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págs.12-24. Arquitectura y mímesis: la modernidad superada.
De la Bauhaus al cambio de método en “la tercera generación moderna”….
Sin embargo, este método (el método de la Bauhaus) se va transformando cuando los arquitectos de la llamada “tercera generación moderna” – Louis Kahn, Jorn Utzon, Denys Lasdun, Aldo van Eyck, Jose Antonio Coderch, Luis Barragán, Fernando Távora, Carlos Raúl Villanueva, Lina Bo Bardi – rechazan el formalismo y el manierismo del estilo internacional y reclaman mirar de nuevo hacia los monumentos, la historia, la realidad y el usuario, hacia la arquitectura vernacular. Se potencia una obra que arranca de la experiencia acumulada en los dibujos que estos arquitectos vuelven a hacer interpretando la arquitectura construida, una auténtica segunda naturaleza que la historia ha ido generando.
Lina Bo Bardi, fue radical en sus obras, llevo al extremo el movimiento moderno, sin caer en el formalismo. Bo Bardi, ve en el movimiento moderno la posibilidad de abstraerse de la historia y cultura del lugar y utilizarla para construir. La radicalidad de Lina, va mas allá del lenguaje internacional, introduce nuevos elementos en la arquitectura contemporánea esto no solo se refleja en le brutalismo de la estructura o en la circulación libre interior, si no también en las fachadas puramente metrificaras, sin entradas monumentales frontales como se puede observar en el Museo de Arte de São Paulo.
LINA BO BARDI: ARQUITECTURA CUERPO A CUERPO
Entre los arquitectos de la tercera generación Lina Bo Bardi aporta una de las experiencias más originales y significativas. Nacida en roma en 1915 y fallecida en Sao Paulo en 1992, se había titulado en 1939, y antes de la Segunda Guerra Mundial había colaborado brevemente con Gio Ponti y Bruno Zevi. Al final de la guerra entró en la Resistencia, con el clandestino partido comunista. En 1946, sin embargo, ante el decepcionante giro político seguido en la Italia de posguerra, emigró a Brasil, donde se naturalizó en 1951 y donde encontró el territorio idóneo para vivir y para realizar su utopía.
Toda la obra de Lina Bo Bardi constituye una acción cuerpo a cuerpo con la realidad, asimilable a las acciones realizadas por Frederick Kiesler (1890-1965), Joseph Beuys, John Cage o Helio Oiticica. De la misma manera que en la actividad de todos estos artistas del siglo XX no han existido fronteras entre los distintos campos del arte, Lina Bo Bardi buscó una actividad artística global que se desarrolló en muy diversas disciplinas; decorados para teatro y ópera, colaboraciones en películas, escritura y periodismo, todo tipo de pintura, especialmente acuarela, arquitectura pública, promoción incansable de actividades culturales y artísticas, diseño de mobiliario, de moda y de joyería.
Mediante sus cualidades creativas Lina Bo Bardi, consiguió superar los límites del mismo arte moderno, sin romper con sus principios básicos. Sin la arquitectura moderna era antihistórica, ella consiguió hacer obras en las que la modernidad y la tradición no eran antagónicas. Si el arte moderno era intelectual, internacional y reacio al gusto establecido y a las convenciones, en Brasil han sido posibles una arquitectura y un arte modernos enraizados en la experiencia del arte popular, negro e indígena, rigurosamente distintos del folclorismo, el populismo y la nostalgia. Si la arquitectura racionalista se basaba en la simplificación, la repetición y los prototipos, Lina Bo Bardi supo introducir sobre un soporte estrictamente racional y funcional, ingredientes poéticos, irracionales, exuberantes e irrepetibles. Concilió funcionalidad con poesía, modernidad con mímesis. En su obra se superan las dicotomías en las que se había dividido la estética del siglo XX: la lucha entre abstracción y mímesis, espíritu y materia, razón y tradición, concepción y representación, cultura y naturaleza, arte y vida.
