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Jean Baptiste RONDELET

RONDELET, Jean Baptiste

  • Arquitecto
  •  
  • 1743 - Lyon. Francia
  • 1829 - Paris. Francia

FRAMPTON, K., Historia crítica de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona,1987. 


pág.12-19  Transformaciones culturales: la arquitectura neoclásica, 1750-1900.


 "La labor de integrar la teoría de Cordemoy y la obra magna de Soufflot para formar la tradición académica francesa recayó en Jacques-François Blondel, quien, tras abrir su escuela de arquitectura en la Rue de la Harpe en 1743, se convirtió en el maestro de esa generación de arquitectos denominados ‘visionarios’ que incluía a Étienne-Louis Boullée, Jacques Gondouin, Pierre Patte, Marie-Joseph Peyre, Jean-Baptiste Rondelet y Claude-Nicolas Ledoux, probablemente el más visionario de todos....


...Desde el punto de vista de la teoría, el clasicismo estructural comenzó con el Traité de l’art de bâtir (1802), de Rondelet, y culminó al final del siglo con los escritos del ingeniero Auguste Choisy, en particular su Historia de la arquitectura (1899)."  


Págs. 29-40.“Transformaciones técnicas: ingeniería estructural, 1775-1939”  


Con la fundación de la École Polytechnique en 1795, los franceses pugnaron por establecer una tecnocracia apropiada para los logros del imperio napoleónico. Si bien este énfasis en la técnica aplicada solo sirvió para reforzar la creciente especialización de arquitectura e ingeniería (una división ya institucionalizada a través de la École des Ponts et Chaussées, de Perronet), arquitectos como J.B. Rondelet, que dirigió la terminación de Ste Geneviéve después de muerto Soufflot, Louis Brounet de Cessart y otros. Y mientras Rondelet documentaba los “medios” en su Traité de l´art de batir (1802)J.N.L. Durand profesor de arquitectura de la ecole Polytecnique, catalogó los fines en su Precís des leçons données a l´Ecole Polytecnique (1802-1809). El libro de Durand diseminó un sistema en el que cabía ordenar a voluntad formas clásicas concebidas como elementos modulares para la acomodación de programas de edificación sin precedentes, es decir, los mercados, bibliotecas y cuarteles del imperio napoleónico. Primero Rondelet y después Durand codificaron una técnica y un método de diseño en el que cabía que un clasicismo racionalizado pudiera llegar a acomodar no sólo a nuevas demandas sociales, sino también nuevas técnicas. Este programa comprehensivo influyó a Schinkel, quien al comienzo de su carrera arquitectónica en 1816, empezó a agregar complicados elementos metálicos a sus embellecimientos neoclásicos para la ciudad de Berlín.


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PEVSNER, Nicolaus ., Pioneros del diseño moderno. De William Morris a Walter Gropius. 


Ed. Infinito. Buenos Aires,2003.


Págs.109-136 .“La ingeniería y la arquitectura en el siglo XIX”


El hormigón había sido ampliamente usado por los romanos y, en efecto, constituyó a partir del siglo I d.C., su técnica constructiva sobresaliente. Luego de una desaparición vuelve a mencionarse este material sólo en los manuales de construcción franceses del 1800, tales como el Art de bâtir de Rondelet. Pronto comienza a difundirse, la aplicación del hormigón en masa para la construcción de cisternas, elevadores de granos y viviendas enteras, pudiendo remontarse hasta 1830 las viviendas de hormigón en Francia e Inglaterra. El primer fanático del hormigón en la historia, categoría que se multiplicaría rápidamente, fue François Coignet quien, al mismo tiempo de la Exposición Internacional de 1855, escribió: "Cemento, hormigón y hierro están llamados a reemplazar la piedra” y construyó en hormigón la bóveda cáscara de la iglesia de Le Vésinet cuyo interior era de hierro.


 Los comienzos del refuerzo del cemento mediante elementos de hierro, se remontan a una nota en la Encyclopaedia of Cottage, Farm, and Villa Architecture de Loudon, donde en 1832 se mencionan pisos de cemento armado con un enrejado de barras de hierro y a una patente de 1844 para pisos de cemento con viguetas de hierro fundido empotradas. Hacia la década de 1850 sigue el número de patentes, una inglesa de 1854 referida explícitamente al estado de tensión de cables de hierro o alambre dentro del hormigón, y una francesa de 1856 en que Coignet también habla en forma explícita de los elementos de hierro que llama "tirantes". Después del nombre de Coignet debe recordarse el de Joseph Monier, quien en 1867 perfeccionó maceteros de hormigón armado y, en 1877, columnas y vigas del el mismo material. Al mismo tiempo, en Inglaterra, se progresaba en la regulación del colado del hormigón. El nombre de Norman Shaw también hace su aparición en la historia del hormigón, aunque sólo marginalmente porque sus diseños de 1878 para casas de campo debían ser realizados parcialmente en hormigón, pero en hormigón en masa y no hormigón armado.


