Inprimatu

CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006. 


 Págs.73-85." El racionalismo, la tradición de la ingeniería y el hormigón armado"


En los Estados Unidos, paralelamente a los experimentos pioneros de Hennebique, el ingeniero Ernest Ransome y el arquitecto Albert Kahn descubrieron muchas aplicaciones para el nuevo material en los proyectos de fábricas, almacenes e incluso silos de grano. Los silos cilíndricos de hormigón eran fáciles y económicos de construir, evitaban los problemas del fuego y podían llevarse hasta grandes alturas, permitiéndo así una elevada concentración de almacenaje junto a las vias férreas; también tenían una pureza y una belleza indiscutibles que fueron captadas años desués por los pintores Charles Sheeler y Edward Hopper. Asimismo, eran instrumentos para la industrialización del campo, al igual que los rascacielos eran recursos para la industrialización de la ciudad.


Págs.217-240 .“Los rascacielos y la periferia suburbana en los Estados Unidos en el período de entreguerras” 


La década comprendida entre el final de la I Guerra Mundial y la quiebra de Wall Street en 1929 fue un periodo de auge para la inversión inmobiliaria en los Estados Unidos. Esto se reflejó directamente en el perfil de las grandes ciudades, en la multiplicación de los rascacielos, en el rápido crecimiento de las carreteras y en la creación de la periferia suburbana dispersa. Las presiones resultantes sobre los servicios urbanos eran insoportables, pero la percepción de esta crisis de mecanización estaba lejos de las preocupaciones de la mayoría de los arquitectos. Se convocó a las fuerzas intelectuales a hacer un esfuerzo de expansión liberal cuyos motivos y valores estuvieron mucho tiempo sin estudiar. Las indagaciones cargadas de ansiedad y el utopismo apocalíptico cargado de la vanguardia europea tuvieron escasos equivalentes en los Estados Unidos. Los anhelos reformistas se reservaban, en conjunto, para los sueños anti urbanos o para el microcosmos de la vivienda individual, habitualmente situada en un contexto aislado de la ciudad, donde los temas norteamericanos de ya larga tradición, relativos a la contemplación individual de los aspectos sublimes de la naturaleza, podían interpretarse una vez más.


La búsqueda de estructuras sociales y urbanísticas alternativas-que desempeñó un papel tan crucial en la arquitectura moderna europea- era totalmente ajena a un país de talante conservador que podía recurrir a esa cómoda mitología de que todas las medidas revolucionarias necesarias para la organización política se habían tomado hacía más de un siglo. Es más, en las artes visuales difícilmente existía equivalente alguno de las vanguardias de los principales centros metropolitanos de Francia y Alemania. La exposición Armory, celebrada en Nueva York en 1913, había presentado una selección de la pintura y escultura europeas reciente, y había permitido que el Cubismo y la abstracción fuesen ampliamente conocidos en Norteamérica, pero estas tendencias habían sido consideradas por la mayoría importaciones sospechosas y foráneas. Incluso las actividades de la revista y la galería de arte “291” de Alfred Stieglitz- que saltó los tópicos académicos y sentimentales en busca de las posibilidades imaginativas del nuevo mundo- tuvieron muy poco impacto en la arquitectura. Pese a las alusiones futuristas y el romanticismo urbano presente en alguna de las fotografías de Stieglitz y Edward Steichen, y en la obra de pintores como Charles Sheeler, Joseph Stella y Marsden Hartley, los arquitectos permanecían impasibles ante las maravillas tecnológicas de su país. La ingeniería se seguía viendo simplemente como el medio material para sostener combinaciones ya consagradas históricamente de estilos que estaban, por decirlo así, adheridos. Hartley lo exponía sucintamente:


"A menudo me pregunto por qué Norteamérica (…) no tiene el coraje y la capacidad de Europa para los movimientos innovadores en temas culturales(…). Hay (…) un obvio letargo en el reconocimiento del gusto creativo y una fe persistente, aunque pasada de moda en la necesidad constante de importar. Norteamérica posee un gran organismo de asimilación y de este don para la asimilación no creativa ha surgido el tipo de arte que supuestamente aceptamos como nuestro."

Igo