FUSCO Renato de ., Historia de la arquitectura Contemporánea. Ed. Celeste. Madrid,1992.
Págs.445-549. “Un código virtual”
Entre los restantes proyectistas comprometidos en la poética de las grandes dimensiones destaca la figura del polaco Jan Lubicz-Nycz, que suscitó el interés internacional con su proyecto para el concurso de la ordenación del área entre Tel-Aviv y Haifa, de 1963. Sus anteriores proyectos, el del Golden Gateway, para San Francisco, de 1960; el del Diamond Heights, para la misma ciudad, de 1961, y el que realizó para el concurso Ruberoid, de 1962, anuncian la intención de conformar grandes «contenedores», funcionales que macroestructuras por intentan incidir mediante arquitectónica en la escena urbana, su forma constituyéndose en puntos fijos de referencia. Lubicz-Nycz, en colaboración con Donald P. Reay, propone para el concurso israeli monumentales rascacielos en forma de cuchara; en la parte cóncava de estos soportes se disponen unos volúmenes arquitectónicos de escala tradicional, decreciendo en altura y expandiéndose hacia la base, destinados a funciones comerciales, representativas y residenciales. La idea programática se expone así en la memoria que acompaña al proyecto: «Las ciudades deberán convertirse en agrupaciones de grandes contenedores más que en aglomerados de edificios individuales. Los contenedores deberán ser muy grandes, originando formas de usos múltiples, que abarquen todas las actividades. En los contenedores se desarrollarán siguiendo líneas estructurales esquemáticamente establecidas, hasta que se alcance la madurez».
A la propuesta de las cucharas-contenedor sigue la que Lubicz-Nycz presenta al concurso para el Kursaal de San Sebastián. Los contenedores adoptan aquí la forma de dos enormes cuernos dentados con las puntas abiertas regulares de la planta baja, contiene un gran aparcamiento, una residencia, un auditorio, servicios deportivos etc.
En resumen, los contenedores multifuncionales de Lubicz-Nycz, además de focalizar el interés del town-design, en unos pocos puntos muy caracterizados, pretenden destruir toda una tipología de edificación tradicional con viviendas, escuelas, etc., englobando en una macroestructura preestablecida que, por su carácter, requiere el mayor esfuerzo figurativo. Pero a pesar de la claridad del programa —la reducción de la aglomeración de edificios a estructuras más eficaces y con una mayor impronta en la escena urbana—, las propuestas del arquitecto polaco permanecen siempre en un nivel arquitectónico, nunca alcanza esa dimensión intermedia de que hemos hablado, puesto que el problema urbanístico aparece siempre como fondo, como escenario visual.