 En la misma década del setenta, el hormigón armado llega a su madurez cuando William E. Ward y Thaddeus Hyatt comienzan a analizar y calcular las propiedades de la combinación de hormigón y hierro. Algunos años más tarde los alemanes siguen el ejemplo, impresionados por los experimentos de Monier, y los nombres de GA. Wayss y de Koenen, como fabricante e ingeniero respectivamente, inician el comienzo de la factura y del conocimiento del hormigón en un sentido moderno. Con ellos llegamos a mediados de la década del ochenta.


 Sus esfuerzos científicos fueron finalmente igualados y reforzados gracias a la iglesia y a la dirección de un gran entusiasta francés, Francois Hennebique. Fue Hennebique quien reemplazó el hierro por acero e introdujo el doblado de las barras de acero próximas a los apoyos. Sus primeras patentes datan de 1892 y 1893, y su empresa se volvió rápidamente muy próspera. Una hilandería en Tourcoing, construida en 1895 por Hennebique, tiene una fachada estrictamente funcional de estructura de hormigón a la vista con amplios paños vidriados, como cualquiera de los edificios de los arquitectos de Chicago.


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BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Págs.14-60. 1ªPARTE. LA FORMACIÓN DE LA CIUDAD INDUSTRIAL. “La Revolución Industrial y la arquitectura (1760-1830)”


d.- Los progresos técnicos en la construcción de edificios comunes.


Existe gran cantidad de información sobre las construcciones de gran envergadura, pero sin embargo, escasean datos suficientes para enjuiciar los cambios de la técnica constructiva en las edificaciones corrientes y viviendas que la revolución industrial va amontonando en torno a las ciudades.


Corrientemente se tiene la idea de que los métodos constructivos han permanecido invariables (en la historia de la urbanística de Lavedan: «podemos encontrar un número considerable de progresos técnicos en el origen de las transformaciones industriales, pero ni uno, por así decir, tiene que ver con las viviendas: en el siglo XIX, se construye como en el XVIII o como en el Medievo» e incluso se tiene la idea, partiendo de las denuncias realizadas por los higienistas y por los reformadores sociales del siglo XIX, de que la calidad de las viviendas ha empeorado como consecuencia de la prisa de las exigencias de la especulación. Probablemente, ambos tópicos sean ciertos.


El espíritu enciclopedista del XVIII orienta su curiosidad hacia todo tipo de aplicaciones técnicas, con independencia de la importancia que la cultura tradicional asigne a cada una. Arquitectos célebres se ocupan de modestas invenciones, como Boffrand que perfecciona la amasadora de cal, y Patte que inventa dispositivos para disminuir los riesgos de incendio. La Encyclopédie (1751-1772) publica, en extracto, los artículos relativos a la técnica constructiva corriente, con vistas a mejorar la preparación de los constructores.


Mientras tanto cambia, por diversos motivos, el empleo de los materiales tradicionales. Se producen industrialmente ladrillos y madera para las obras, de mejor calidad, y la red de canales permite el transporte con poco gasto, deshaciendo así las diferencias de aprovisionamiento entre un sitio y otro.


Se generaliza en este período el uso del vidrio para las ventanas, en lugar del papel (a fines del siglo XVIII aún existían en Francia las corporaciones de los châssessiers, que se dedicaban a poner papel parafinado en las ventanas) y de la pizarra o arcilla cocida para los tejados, en vez de la paja. Se usa en gran cantidad hierro y fundición, allí donde es posible hacerlo: en los accesorios de los cerramientos, en las barandillas, en las verjas y, a veces, también en la estructura portante .


