BANHAM, R., Teoría y diseño en la primera era de la máquina. Edit. Paidos. Barcelona, 1977.
Págs. 61-71.“Inglaterra: Lethaby y Scott”
El cambio de orientación continuó hasta 1914 y aún más allá; la Architectural Review lo apoyó en 1914 con artículos de A. E. Richardson sobre Jean-Charles Krafft y Jacques Hittorf, y confirmó la tendencia a separarse de París con un entusiasta comentario sobre el producto más interesante de ese período y de esa tendencia, el libro Architecture of Humanism, de Geoffrey Scott.
El libro de Scott señala la culminación de la tendencia clasicista, el punto máximo de la revuelta de su generación contra la seriedad, provincianismo y empirismo victorianos. Es implícita y explícitamente hostil hacia Lethaby; señala la tardía intrusión en la crítica arquitectónica, de la tradición de esteticismo profesoral proveniente de Walter Pater, y probablemente tuvo su merecido destino llegando a ser el manual estético de las frases neo-Georgian y Playboy de la arquitectura inglesa. Pero el libro posee un interés que no es simplemente local; aunque permanece fuera de la corriente principal del pensamiento arquitectónico de la época, ejemplifica de manera explícita ciertos procesos que se desarrollaban bajo la superficie de esa corriente y esclarece tanto los puntos fuertes como los puntos débiles del estilo libre vinculado a Lethaby...
...Según se ha dicho, sin embargo, esta admiración por Francia se mezcla con el deseo de retornar a los fundamentos italianos. La fundación de la Escuela Británica en Roma proporcionó a este deseo un cuerpo institucional: Geoffrey Scott le dio una cabeza intelectual. The Architecture of Humanism fue escrito en Florencia, residencia tradicional del far niente anglosajón, pero si bien tiende a predicar cierta suerte de irresponsabilidad arquitectónica, no es un libro trivial ni superficial. Es el subproducto, por así decirlo, de un serio y respetable programa académico de trabajo: “Mi intención había sido formular los principios fundamentales del diseño clásico en Arquitectura” y un capítulo entero, de los nueve que integran el libro, está dedicado a una tortuosa defensa de la tradición académica. Cabe decir que, en el momento en que Scott finalizaba su defensa, la tradición académica había dejado prácticamente de existir. El productor principal de esa tradición, tal como se manifestaba hacia la época en que Scott escribía su libro (1911-1914), era el corpus teórico compendiado en Guadet, pero;“una tradición académica aliada, como lo estuvo en el Renacimiento, a un sentimiento vivo del arte es fructífera; en cambio, la teoría académica es siempre estéril.”
En realidad, lo único que al parecer subsiste de esa tradición es, con Scott, el derecho a desconocer los preceptos del único escritor académico que analiza, Vitruvio. No obstante, este tenue corpus de tradición académica podría lograr grandes cosas.“La influencia académica rescató la arquitectura de Inglaterra y Francia. Suministró un repertorio de formas mediante el cual hasta el arquitecto sin inspiración podía asegurarse por lo menos cierta medida de distinción; y podría confiarse en que el genio, allí donde existiera, utilizaría este aprendizaje escolástico como medio, no como fin…”
Esta afirmación es algo muy semejante a la restaurada expertise de Goodhart-Render; éste garantizaba, sobre la base de la experiencia acumulada de la École des Beaux-Arts, que“si el discípulo decide experimentar, lo hace con los pies apoyados en tierra firme” si bien «experimento » no significa aquí, es evidente, lo que significaba para Lethaby,sino algo meramente formal.
