Inprimatu
REYNOLDS, Joshua

REYNOLDS, Joshua

  • Pintor
  •  
  • 1723 - Plympton. Reino Unido
  • 1792 - Londres. Reino Unido

KOSTOF, Spiro. Historia de la Arquitectura. Edit. Alianza Editorial.Madrid, 1988.


Tomo 3. Pags. 957-993. Una arquitectura para un nuevo mundo.


Pág.979-987. Un mundo del que escoger.  La cosecha arquitectónica.


¿Qué debemos mostrar, en términos arquitectónicos, de este nuevo pluralismo del pensamiento europeo? ¿Cómo desembocaron los monumentos dispersos del clasicismo en nuevas formaciones? ¿Qué tenían en común Piranesi y Laugier, los revivals y la originalidad, el historicismo y el modernismo?


 Una cosa es cierta. El neoclasicismo no es un estilo concreto, bien definido como el gótico o el rococó. Podemos reconocer el producto, pero los tipos son legión. Mirando los edificios y los proyectos de construcciones más distintivos de la segunda mitad del siglo, podemos detectar varios requisitos, aislados o en combinación. Para empezar, hay una insistencia en un mayor rigor en la evocación de modelos antiguos, y por tanto una amplia variedad de clasicismos específicos. La obra de Robert Adam podría abarcar por sí sola el orden jónico griego, tal como aparece en el gótico oriental de Osterley Park, techos a la manera de la Palmira romana, habitaciones que recobran el diseño de los Baños de Caracalla en Roma, así como detalles sueltos de la Villa de Adriano, el Palacio de Diocleciano o la Casa Dorada de Nerón y la Acrópolis de Atenas.


En la mente de los teóricos y artistas neoclásicos, no se trataba de copiar directamente. El objetivo de un arquitecto serio era la imitación. El pintor Joshua Reynolds lo describe como «un perpetuo ejercicio de la mente, una continua invención». El arquitecto había de saber bastante sobre los modelos, estudiarlos cuidadosamente, para que pudieran convertirse en parte de su pensamiento y para tener buenas razones para seleccionar de entre ellos lo que necesitara para sus propios diseños. Las razones tenían que ver con el «carácter», la cualidad particular de cada edificio que expresa su propósito. Porque la arquitectura era un arte parlante, capaz de transmitir la moral de sus programas y estimular sentimientos. Las prisiones debían tener una apariencia austera, por ejemplo, y el severo orden dórico podía ser el mejor medio para exteriorizar el carácter de este programa específico.

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