Su actividad demuestra cómo el proyecto de las vanguardias, al aplicarse en las condiciones latinoamericana, completamente distintas de las europeas, se revitalizó y su humanizó, consiguiendo no caer en el formalismo y el academicismo. Bo Bardi no propuso una forma arquitectónica sino un método: un método para superar las limitaciones de la propia modernidad consistente en armonizar la base cultural del pasado y la riqueza y vitalidad de la cultura popular con el proyecto moderno de crear nuevas formas para una nueva sociedad. De la misma manera que en su obra el subjetivismo del romanticismo convive con el método racionalista de la arquitectura moderna, tampoco historia y modernidad son antagónicas. Al contrario que los maestros de la arquitectura moderna, el camino que recorre Lina Bo Bardi va de la abstracción a la reincorporación de una nueva mímesis. Y en ello su trayectoria es similar, veinte años más tarde, a la de Lucio Costa. Al intentar explicar la idea de modernidad aprendida en Italia a la modernidad latinoamericana, Lina Bo Bardi se va dando cuenta de que en esta última la raíz no está en la retórica de los modelos maquinistas sino en los valores esencialistas de los orígenes, en la simplicidad de lo primitivo, en la propia historia y en la potencia de la naturaleza. Por esta razón evoluciona de una modernidad abstracta a una figurativa que se enriquece con la mímesis de lo vernacular y la historia real. Precisamente en Brasil coinciden las iniciativas que promueven la arquitectura moderna en los años treinta -como la sede de Ministerio de Educación y Sanidad- con la creación del Serviço do Patrimonio Históricoe e Artístico Nacional (SPHAN) en 1937, con sede en el mismo edificio moderno del Ministerio.
Para Lina Bo Bardi la posibilidad de ser moderno radica, precisamente, en atenuar su urgencia, en ser fiel a la historia, a la realidad. Toda la experiencia de la Europa mediterránea se basa en la continuidad, en valorar la historia como una realidad eminentemente creadora. De esta manera sintoniza con sus excompañeros italianos, como Ernesto Nathan Rogers. De hecho, tal y como ha señalado el filósofo José Ferrater Mora, paradójicamente no son las personas que viven queriendo borrar el pasado y mirando sólo al futuro las que aportan las grandes innovaciones. Los que modifican sustancialmente el futuro son aquellos que viven enraizados en el pasado y son plenamente conscientes de las implicaciones de la historia, de lo que las acciones pasadas pueden comportar en el futuro. Entonces lo que aportan no es un apéndice o algo transitorio, sino un cambio que se agrega y concuerda profundamente con el sentido de lo que ya existía, donde ya estaba implícito y sólo faltaba darle desarrollo. Entonces se crea algo que tiene grandes posibilidades de enraizar en una nueva tradición. Este ingrediente de tradición y realismo posee la experiencia vivida en Brasil, una fuerza e intensidad mucho mayor que en la obra más intelectualista de los arquitectos italianos. Bo Bardi, pudo desarrollar a fondo la “utopía de la realidad” sobre la que escribió Rogers.
Y sólo alguien con una gran sensibilidad podía enriquecer la modernidad sin caer en actitudes arbitrarias y gratuitas. Los límites de la propia modernidad son superados sin poner su esencia en crisis. Los valores básicos de la arquitectura del movimiento moderno se mantienen: humanismo, proyecto social, voluntad de renovación forma, construcción utilitaria. La arquitectura de Bo Bardi es auténtica, sin capas decorativas añadidas: una obra moderna, hecha con materiales manufacturados es posible la expresión del trabajo artesanal. El debate en torno a la ornamentación que se produjo en la arquitectura moderna y que se expresó de manera enfrentada en Adolf Loos -drástico detractor del ornamento a la vez que, contradictoriamente defensor del artesonado- y en Heinrich Tessenow – defensor de la ornamentación y el buen hacer artesanal- ha sido superado....
