Inprimatu
Josef Stübben

STÜBBEN, Josef

  • Arquitecto
  •  
  • 1845 - Hülchrath . Alemania
  • 1936 - Frankfurt. Alemania


COLQUHOUN Alan.,  La arquitectura moderna. Una historia desapasionada. Gustavo Gili.Barcelona. 2005. 


Págs. 35-55“Organicismo frente a clasicismo: Chicago, 1890-1910”.


El movimiento city beautiful...


Pero a pesar de este aparente conflicto entre dos concepciones incompatibles del urbanismo -una estética y simbólica, y la otra social y práctica- muchos reformadores sociales, incluido el sociólogo Charles Zueblin, apoyaban el movimiento city beautiful, afirmando que la Exposición Universal había instituido la «planificación científica», había fomentado un gobierno municipal eficaz y había puesto freno al poder de los dirigentes. Está claro que el «colectivismo ilustrado», con su rechazo del liberalismo económico y su énfasis en los principios normativos, era capaz de asumir connotaciones tanto conservadoras como progresistas. En Europa donde se estaba produciendo o en esos momentos un estallido de la actividad urbanística se intentó conscientemente conciliar lo estético con lo social. En el congreso de urbanismo celebrado en Londres en 1910, el alemán Joseph Stubben afirmó que los urbanistas de su país habían logrado combinar la tradición nacional francesa con la tradición «medieval» británica. Justificada o no, esta afirmación sólo era factible en el contexto de la ciudad tradicional europea. En Norteamérica, la separación conceptual y física entre la residencia y el trabajo, entre la periferia suburbana y la ciudad, hacia imposible tal conciliación.


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BENEVOLO, L.,  Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


ág. 401-437.“La formación del Movimiento Moderno en Europa entre las dos guerras mundiales. Las condiciones de partida” 


Las innovaciones técnicas anteriormente descritas, influyen sobre las técnicas de construcción, con los nuevos materiales usados en las estructuras portantes – el acero, que sustituye a la fundición, el hormigón armado -  y con las instalaciones de comunicación interior – el ascensor, el teléfono, el correo neumático -  que hacen posibles el funcionamiento de nuevos organismos, como hoteles y edificios comerciales de muchas plantas.


Como ya hemos dicho, la cultura de la época no está preparada para captar sin prejuicios las posibilidades ofrecidas por los nuevos procesos técnicos; las estructuras ortogonales sólo son aceptadas por los constructores americanos y por Perret, interpretándolas sin embargo en el sentido de perspectiva tradicional; el carácter rítmico indefinido del rascacielos se hace patente, en las construcciones de Chicago, entre 1880 y 1890, sólo en la medida en que disminuye el control decorativo o se pierde al intervenir proyectistas más exigentes como Sullivan  y Root.


Pero las carencias de la cultura de vanguardia se hacen evidentes, sobre todo, frente a los problemas de la urbanística y del diseño industrial.


 Para controlar las transformaciones en curso en las ciudades, la técnica urbanística que se forma en la segunda mitad  del siglo, bajo la tutela del nuevo centralismo económico y político, ideó algunas operaciones típicas; las demoliciones de los centros históricos, las ampliaciones de la periferia, el desmantelamiento de las fortificaciones barrocas para construir sobre sus áreas las avenidas de circunvalación bordeadas de jardines y edificios públicos. Los modelos formales utilizados en estas operaciones son los de la tradición clásica y del grand goût, a los que se injertarán durante los últimos decenios de siglo, los trazados curvilíneos e irregulares derivados de la tradición paisajística inglesa.


Las transformaciones de la edificación ven emparejadas con las de la infraestructura urbana – acueductos, alcantarillado, redes eléctricas y de gas, ferrocarriles metropolitanos – apoyándose en el paralelismo tantas veces comprobado entre ingeniería y tradición ecléctica.  Este repertorio de soluciones, enfrentado con algunos problemas inusitados,  demuestra su inoperancia ya en los primeros años del siglo XX; el proyecto de las nuevas capitales como Canberra y Nueva Delhi, los planes reguladores de algunas grandes ciudades americanas,  donde la retícula tradicional ya no resiste la excesiva dimensión alcanzada, como el de Burnham y Bennett, en 1909, para Chicago. Todavía más grande será el contraste cuando la difusión del automóvil provoque, primero en América y luego en Europa, el nacimiento de enormes periferias de baja densidad, ampliando a escala territorial todos los problemas de la organización urbana.


La cultura de vanguardia no sólo ignora todos estos problemas, sino que no esta capacitada para proporcionar una alternativa coherente a la práctica urbanística tradicional que resuelva los problemas usuales; las experiencias de Garnier, Howard, Soria. Berlage son intentos parciales y tímidos, que hemos destacado en vista de los ulteriores desarrollos, pero que resultan insignificantes frente a la de los urbanistas ortodoxos como Stübben, Lutyens. Burnham y patéticamente fuera de escala frente a los problemas que ya en esta época se están delineando.


Así, en el campo de las artes aplicadas el prejuicio de los reformadores hacia los procesos mecánicos se supera sólo en el último decenio del siglo XIX, y se substituye a menudo pro una valoración mítica de los valores industriales que desemboca en una exaltación formal de la atmósfera mecánica.


Así pues, el art nouveau, a pesar de su profundo interés por estos problemas no consigue una transformación apreciable de la organización productiva de los objetos de uso, a pesar de ser el momento preciso en que la demanda de estos bienes está cambiando radicalmente con la aparición de nuevas categorías de consumidores.


El fallido apoyo sobre los hechos reales explica la singular aceleración del debate cultural, durante el decenio anterior a la gran guerra. Las nuevas tendencias se presentan en intervalos cada vez más breves y se desgastan con igual rapidez; no es nuestra tarea catalogar los diferentes compases de la discusión, sino reconocer, es esta disputa artificial, las intervenciones verdaderamente importantes y fructíferas a largo plazo.


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