p.39. El Hotel Imperial de Tokio es uno de los edificios más conocidos de Frank Lloyd Wright fuera de los Estados Unidos. Diseñado por Wright en 1916, el edificio fue construido en el distrito de Ginza en Tokio, Japón, y se considera uno de los mejores ejemplos del estilo arquitectónico de Wright en el extranjero.
El Hotel Imperial de Tokio es un ejemplo supremo del uso del hormigón armado. En este edificio, hay dos ideas de importancia decisivas; la construcción debía ser resistente a los temblores de tierra y estar protegida contra los incendios subsiguientes a los terremotos. Por elllo, en lugar de la arquitectura tradicional japonesa en madera y papel, se tuvieron que utilizar hormigón armado, piedra y ladrillo. Para que el edificio pudiera resistir a los movimientos sísmicos, Wright desarrolló un sistema de cimientos y estructuras portantes, hasta entonces desconocido en la arquitectura. El principio de este sistema era el voladizo libre, la carga en equilibrio, algo así como una bandeja que lleva un camarero con el brazo extendido por encima de la cabeza. En lugar del pesado techo de ladrillo, tradicional en la arquitectura japonesa, para cubrir el tejado se utilizaron placas finas de cobre. Toda la construcción descansaba sobre un conjunto de montantes de hormigón que, cada tres metros, se hundían casi 60 cm en el subsuelo arcilloso. Esta flexibilidad, obtenida gracias al hormigón armado, salvó el edificio de destruirse durante el terremono Kanto, ocurrido en 1923.
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FRAMPTON Kenneth., Historia crítica de la Arquitectura Moderna. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.
Págs. 57-63.“Frank Lloyd Wright y el mito de la Pradera 1890-1916”
La casa Hardy, construida en 1905 en Racine Wisconsin, es la formulación más pura hecha por Wright de una casa simétrica y frontal. 1924 fue la última obra hecha coordinadamente por el equipo de Wright en Chicago. Con el Hotel Imperial de Tokioconstituyen los últimos intentos, por parte del primer Wright, de establecer su visión como una expresión universal.
La subcultura de la pradera se acabó como estilo hermético con el edificio del Hotel Imperial en Tokiodurante los años 1916-1922. Esta construcción derivaba tanto en planta como en sección de los Midway Gardens. El restaurante con jardín del invierno del conjunto de Chicago reapareció como auditorio y vestíbulo del hotel mientras que las arcadas laterales de los jardines propiamente dichos se transformaron en alas residenciales. Los murales y relieves interiores también ampliaban los temas de Medwar, en tanto que los accesos porticados al hotel recordaban las terrazas del café del mismo conjunto. Apartado del contexto estadounidense, Wright buscó afinidades con la tradición de la albañilería local trazando un perfil escalonado y almenado, construido con ladrillo y revestido con piedra de Oya. En el interior, esta piedra volcánica estaba modelada de forma que aludía a siluetas precolombinas, como se había hacho con la fábrica de sillería de los Midway Gardens. Estas referencias exóticas iban a convertirse en una fórmula teatral en las casas que Wright construyó en Hollywood en la década de 1920. En el Hotel imperial venían a ser el equivalente de una petrificación de la cultura del Nuevo Mundo.
La casualidad hizo que el Hotel Imperial fuese valorado tanto por lo ingenioso de su estructura como por su arquitectura, pues su milagrosa supervivencia entre las ruinas del desastre provocado por el terremoto de Tokio en 1922 hay que atribuirla al ingeniero Muelles. No obstante, un hecho significativo es que esta obra final de la primera fase de la brillante carrera de Wright fuese alabada por Sullivan, quien antes de su muerte en 1924, escribió en términos místicos acerca de la salvación: “Hoy se mantiene en pie, sin daños, porque fue pensado y construido para durar. No era una imposición a los japoneses, sino una contribución voluntaria a los elementos más bellos de su cultura”.