Con todo, como se dijo antes, la Architecture of Humanism fue en realidad una desviación con respecto a la finalidad original de escribir un manual académico. Esta desviación se debió a la idea de Scott de que sus compatriotas no podían apreciar, y menos aún comprender, la arquitectura clásica, pues enturbiada su juicio una serie de criterios arquitectónicos erróneos, o falacias, que él enumera antes de dedicarse a demolerlos: las falacias romántica, pintoresca, naturalista, mecánica, ética y biológica. Sus intentos de demolición no parecen muy convincentes en la actualidad, en parte porque esas falacias eran –más o menos en el orden en que se las ha enumerado– los sistemas mentales que habían salvado a la arquitectura victoriana del estancamiento y la esterilidad, y en parte porque Scott generalmente ataca versiones de segunda mano de esas teorías sin acudir a las fuentes originales Así, por ejemplo, sin conocer directamente a Choisy e ignorando la extensión que confiere al concepto de technique hasta hacerlo abarcar la estructura total de la sociedad, Scott sólo puede confesar su asombro antes el hecho de que el profesor Moore, quien «basa todo su tratamiento sobre una idea mecánica de la arquitectura », prologue sin embargo la obra de Choisy «con un rápido y litúrgico recitado de todas las fórmulas éticas », pues considera ambos enfoques como totalmente contrarios (la cursiva es de Scott).
El mismo Scott es muy consciente, en cambio, y no defiende la arquitectura romana recurriendo a las fuentes (aunque parece haber consultado, por ejemplo, a Alberti, a Serlio y a Palladio), sino en función de la teoría académica tal como existía en sus propia época, despojada de toda connotación moral y social. Superando la indiferencia de Guadet por los estilos particulares y, con ello, por los contenidos simbólicos y narrativos particulares, Scott rechaza toda cualidad de este tipo y ofrece, en cambio, una arquitectura de formas puras. Define su posición con las siguientes palabras: “La arquitectura, percibida en forma sencilla e inmediata, es una combinación –revelada por medio de luces y sombras– de espacios, masas y líneas.”
Con ello se aproxima sobremanera a ciertos teóricos del arte abstracto aparecidos al término de la primera guerra mundial, quienes también sostienen que la percepción simple e inmediata absorba sólo los aspectos formales o geométricos del objeto observado. Tal como teóricos posteriores del arte abstracto, Scott considera que esta percepción simple e inmediata es absoluta y fundamental. “Estos pocos elementos constituyen el núcleo de nuestra experiencia arquitectónica; la fantasía literaria, la imaginación histórica, la casuística de la conciencia, los cálculos de la ciencia, no pueden constituir ni determinar esta experiencia, aunque sí pueden limitarla o enriquecerla.”
Los «pocos » elementos mencionados en este párrafo se traducen luego en «cuatro »:“Mediante la acción directa de Masa, Espacio, Línea y Coherencia sobre nuestra conciencia física, la arquitectura comunica su valor como arte. Tales son los cuatro grandes elementos de la construcción, de cuyas leyes no se apartaron los más grandes maestros del Renacimiento, por distintos que hayan sido sus impulsos y sus realizaciones. La suya es una arquitectura que mediante Masa, Espacio y Línea satisface al deleite físico humano, y mediante la coherencia, responde a nuestro pensamiento.”
La formación de este concepto posee complejos antecedentes. Es evidente que Scott rinde tributo a la teoría académica francesa, tanto desde el punto de vista arquitectónico cuanto pictórico. Pues si los elementos provienen de Guadet, también de él proviene la coherencia, que para Scott significa o bien la aceptación del orden matemático, o bien simplemente la composición. La vinculación entre coherencia y pensamiento recuerda a Charles Blanc y su frase: “El principal medio con que cuenta el pintor para expresar su pensamiento es la«ordenación »”.
Y también recuerda a Blanc la insistencia sobre la línea, uno de los factores que responden al deleite físico humano:“Rectas o curvas, horizontales o verticales, paralelas o divergentes, todas las líneas guardan una relación secreta con nuestros sentimientos.”
No es necesario referir estas ideas a las fuentes académicas francesas directas: durante la década anterior a la guerra mundial, no sólo eran corrientes en Inglaterra las ideas arquitectónicas de la École des Beaux-Arts; también otras ideas sobre pintura, provenientes de análoga fuente, habían sido puestas en circulación por Roger Fry y su círculo.
Cfr. CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006. (edición original 1982).
Págs.617-633. «El arte académico» -indicaba Geoffrey Scott en La arquitectura del humanismo (1914)- «implica a veces una negativa a reconsiderar los problemas planteados [...] trata de hacer que la imaginación del pasado sirva como imaginación en el presente.»
---