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WEDGWOOD, Josiah Wedgwood

WEDGWOOD, Josiah Wedgwood

  • Alfarero
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  • 1730 - Burslem . Reino Unido
  • 1795 - Etruria. Reino Unido

BENEVOLO, L.,  Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Págs. 175-213.“Las iniciativas para la reforma del ambiente, desde Robert Owen a William Morris 


Antiguamente la producción de valor podía distinguirse de la corriente por la excelencia, además, por algunas otras cualidades más tangibles: la riqueza del diseño, la precisión de la ejecución y los materiales preciosos; pero la producción industrial hace suyas fácilmente las dos primeras cualidades: la complicación del diseño no es ya un obstáculo económico, porque basta un troquel para producir un número indefinido de piezas, y la precisión con que los objetos son acabados a máquina es, con mucho, superior a la que cualquier antiguo artesano conseguía obtener a mano. Queda la diferencia de materiales, pero la industria,


por medio de ingeniosos procedimientos, llega a ser capaz rápidamente de imitar los materiales más diversos y se pierde el gusto por la presentación escueta en madera, piedra o metal. Entre 1835 y 1846, según Giedion, la Oficina inglesa de patentes registra 35 patentes para el revestimiento de superficies con diversos materiales, de forma que parezcan otros materiales distintos; en 1837, por ejemplo, se inventa el procedimiento para imitar bronce, cubriendo yeso con una capa de metal.


 De esta forma, la producción corriente sobrepasa a la de valor, y no sólo en cantidad, sino que, además, desaparecen los factores más evidentes de diferenciación entre ambas producciones y sólo permanece el valor artístico puro y simple, que sólo los entendidos pueden apreciar.


 Por esto en la primera mitad del XIX el nivel medio en la producción de objetos de uso común desciende rápidamente. Hay excepciones, naturalmente, como las cerámicas de Wedgwood, en Inglaterra, y también se puede comprobar que la decadencia del gusto va un poco retardada con respecto a la industrialización porque el nivel de los productos industriales durante los primeros decenios del XIX es todavía, en muchos casos bueno -posiblemente porque aún no ha desaparecido la generación que conserva los gustos y costumbres del periodo preindustrial-, pero no cabe dudar de la realidad del fenómeno en su conjunto. A partir de 1830, la decadencia es tan visible que provoca la polémica de que se habla en el capítulo II; y, en 1851, cuando con motivo de la Exposición universal de Londres es posible comparar la producción de todos los países, el balance global se hace alarmante para todos los entendidos.


 

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