Inprimatu

 


BANHAM, R., Teoría y diseño en la primera era de la máquina. Edit. Paidos. Barcelona, 1977.


Págs. 27-37.“La tradición académica y el concepto de composición elemental” 


Dada la relación de dependencia que existe entre la teoría de la composición elemental expuesta por Guadet y los escritores neoclásicos como Durand, no constituirá una sorpresa descubrir que esta clara separación entre las partes de un edificio ha sido identificada como una característica de la arquitectura neoclásica en general (así lo ha hecho Kaufmann, quien también llama la atención sobre su reaparición en la arquitectura del siglo XX)° e incluso de sus primeras fases, como lo afirma Wittkower, quien destaca la diferenciación de las partes en los diseños de Lord Burlington. La teoría parece haber sobrevivido durante todo el siglo XIX; la práctica quedó, en cambio, algo latente, salvo en los casos donde florecieron prácticas estéticas no estilísticas, como las del pintoresquismo. Por otro lado, la reaparición de esta modalidad de diseño parte por parte bien puede haberse debido al impacto de la pintoresca English Free Architecture [Arquitectura Inglesa Libre] sobre una tradición neoclásica bien establecida, como sucedió, por ejemplo, en Alemania, donde indudablemente no pudo deberse al impacto directo de Guadet.


Págs. 71-83.“Alemania: La industria y el Werkbund”


La teoría de Lipps parece haber sido moneda corriente en el círculo angloflorentino en que se movía Scott (Berenson, Vernon Lee y otros), y éste la aplica para dar visos de objetividad a la actitud extremadamente solipsista que adopta al afirmar que la arquitectura nos afecta por su correspondencia mímica con actitudes y actos humanos. Bien estudiada, su posición depende de un juego de palabras sobre el término  «humanista »: Scott lo usa de manera indiscriminada, para referirse al mundo del conocimiento humano, o bien a la proyección de sentimientos humanos en las formas arquitectónicas. Este double-entendre parece ser totalmente inconsciente, pero sobre esa base –y no hay otra– se funda su teoría de la arquitectura renacentista como arte de la forma pura, el gusto puro y el placer puro. Cabe suponer que, de haberlo deseado, Scott habría podido disponer del material con que el profesor Wittkower desarrolló luego su concepción totalmente distinta de la arquitectura renacentista como arte de la forma simbólica; pero guiándose por la concepción académica, que dejaba de lado los valores simbólicos y narrativos, Scott sólo podía explicar su inclinación por la arquitectura renacentista suponiéndola carente de significado en todos los planos, salvo el de la empatía.


 

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