Pág.774. La actitud contemporánea hacia el urbanismo.
Propuestas de descentralización. Se han hecho varias propuestas acerca de cómo debe alcanzarse la descongestión de la ciudad. Aunque difieren en los detalles, es significativo que tienen una tendencia en común: el impulso hacia lo orgánico, algo que se ha ido volviendo cada vez más fuerte en nuestra época, como una especie de autoprotección frente a los males de la civilización. La diferencia entre estas propuestas radica en cómo puede hacerse realidad ese desarrollo orgánico.
Una sugerencia es que, en lugar de concentrar a la población en aglomeraciones gigantescas y exageradas, el país en su conjunto debería colonizarse en pequeños núcleos de entre media y una hectárea. Esa descentralización nos haría pasar de ser habitantes de la ciudad a convertirnos en habitantes del campo, viviendo en una comunidad agrícola independiente y mecanizada que conservaría cierto equilibrio entre la ocupación rural y la industrial. Esto supone la destrucción total y consciente de la idea de la ciudad; también socava en gran medida esa diferenciación de ocupaciones que ha sido la base de nuestra civilización, pues hace que el pequeño terrateniente autosuficiente sea el elemento predominante. Esos proyectos se remontan a las doctrinas de Charles Fourier, el más consecuente de los economistas utópicos franceses, quien, por oposición al sistema industrial existente, quería lograr el más completo desarrollo de la naturaleza humana mediante la creación de una vida social y orgánica en la que cada individuo pudiese encontrar la mayor satisfacción. Fourier imaginaba esa vida como una sociedad descentralizada en la que la agricultura sería la industria básica. Desde que Fourier formulase sus ideas en la década de 1820, muchos otros pensadores sociales le han seguido en su esfuerzo de afrontar los males provocados por la civilización. Frank Lloyd Wright, con su Broadacre City, fue uno de los más conocidos entre los teóricos del siglo XX; y basó su programa -como el mismo admitió- en las ideas y los experimentos de Ralph Borsodi.
No cabe duda de que las comunidades autosuficientes tienen un lugar propio en la vida económica, pero tampoco cabe duda de que esta forma primitiva de sociedad no puede reemplazar a esa organización diferenciada que, cualquiera que sea el sistema político, es básica para nuestra cultura; eso convertiría el país en un triste híbrido, algo ni rural ni urbano, pero con las limitaciones de ambos. En todo caso, la propuesta de repartir a los habitantes en pequeñas comunidades, con la agricultura como industria básica, está completamente fuera de escala con respecto a los problemas que exigen solución actualmente