... Con los años Lina Bo Bardi fue desarrollando una especial capacidad para integrarse al entorno, demostrando que una obra en Salvador (Bahía) es muy diferente que una en Sao Paulo. Y en este desarrollo, el mecanismo de la mímesis sirve para superar los esquematismos modernos. Cuando instala exposiciones de arte popular, de juguetes o de artesanía, los soportes que diseña son una pura continuidad de los objetos presentados, que están presentes con toda la fuerza de su iconología, forma, color y textura. Mediante la mímesis, su obra se reconcilia con la naturaleza y con el usuario. Teodoro Adorno, al criticar en Minima moralia el concepto existencialista de la autenticidad como puritana y mitificadora búsqueda de la moral burguesa para eliminar todo lo que no es suficientemente de buena cepa, señaló que “lo que no quiere marchitarse prefiere llevar el estigma de lo inauténtico. Entonces vive la herencia mimética. Lo humano se aferra a la imitación: un hombre se hace verdaderamente hombre solo cuando imita a otros hombres”. En un mismo sentido, Platón y Aritóteles habían definido la mímesis como expresión de sentimientos y manifestación de experiencias, poniendo énfasis en su función educativa y señalando que la mímesis es connatural al hombre desde su niñez: con ella se aprende y se adquieren nuevos conocimientos.
Y todo ello lo pudo conseguir Lina Bo Bardi a través de una experiencia vital e intelectual única. Su formación europea, con el back-ground de la cultura italiana de los años treinta, el rigorismo racionalista, desde Carlo Lodoli Y Francesco Milizia harta Gio Ponti y Pier Luigi Nervi, la base del conocimiento histórico, la vocación social y política, todo esto pudo aplicarse en una realidad viva, ávida de nuevos métodos y pautas, abierta a la innovación, exultante de referencias a desarrollar. Cuando Lina Bo Bardi llega a Sao Paulo, la arquitectura moderna aún está comenzando a definirse, tras el primer racionalismo de Gregori Warchavchik y Rino Levi y el incipiente bruralismo planteado por Joao Vilanova Artigas. Bruno Zevi había hablado de una necesaria liberación y deshibición de las contradicciones, límites y rigores de la arquitectura moderna y Rogers había definido en sus escritos que la única manera de ser moderno en las condiciones contemporáneas era la de hacer presente el sentido vivo de la historia, evitando las repeticiones y errores de la experiencia pasada. Lina Bo Bardi pudo apreciarlo de manera plena en el nuevo mundo. Más importante que la arquitectura fuera o no moderna era que fuera utilitaria e imaginativa, libre e integrada a la realidad. Es similar a lo que reflexionó Luis Kahn, al visitar la casa propia de Luis Barragan en México: “Mientras corría su casa, sentí el sentido del término “la casa”; buena pare él y buena para cualquiera en cualquier momento de la via. Esto nos dice que el artista busca sólo la verdad y que lo que es tradicional o moderno no tiene ningún sentido para el artista”.
Consciente de que una de las principales limitaciones de la ortodoxia moderna en arquitectura estribaba en su incapacidad de expresión y comunicación. Lina Bo Bardi integró la riqueza y creatividad del arte popular brasileño, sencillamente porque la misma funcionalidad, capacidad de repetición y humanismo técnico que el proyecto moderno pretende está ya en la simplicidad de la naturaleza y del repertorio popular. Y éstas son las fuentes antropológicas para reformular un lenguaje arquitectónico ampliamente comunicable.
De esta manera se realiza, en el período de posguerra aquello que defendía en sus últimos escritos Sigfried Giedion, En su Architektur und Gemeinschaft publicado en Hamburgo en 1956 y traducido como Architecture, you and me en la edición estadounidense de 1958. Giedion trata de la necesidad de que la arquitectura moderna recupere el sentido espacial comunitario primitivo que había tenido en el pasado, en los períodos preindustriales, un sentido colectivo que habían poseído los monumentos históricos. Lina Bo Bardi consigue expresar en su obra toda la riqueza de los valores comunitarios, la necesidad de espacios poéticos para la gente, espacios creativos como embrión generador de una comunidad. Toda su obra -emblematizada en el MASP y en el Sesc Pompeia- es una expresión de los resultados de esta búsqueda del espacio donde la comunidad se encuentra, dialoga e interviene de manera libre y creativa. Este espacio comunitario en torno a actividades artísticas, educativas y lúdicas nada tiene que ver con los conceptos reaccionarios de la cultura popular o consumistas del kitsch.