Pág.252-265.“El Estilo Internacional: tema y variaciones, 1925-1965”
A pesar de la previa brillantez del “remodelado” de Wright en la cultura japonesa en América y del uso ingenioso, por parte de Paul Mueller, de la técnica del hormigón armado, el imperial hotel de Tokio no daba indicación alguna de cómo su pesado estilo arquitectónico podía llegar a contribuir a una interpretación inteligente de la ligera construcción japonesa. Sus afinidades estilísticas estaban más próximas a los castillos aislados de los siglos XVI y XVII que del edificio aristocrático shinto de la época Heian; contrariamente a la opinión de Louis Sullivan en 1924, se mantuvo firmemente apartado de la corriente arquitectónica de la cultura indígena. Sin embargo, su espectacular supervivencia tras el desastroso terremoto de Tokio en 1923 facilitó una justificación post facto para la aplicación de una estructura antisísmica, particularmente en el caso de los edificios públicos. Esta “prueba” de la construcción monolítica reforzada permitió a Raymond sacar toda la ventaja de la más reciente tecnología del hormigón en sus obras principales de finales de los años veinte, entre ellas las oficinas de la Rising Sun Petroleum Company, de 1926, y su elaborado y amanerado golf club de Tokio, construido en las afueras de la capital en 1930. Al parecer llegado a este punto Raymond trasladó su obediencia estilística a Auguste Perret, pensando al parecer que difícilmente cabría encontrar en Wright una sintaxis apropiada para el hormigón armado a la vista.
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CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006.
Págs.371-391. “Internacional, nacional y regional: La diversidad de una nueva tradición”
La arquitectura moderna occidental estaba bastante en deuda, en primer lugar con la estética japonesa. Frank Lloyd Wright se había sentido atraído por las disciplinas del diseño japonés cuando estaba formando su propio lenguaje arquitectónico, pero su Hotel Imperial en Tokio (1912-1923) acabó siendo sumamente recargado y amanerado; pese a sus evidentes deudas con los prototipos japoneses, tuvo una influencia local limitada. Incluso tras la terminación del hotel, los arquitectos “progresistas” japoneses todavía estaban adoptando con entusiasmo el Art Nouveau, dos décadas después de que hubiese perdido el favor de la vanguardia europea.
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Págs. 17-38.“Introducción. La arquitectura de los años 1960. Esperanzas y temores”
La arquitectura universal y el desarrollo regional
... La entrada de Japón en la corriente principal de la arquitectura contemporánea dejó oír por primera vez la voz del Lejano Oriente. Con anterioridad, las tradiciones de China y Japón habían proporcionado incentivos a Occidente durante el siglo XVIII (el Rococó) y, más profundamente, durante el siglo XIX, cuando los grabados japoneses contribuyeron a liberar la imaginación de los impresionistas.
Pero en la década de 1960 la situación es completamente distinta. La aportación japonesa ya no se limita a actuar dentro de una tradición ancestral. Cuando en 1953 escribí un prólogo para la traducción japonesa de Espacio, tiempo y arquitectura, entendí que en cierto modo era mi deber señalar que en Occidente ya no comulgamos con el credo de la producción por la producción, y que la civilización que ahora está en gestación puede llevar a una fecundación cruzada de Oriente y Occidente. Occidente vuelve a tener conciencia de algo que la civilización japonesa nunca ha olvidado: la continuidad de la experiencia humana. El rejuvenecimiento de la arquitectura japonesa se nutre de elementos que han perdurado a lo largo de su propia tradición. El impulso creativo para este rejuvenecimiento provino de ciertos jóvenes arquitectos japoneses que encontraron su inspiración trabajando en el estudio de Le Corbusier, en el número 35 de la Rue de Sèvres.
La aparición de la arquitectura contemporánea en Japón llegó más tarde de lo que era de esperar. Podría parecer que el Hotel Imperial de Tokio (1917-1922), de Frank Lloyd Wright, habría sido el desencadenante del nuevo movimiento. Pero no fue así. El Hotel Imperial no se concibió con un espíritu japonés contemporáneo; se aproximaba más a la influencia china en Japón. Aunque este hotel sobrevivió maravillosamente al terremoto de 1923, no pudo aportar el necesario impulso para dar un paso adelante debido a su profusa ornamentación.
Los medios que unieron los espíritus oriental y occidental fueron distintos. La clave estuvo en manos de los jóvenes arquitectos japoneses (Kunio Maekawa, Junzo Sakakura y otros) llegados al estudio de Le Corbusier. Allí descubrieron lo que necesitaban. Le Corbusier estaba más vinculado que otros a ese 'presente eterno' que habita en los artefactos creativos de todos los periodos.
Salvo un breve paréntesis, los japoneses a diferencia del hombre occidental- nunca se han apartado de los tiempos pasados; no han tenido el aliciente de imitar los 'estilos' anteriores, puesto que el pasado está constantemente vivo. Pese a todos sus refinamientos, la sencillez de sus hogares sigue siendo primigenia. El uso contemporáneo que hacen de las vigas y los pilares de hormigón parece al mismo tiempo ancestral y reciente.
Ahora hay una serie de jóvenes arquitectos japoneses de los cuales el más conocido es Kenzo Tange, que en su día trabajó en el estudio de Maekawa. Su secreto está en el estrecho contacto con el pasado aún vivo y en el deseo de lanzarse al futuro.