn de forma propia, como si fuera piedra pura con cantos suaves y redondeados, no como las membranas de cantos afilados de Le Corbusier. Pero los que más distingue la Fallingwater de las casas europeas del alto modernismo es la localización y el esquema. Mientras que la Villa Saboya vigila noblemente un campo abierto y la Schroeder House realiza la coreografía de Stijl con gestos formales y recortados. Fallingwater explota con el movimiento de la frontera americana del siglo XIX. Y aunque la Villa Saboya y Fallingwater fueron construídas para millonarios, la primera se alza como un templo a la era de la máquina, mientras Fallingwater celebra abiertamente un individualismo capitalista autoindulgente, aunque sensible estéticamente, refugiándose en sus dominios particulares.


Si la Johnson Wax reinterpretaba el espacio de trabajo sacramental, la Casa de la cascada diseñada por Frank Lloyd Wright en el año 1935, encarnaba el ideal que tenía Wright de un lugar para vivir fundido con la naturaleza. De nuevo el hormigón armado proporcionó el punto de partida; sólo que esta vez el gesto del voladito era extravagante hasta la locura, en contraste con la calma implacable de la estructura fungiforme de la Johnson Wax. La Casa de la cascada sobresalía de la roca natural en la que estaba anclada como una plataforma libre y flotante suspendida sobre una pequeña cascada. Proyectada en un solo día, este espectacular gesto estructural fue la manifestación suprema del romanticismo de Wright.


Sin las restricciones de la extensa línea de tierra del 'estilo de la pradera', las terrazas de esta casa aparecían como una acumulación de planos milagrosamente suspendidos en el espacio, situados a distintas alturas por encima de los árboles de un valle muy boscoso. Enganchada a la escarpadura mediante los soportes de hormigón armado de las terrazas, la Casa de la cascada es muy difícil de fotografiar. La fusión con el paisaje es total, pues, pese al abundante uso de cristaleras horizontales, la naturaleza impregna la construcción a cada paso. El interior evoca la atmósfera de una cueva amueblada más que la de una casa en el sentido tradicional. Los toscos muros de piedra y las losas del suelo son una especie de homenaje primitivo al emplazamiento; lo confirman las escaleras del salón, que, en su descenso a través del forjado hasta la cascada inferior, no tienen más función que poner al ser humano en un contacto más íntimo con la superficie del arroyo.


La permanente ambivalencia de Wright con respecto a la técnica nunca quedó expresada de modo más singular que en esta casa, pues, aunque el hormigón había hecho posible el proyecto, el arquitecto aún lo consideraba un material ilegítimo, un 'conglomerado' que tenía 'poca calidad en sí mismo'. Su intención inicial había sido cubrir el hormigón de la Casa de la cascada con pan de oro, un gesto del que fue disuadido gracias a la discreción del cliente. Finalmente se conformó con pintar la superficie de color albaricoque. En adelante, aparte de sus casas 'usonianas', sumamente prácticas, Wright siguió desarrollando una curiosa arquitectura como de ciencia ficción que, a juzgar por el estilo exótico de sus últimos dibujos, parecía pensada para albergar alguna especie extraterrestre. No obstante, Wright ya había reconocido esta obsesión por lo fantástico en 1928: “El hecho es que Usonia necesitaba romanticismo y sentimiento. El fracaso en conseguirlo es menos significativo que el hecho de que se buscara”.


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