Aunque el regionalismo no estaba en el “programa oficial francés” (que tendía a reflejar los valores de la tecnocracia centralizada), había otros varios arquitectos que mostraban interés por el carácter y el clima de algunos lugares geográficos en particular. Entre ellos, estaba la enigmática figura de Fernand Pouillon, cuya reconstrucción de la zona próxima al Vieux Port o “puerto viejo” de Marsella en la década de 1950 era la síntesis del urbanismo de Le Corbusier, en tanto que recurría a la idea tradicional de la fachada urbana continua, la manzana delimitada por calles y una articulación clásica simplificada realizada en piedra.
Pero el resultado no podía descartarse como una simple muestra de tradicionalismo agotado, pues poseía una cualidad duradera en el manejo de la escala, las proporciones y los materiales.
Pouillon se consideraba seguidor de Perret, pero su cultura de la arquitectura también se extendía al mundo norteafricano y estaba teñida de una sensibilidad mediterránea en general; realizó varios grandes proyectos en Argelia, siendo el más notable de todos el enorme conjunto de viviendas conocido como Climat de France (1957), concebido como un bloque perimetral macizo que rodeaba un vasco patio interior.
En este caso se dio al programa doméstico un tratamiento abiertamente monumental que se hacía eco de los muros y los bastiones las ciudades antiguas.
Una preocupación recurrente en la arquitectura francesa de los años 1950 eran las relaciones apropiadas entre el “arte” y la “técnica”. Se trataba de un dilema capital para el racionalismo estructural y que en Francia, al menos, se enfatizaba por la distinción institucional entre la École Polytechnique y la École des Beuax-Arts.