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DOSHI, Balakrishna Vithaldas

  • Arquitecto, Urbanista y Maestro.
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  • 1927 - Puna. India
  • 2023 - Ahmedabad. India
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Doshi comienza a fraguar su futuro profesional, en una India recién independizada como colonia Británica, que busca como muchos otros países emergentes, equipararse al mundo occidental (Europa, USA). Por ello los estudiantes de arquitectura de su época, tomaron como referencia principal los arquitectos del Movimiento Moderno. Tras sus estudios de arquitectura en Bombai, viaja hasta Francia para trabajar con Le Corbusier (1951-1954), lo que dio como resultado que fuese encargado de dirigir junto a su maestro las obras que éste realizaba en la India ( Ahmedabad y Chandigarh). Dicha experiencia quedará marcada en sus obras posteriores. Otra de las figuras que marcará su futuro profesional será Louis Kahn, con el que también colabora en los proyectos que realizara en su país natal.


Debido a las numerosas posibilidades de trabajo que le surgieron en el ámbito profesional, la lista de obras del arquitecto es tan extensa como variada, llegando a realizar viviendas privadas, universidades, sedes de diversas empresas, incluso intervenciones a escala mas urbana para la población más pobre. En ellas podemos apreciar las influencias que en él ejercieron La Corbusier y Kahn. No obstante, poco a poco va despertando su interés hacia un lenguaje formal y conceptual más local. Es en este último aspecto donde su figura cobra mayor interés, ya que junto a arquitectos como Charles Correa o Hassan Fathy, comienza a cuestionarse la gran promesa de un Estilo Internacional, que acaba en el abandono del lo tradicional (tanto en cuestiones técnicas como estilísticas o filosóficas), adaptándose cada vez más a una arquitectura que tenga en cuenta las circunstancias del lugar (paisaje, clima, cultura). Esto dio lugar a una serie de proyectos en los que el lenguaje internacional se impregnara de las influencias culturales del sitio, dotando a su arquitectura de una riqueza local que parecía olvidada.


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CURTIS William. J., La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006. 


Págs. 567- 587.“ Modernidad, tradición e identidad en los países en vías de desarrollo”  


Donde el simple cobijo era el problema, la sensibilidad regionalista podía parecer un lujo remoto, pero todavía era posible tratar los encargos institucionales o de clase media como un laboratorio para la exploración de ideas que pudiesen tener una aplicación más amplia en el futuro. Como siempre el valor arquitectónico residiría en la síntesis convincente de lo práctico, lo estético y lo simbólico, y en la creación de cierta unidad en armonía con el entorno. Las construcciones vernáculas podían proporcionar algunas claves para alcanzar estos fines al revelar modelos de adaptación seculares. Pero la intención rara vez era hacer una arquitectura ‘local’; más bien se trataba de recurrir a las corrientes vitales del desarrollo del mundo contemporáneo y adaptarlas a las circunstancias particulares. Los principios en que se apoyaban las campesinas y esos monumentos del pasado que se creía que ejemplificaban los rasgos nacionales o regionales, debían traducirse en materiales y vocabularios completamente distintos. En una situación poscolonial, la búsqueda de las ‘raíces’ con frecuencia iba acompañada por una intensa necesidad de pertenecer a un mundo grande. Los arquitectos de los países en vías de desarrollo en las décadas de 1960 y 1970 descubrían a veces paralelismos entre los principios autóctonos y las ideas modernas con un carácter arcaico o primitivista.


El trabajo de arquitectos indios como Charles CorreaBalkrishna DoshiAchyut Kanvide o Raj Rewal pone de manifiesto un cruce de esa clase. En la India, la arquitectura moderna parecía ofrecer una expresión adecuada para un orden secular poscolonial por encima de las diferencias de casta y credo (algo que un fugaz estilo ‘neohindú’ no fue capaz de hacer en la década de 1950). Las ásperas obras tardías de Kahn y Le Corbusier proporcionaran un importante estimulo, especialmente porque ya encarnaban una reacción a la cultura, la tecnología y el clima locales. Sin embargo, la generación que alcanzo su madurez en la época de 1960 no copió esos ejemplos de un modo servil; más bien lo tomaron como un punto de referencia general, al tiempo que buscaban, poco a poco, un modelo espacial diferente, relacionado de un modo más auténtico con el cambio constante y la ambigüedad de la vida india y, por supuesto, con los rigores de las condiciones atmosféricas..


