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Ayuntamiento de Zestoa

Segunda mitad del siglo XVIII
  • IBERO, Ignacio de
  •  
  • Zestoa. Euskadi-País Vasco (Gipuzkoa)
  • España
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CENICACELAYA, Javier.,RUIZ DE AEL, Mariano J., AZPIRI ALBÍSTEGUI, Ana., Ayuntamientos en Gipuzkoa / Udaletxeak Gipuzkoan. Eusko Ikaskuntza. Bilbao, 2014.


El caso de la villa de Zestoa es uno de los más interesantes en lo relativo a la relación entre las Juntas Generales y los municipios. Tanto es así, que es una de las pocas poblaciones que realmente ajustó su arquitectura pública a las necesidades de los junteros. Tras la creación de una casa consistorial en fases sucesivas, se emprendieron dos obras que completarían el conjunto, los llamados Toriles y la casa-torre. El primero es una pieza de arquitectura que cierra y completa la Plaza Mayor, con vocación de mirador y de palco de autoridades. El segundo queda un tanto desplazado de la conexión ayuntamiento-toriles, pero muy próximo en distancia. Se trata de la casa-torre, que no es otra cosa que una casa para el hospedaje de los junteros. De manera que en Zestoa no sólo hay que hablar de un elemento sino de tres. Entre ellos conformaron los equipamientos que los munícipes consideraron necesarios para que la villa se convirtiera


en un lugar muy conveniente para la celebración de las reuniones de las Juntas. Pequeña, tranquila, próxima a Azpeitia y a Azkoitia, podía ser el lugar de hospedaje y descanso mejor organizado de Gipuzkoa en el siglo XVIII. El balneario, los grandes hoteles y la afluencia masiva de aguistas a consumir sus famosas aguas fue un fenómeno del siglo XIX.


En cuanto al ayuntamiento, partimos también aquí de un edificio primitivo incendiado en el siglo XVI. La construcción inicial del actual ayuntamiento partía de un solar distinto al del anterior. La edificación se abría a la calle mucho más que a la plaza, pero a medida que crecía el proyecto se fue orientando definitivamente hacia la plaza. El balcón corrido de hierro que daba la vuelta a la esquina del primer piso afirmaba esta tendencia y en él se fijaban las banderas. Fue en 1738 cuando se instaló definitivamente el balcón y se puso el gran escudo de armas en la esquina de transición entre la calle y la plaza. Este segundo elemento también contribuyó a aumentar la rotación del edificio. Posteriormente fue sometido a sucesivas reformas y ampliaciones que le dieron su actual aspecto.


Pero la reforma más importante es la de Ignacio de Ibero de la segunda mitad del siglo XVIII. En ella se añadió la nueva Sala de Plenos para el uso de las reuniones del ayuntamiento y las de las Juntas Generales con los asientos rotulados con los nombres de las localidades guipuzcoanas. Esta sala tiene un singular valor y cuando en 1943 Ramón Cortázar remodeló el edificio la respetó totalmente. No le importó transformar el resto, como él mismo dice en la memoria de su proyecto, pero mantuvo la sala capitular original contra viento y marea. En 1974 el salón se volvió a restaurar y se le devolvió el aspecto más parecido posible al original. La última reforma, de 1985, ha tratado duramente a todo el resto del edificio, pero ha conservado esta sala. Después de tantas reformas y tantos cambios, lo único que ha permanecido como intocable ha sido el Salón de Plenos con su hilera de modestos bancos corridos a lo largo de sus paredes. La sobriedad y el laconismo de la pieza de mobiliario, que es este gran banco corrido con respaldo de paneles de madera, que hacen también de revestimiento a la pared, le dan un aspecto atemporal, no adscribible a ningún estilo. Esta elegancia sin concesión al adorno retrata también la que podía ser la imagen de las Juntas Generales: sin hemiciclos ni columnas de orden colosal; Salones de Plenos municipales y por turno.


En cuanto a los toriles, que cierran la Plaza Mayor por uno de sus lados, su justificación era la de servir de palco de autoridades en los espectáculos taurinos. Es una obra de Ignacio de Ibero, uno de los arquitectos guipuzcoanos más importantes del siglo XVIII, y su programa es muy simple. La planta baja estaba cerrada, tenía cinco huecos y aspecto macizo. En ella se disponían las cuadras, los toriles, para guardar el ganado. Una escalera comunicaba los pisos. El superior era radicalmente distinto al bajo. Se trata de una triple arquería que abre un mirador que tiene mucho de soportal elevado. Es una tribuna monumental que se construyó con el pretexto de la fiesta taurina. Esta pieza se conectaba con el ayuntamiento por un pasadizo sobre un arco que sirve de entrada a la plaza. Aquí se celebraban las ceremonias públicas también de las Juntas. Se corona con una cubierta a dos aguas, emulando lo vernáculo. Pero también dispone, aunque discretamente, un frontón clásico.


Hay que decir de esta pequeña pieza de arquitectura que fue todo un acierto de su autor. La escala es la adecuada y la altura respetuosa. Se relaciona perfectamente con el ayuntamiento, pero se distingue de él. La galería superior consigue una fórmula elegante y monumental, que la cubierta a dos aguas de teja suaviza e integra sin traumas en el entorno más modesto de la plaza. Esta cubierta consigue un efecto todavía mayor al encuadrar en su geometría la superficie de un frontón clásico sin manifestarlo explícitamente en la fachada, sin alterar el aparejo del muro que es ciego. Así consigue las proporciones clásicas en una arquitectura que le pide arcos y no órdenes de columnas.


La casa llamada torre que está entre las calles Okerra y Cesáreo Díaz Emparanza, fue una iniciativa municipal para hacer una hospedería para los junteros, tal y como consta en la petición de la licencia para construirla. Además, una vez hecha, podría servir como hostal y dar algún beneficio al ayuntamiento.De hecho existía la costumbre en el consistorio de Zestoa de comprar propiedades para alquilarlas a particulares y equilibrar así el estado de las arcas municipales. El proyecto se encargó a Francisco de Ibero. La obra se terminó en 1773.


 Se hizo una casa de tres plantas, con la baja de cantería. El aspecto del edificio era el de una construcción civil, urbana y residencial del segundo tercio del siglo XVIII. Pero Ibero consiguió darle una elegancia compositiva que la distinguía claramente de las otras casas circundantes. Era la casa que hubiera correspondido a un noble o a un propietario adinerado. Buenos materiales, cantería en la base y en los huecos, todo ello atenuado por un enlucido sencillo en el resto de las fachadas. Sin embargo, no busca distinguirse ni hacer ostentación de su presencia; se repliega sobre su entorno edificado y busca la sencillez de la domesticidad. Pasa incluso desapercibido porque no se concibe como una arquitectura monumental, como los toriles, sino como un servicio municipal. El resultado es muy discreto y se sitúa en un punto estratégico de la villa. 


Estas tres operaciones revelan cómo un ayuntamiento con pocos recursos fue capaz de conseguir, sumando elementos, crear tres dependencias municipales en torno al servicio de las Juntas Generales. Además las utilizó como razón y argumento fundamental para pedir las licencias de construcción que, lógicamente, con esas razones se concedían. El resultado fue el beneficio mutuo. Las Juntas consiguieron las instalaciones apropiadas en Zestoa y el ayuntamiento consiguió mejorar y rematar el centro cívico de su población, con arquitecturas de calidad que, además, cumplieron muy bien con su cometido.


 

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