Como Joseph Beuys, Helio Oiticica o Armando Reverón, Lina Bo Bardi constituye tanto la culminación del intelectual idealista y el artista romanticista, como el inicio de una posible nueva época para el arte y la arquitectura. Y el espacial sincretismo que han desarrollado algunos arquitectos latinoamericanos – como Luis Barragán, Carlos Raúl Villanueva, Fruto Vivas o Lina Bo Bardi- nos permite diferenciar entre una “modernidad universal” de raíz y desarrollo internacional y mediático – y una “modernidad específica” que alcanza paulatinamente su valor de obra de arte universal a partir de su síntesis entre modernidad y cultura del lugar.
A un mundo complejo e inaprensible le corresponde una arquitectura viva, entendida como work in progress. Lina Bo Bardi desarrolló una actividad artística global que, siendo objetiva y racional, ofreciese alternativas a las imposiciones de la lógica, con el convencimiento de que la única manera de ser modernos es la de superar la modernidad. La capacidad para conciliar contrarios, el desarrollo de un pensamiento conflictivo y coherente a la vez, al ser dialéctico sin caer en el dogmatismo, es decir, siendo no dialéctico al mismo tiempo, ser metodológico e intuitivo, ser cada vez más creativo y a la vez más objetivo respecto a las necesidades de los usuarios. Esto, que una parte de la arquitectura actual está intentando desarrollar, se despliega de la manera más primigenia, sencilla y básica en la obra de Lina Bo Bardi. Posee en ella la fragancia, la fascinación y la autenticidad de los inicios.
págs.59-88. “ El racionalismo como método de proyectación: progreso y crisis”
En el campo de la arquitectura, la mayoría de corrientes hegemónicas desde los años cuarenta han arrancado de una crítica parcial o total al racionalismo. El organicismo y el empirismo, expresado en Alvar Aalto y otros arquitectos nórdicos, se adherían a un racionalismo empírico y acumulativo. El expresionismo de Hans Scharoun, manifestado en obras como la sala de conciertos de la Filarmónica de Berlín (1956-1963), parte de experimentar fenómenos reales como el público escuchando música y otorgándoles una forma nueva, sin ningún a priori. O la arquitectura brasileña, desde la forma expresiva de Oscar Niemeyer, que margina la funcionalidad y precisión constructiva en defensa de la sensualidad y el irracionalismo, hasta el expresionismo de Lina Bo Bardi basado en una búsqueda programática y fenomenológica de una actividad artística que supere los condicionantes del racionalismo. Todos estos casos son buena prueba de que las experiencias más renovadas han partido de una corrección del racionalismo inicial sin renunciar, en ciertos casos, al funcionalismo.
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Págs. 79-114. “Mundos”. Uno de los indicadores de insostenibilidad o sostenibilidad clave y sintomático, que atraviesa otros, debería consistir en determinar si en cada territorio lo que aumentaron fueron los muros, las vallas, las autopistas y las divisiones o lo que aumentan son los espacios públicos, los edificios comunitarios, los centros culturales, los lugares de reunión, etc. Desde la crítica de arquitectura es importante establecer diferencias, dar a conocer qué han colaborado en crear espacios de convivencia, como Lina Bo Bardi en Brasil y Jakoba Mulder y Aldo Van Eyck en Holanda, y cuáles, más allá de su discurso teórico, han contribuido a crear más barreras y segrega -como Jean Nouvel, Renzo Piano, Richards Rogers, Ricardo Legorreta, Alberto Campo Baeza - o tantos arquitectos cómplices de la construcción de urbanizaciones cerradas, edificios que actúan como barreras o como objetos aislados y agresivos en el entorno; sibilinos maestros en el arte de crear muros, fortalezas, divisiones y obstáculos, sin que se note.
Págs. 197- 246.“Alternativas”
Pág. 236. Aprender de la arquitectura humana y ecológica. Existe una estela de obras cualificadas de arquitectos humanistas y honestos. De la misma manera que autores del periodo de posguerra como Lina Bo Bardi, Alisor y Peter Smithson, Ernesto Nathan Rogers, Aldo van Eyck y muchos otros, pusieron como prioritarias actitudes éticas, en las últimas décadas algunos arquitectos han demostrado una gran voluntad y capacidad para adaptarse a los cambios de las condiciones locales.