págs. 635-655. "Lo universal y lo local. Paisaje, clima, cultura"


En la década de 1970, tanto el mapa político como el universo arquitectónico habían cambiado, lo que se plasmó en la concesión de un estatus y una validez mayores a las tradiciones no occidentales, así como en una actitud mucho más permisiva con respecto al uso del pasado. Los capítulos anteriores han intentado perfilar la variedad de opciones y posturas existentes en diversas partes de lo que Nehru llamó el 'Tercer Mundo': ese mundo que no formaba parte de ninguno de los dos grandes bloques. Haciéndose eco. hasta cierto punto, de los discursos anteriores del romanticismo nacional en Occidente, se propusieron nuevos modelos para el cruzamiento de la arquitectura moderna con imágenes distintivas de los pasados nacionales. A veces lo que se imponía era el impulso interno, en cuyo caso los edificios podían orientarse hacia un compromiso directo con una fase u otra de la tradición local; a veces lo que se imponía era el impulso externo, en cuyo caso lo local se transformaba más bien en la dirección de los modelos internacionales. Los ejemplos de figuras como Geoffrey Balda, Bawa, Balkrishna Doshi, Eladio Dieste o Teodoro González de León han servido para poner de manifiesto toda una variedad de maneras de afrontar esos dilemas.


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 BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987


Págs. 1027-1106.”La época de la incertidumbre”  


1.- El desafio de los asentamientos irregulares.


Algunos arquitectos iraníes de la generación siguiente ( el grupo DAZ, K.Diba, A. Amirrezvanii, F.Sadeghi, A.Kashanijo); obtienen resultados mucho más amplios ysobre todo los indios, que intentan una mediación, difícil y prometedora, entre losmétodos occidentales y locales: Balk krishna Vithaldas Doshi, el antiguocolaborador de Le Corbusier en Chandigarh, que siguiendo el ejemplo delmaestro logra una comprensión cada vez más precisa de las tradiciones y de lasexigencias locales; Charles M. Correa trabaja en una dimensión mucho mayor y, apartir de 1974, es el responsable de la planificación de Bombay, intentandocontrolar racionalmente el desarrollo de una de las grandes metrópolis del Tercer Mundo.


...Los hechos y los proyectos enumerados hasta aquí levantan una cuestión de importancia general, que pone en discusión no sólo los métodos aplicados en el Tercer Mundo, sino todo el patrimonio mundial de aquellos modelos y procedimientos construidos en los últimos cincuenta años.


Los métodos de la arquitectura y del urbanismo moderno, aplicados más o menos coherentemente en todo el mundo, se convierten mayoritariamente en situaciones técnicas de lujo, para mejorar las condiciones de vida de la minoría que ya vive bien, y de hecho se escapan de las limitaciones económicas vigentes en Europa: las casas, los barrios y los servicios pueden alcanzar costes muy elevados puesto que los que no pueden pagarlos pueden ser confinados a otro lugar. Al mismo tiempo, estos métodos sirven para introducir en la ciudad irregular algunas instalaciones indispensables -la luz eléctrica a domicilio, el agua en las fuentes públicas, las escuelas, las comisarías y algunos trechos de carretera donde puedan transitar las ambulancias y los camiones militares-, que constituyen una copia reducida de las existentes en la ciudad regular y hacen definitiva la coexistencia entre ambas ciudades: protegen la regular de los peligros de su proximidad con la irregular e imponen a esta última la comparación con los standards vigentes en la primera, es decir, confirman su carácter marginal y dependiente. Los modelos convencionales de la ciudad moderna, sacados de la práctica internacional -la casa de muchas plantas, la calle para coches, las instalaciones de escuelas y hospitales-, están al mismo tiempo reservados a una minoría e impuestos como ideal inalcanzable a todos los demás, de manera que su inferioridad se mide objetivamente como una desviación de una norma reconocida.


 Esta nueva situación nos obliga a considerar de un modo distinto el desarrollo de la búsqueda arquitectónica moderna, tanto en los países ‘desarrollados’ como en los ‘en vías de desarrollo’.


 El Movimiento Modernoempezó en el segundo decenio de nuestro siglo; con su programa pretendía superar las discriminaciones producidas por la gestión urbana tradicional e interpretar objetivamente, por medio de la búsqueda científica, las exigencias de todos los ciudadanos.