Los forjados de los edificios comunes están sostenidos, normalmente, por vigas de madera, dispuestas de varias maneras. J. B. Rondelet (1743-1829), en su Traité de 1802, compara el hierro dulce a la madera, afirmando que el primero puede usarse sustituyendo al segundo. De todas formas, el hierro en vigas, de sección rectangular, no es apto, evidentemente, para sustituir a la madera, porque la mayor rigidez no compensa el mayor peso. Prosigue: «Para no tener que emplear gruesas barras, se ha pensado en una especie de cuchillos o armaduras, que proporcionan al hierro mayor rigidez, aumentando su fuerza en proporción geométrica al peso» y describe un sistema ideado por M. Ango, formado por la asociaciones de dos barras, una ligeramente arqueada y la otra tensa como una cuerda bajo la anterior:


Los comisarios nombrados por la Academia Real de Arquitectura para examinar un forjado de 19 pies de largo por 16 de ancho, realizado según este método en Boulogne, cerca de París, se expresan del siguiente modo con fecha 13 de julio de 1785: «Lo hemos encontrado muy sólido, sin grietas y estable ante cualquier presión que se haga saltando sobre él.» Pueden encontrarse los detalles en la Encyclopédie, buscando los artículos bóvedas y forjados de hierro. Su informe termina del siguiente modo: «Es de desear, por tanto, que el método de M. Ango sea llevado a la práctica por todos los constructores, a fin de que un gran número de ejemplos venga a confirmar la buena opinión que nos hemos formado en la prueba que relatamos.»


Rondelet confirma este parecer con sus cálculos y da el diseño de un forjado de hierro con relleno de ladrillos, de 20 pies de luz. «El resultado de estos experimentos es que los cálculos que hemos expuesto pueden ser aplicados a todo tipo de armadura, tanto para bóvedas como para forjados de hierro o cualquier otra obra del mismo tipo».


En 1789, N. Goulet prueba un sistema análogo en una casa de la rue des Marais, especialmente con la idea de evitar los incendios: dispone, entre las vigas de hierro, bovedillas de ladrillos huecos, y sustituye los tradicionales parquets con un solado cerámico. Recomienda también que se sustituya la madera de puertas y ventanas con hierro o cobre.


Pero la crisis económica que  sigue a la Revolución Francesa interrumpe estos experimentos. No hay manera de encontrar materiales, y en 1793 el arquitecto Cointreaux envía una Memoria a la Convención, pidiendo que se prohíba el uso del hierro en la construcción, excepto en las cerraduras.


En el siglo XIX vuelven los intentos de usar el hierro en los forjados; pero sólo se llega a una solución satisfactoria en cuando las fábricas comienzan a producir industrialmente las vigas de hierro de doble T. Desde este momento los forjados de hierro sustituyen paulatinamente a antiguos tablados de madera.


Es preciso que tengamos también en cuenta la marcha de los precios. Los materiales de construcción se abaratan casi a das partes, una vez pasadas las perturbaciones de las guerras napoleónicas; así es posible usar en construcciones populares los materiales anteriormente reservados a las construcciones para las clases superiores. Los salarios de los trabajadores van en constante aumento: también este hecho contribuye al progreso técnico, puesto que los contratistas reciben de agrado cualquier invento que permita justificar la ejecución y ahorrar mano de obra aunque sea aumentando, eventualmente los costes de los suministros.


En conjunto, las casas de la ciudad industrial son más higiénicas y confortables. Naturalmente, existen grandes diferencias de lugar a lugar y época a época; como ha sucedido siempre, se construyen también tugurios , inhabitables, descritos con vivos colores por las encuestas inglesas y francesas entre 1839 - 1850.


Al valorar estas descripciones es preciso no perder de vista que, las peores construcciones dependen de circunstancias excepcionales, como ocurre en Inglaterra durante las guerras napoleónicas. Por otra parte, si las quejas por las malas viviendas son más frecuentes en esta época, no es tanto porque su calidad sea peor que antes, sino porque se las compara a un standard cada vez más elevado. El aumento del nivel de vida y la nueva mentalidad vuelven intolerables inconvenientes aceptados como inevitables un siglo antes.


 La garra de las encuestas de Chadwick o del conde de Melun está en la convicción de que las miserias constatadas no son un destino inevitables, sino que pueden eliminarse usando los medios de que se dispone. Como indica Tocqueville, «el mal que se toleraba pacientemente como inevitable, parece imposible de soportar desde el momento en que nos hacemos a la idea de que podemos escapar de él».


 Para emitir juicio justo sobre las casas donde habitaron las primeras generaciones industriales será necesario que distingamos la calidad del edificio aislado y el funcionamiento del barrio y de la ciudad; la edificación paleoindustrial entra en crisis, sobre todo, desde su vertiente urbanística, como se verá en el capítulo siguiente.


 


 

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