La resistencia de los intereses y de las instituciones fundadas en la gestión tradicional retrasó o impidió la aplicación de sus resultados; hasta hace muy pocos años se podía imaginar una prolongación indefinida de este contraste y registrar sin preocupaciones los éxitos parciales obtenidos hasta ahora; hoy día, en cambio, el desdoblamiento de la ciudad contemporánea nos sitúa ante una alternativa global, que debe resolverse en un tiempo limitado. De hecho, existe la posibilidad de que la búsquedaarquitectónica moderna se limite al ámbito de la ciudad regular y se convierta en el instrumento para una nueva discriminación a escala mundial, abandonando su posición inicial: o bien, cabe que se proponga analizar y superar precisamente la división entre ambas ciudades y, por consiguiente, replantear sus métodos y sus alianzas, aceptando proyectarse al centro de un conflicto político mucho más radical que los encontrados hasta ahora, y no limitando a una sola nación, sino situando a escala internacional.


La división entre ambas ciudades es el fruto de aquella política de la construcción que define los estándares admisibles, refiriéndose a los modelos convencionales, europeos o norteamericanos, que no corresponden a la realidad local. Así, las casas construidas -con su propio trabajo- por los habitantes mismos son declaradas ‘abusivas’ y los habitantes no reciben ayuda alguna para construirlas mejor. En cambio, se recurre a las grandes empresas especializadas para construir una cantidad totalmente insuficiente de viviendas ‘modernas’, demasiado caras para la mayoría de la población, que se asimilan a las de los ricos y se integran en la ciudad hecha para ellos, y que serán ocupadas por los empleados y los obreros de las mismas empresas o de otras similares, ya integrados en la clase dominante en su escalón más bajo. El criterio que domina esta política es la marginación de una gran mayoría, tanto en su calidad de trabajadores, como en su calidad de usuarios, para que se puedan conservar las modalidades de producción y de consumo - los métodos industriales exclusivos, los productos fabricados y estandarizados- que garantizan el dominio de la minoría relacionada con el circuito económico internacional. La transformación de los proletarios -de trabajadores a marginados- imposibilita la estrategia contraria que fue elaborada por el proletario europeo y americano en el lugar de trabajo, cuando el desarrollo industrial exigía el aumento de la mano de obra y no, como ahora, su disminución; basta, en cambio, estabilizar a los nuevos proletarios en un asentamiento apartado y controlable, para explotarlos todavía como consumidores al margen del mercado urbano y para ocasionar una serie de conflictos internos (entre los constructores de las casas, entre inquilinos y subinquilinos, entre comerciantes y clientes, entre productores de desechos y los que los reciben, entre los que ocupan las mejores y las peores posiciones), con miras a impedir el descubrimiento y la organización de los intereses comunes. La estructura de los asentamientos, en vez de ser una consecuencia final de las relaciones de trabajo, se convierte en una condición preliminar que sostiene la jerarquía social vigente, y también el terreno de la lucha política para intentar cambiarla.


Valorando el alcance de este conflicto, la cultura arquitectónica debe plantearse una revisión de lo que se está haciendo en todo el mundo, incluyendo los países desarrollados. ¿Responde el perfeccionamiento continuo de los modelos urbanísticos y de vivienda a las necesidades de las personas, o bien define una escala de exigencias en aumento, impuestas para alimentar la expansión de la máquina industrial? ¿Sirve la renovación continua de la construcción —de los muebles a las casas y a los barrios— para que el pueblo viva mejor, o bien sirve para tenerlo perpetuamente en movimiento, difiriendo continuamente la estabilización y la reconciliación entre el hombre y su ambiente, en provecho de los intereses dominantes que se permiten la manipulación del ambiente construido? ¿Puede basarse la ordenación de un paisaje urbano —cada día más complicada y más cara— en una distribución injusta de los recursos mundiales y en el empleo de materias primas y de energía, que ya ahora no puede difundirse a escala mundial? Todo esto atañe a los fundamentos del Movimiento Moderno. La frase de Morris: “El arte en el que trabajamos constituye un bien del que todos pueden participar y sirve para la mejora de todos nosotros; en realidad si todos no participan, nadiepuede participar», se convierte en una urgente advertencia práctica: ya no esposible procurar determinadas ventajas sólo a una parte de los usuarios, puestoque entonces ya no se trata de una ventaja: en este caso los progresos» de laarquitectura causan daño en dos modos distintos, tanto a los privilegiados como alos excluidos; no se puede resolver los problemas de unos sin resolvercontemporáneamente los de otros.

Igo