En 1919, Garnier pública, en la editorial Massin, de París, los proyectos de Les Grands travaux de la ville de Lyon, como había hecho dos años antes con las láminas de la Cité industrielle, y, en el prólogo, Herriot escribe:
“Tony Garnier me hace el honor de pedirme algunas líneas que sirvan de prólogo a su obra sobre Ios grandes trabajos de Lyon. Accedo gustoso a su deseo; no porque tenga la más mínima competencia técnica para juzgar su obra: pero, desde hace quince años que llevo al frente de la Administración municipal, he elegido y conservado a Tony Garnier como uno de mis principales colaboradores. Con él he establecido el programa del matadero, que queremos dar como ejemplo para nuestras grandes ciudades modernas. Con él he recorrido Alemania y Dinamarca para realizar juntos el plan de un hospital verdaderamente científico, que responda a las actuales preocupaciones de una filantropía ilustrada y a las exigencias de las enseñanzas. Con él he concebido la ciudad obrera, que ofrecería a los trabajadores de nuestras ciudades superpobladas, viviendas higiénicas y dignas.
Cada vez he admirado en él la unión de un método riguroso con un temperamento artístico que busca la inspiración en las más puras fuentes del helenismo.
Agradezco especialmente a Tony Garnier que haya interpretado las lecciones de la Antigüedad en su más amplio sentido, que haya luchado contra esas concepciones artificiales que han supuesto tantos pastiches desgraciados como laMadeleine o el Palais Bourbon. Pero me satisface, sobre todo, que haya proclamado con su ejemplo que la arquitectura debe pertenecer a su país y a su tiempo. Un monumento a construirse se me presenta como un problema a resolver. Hayque establecer, antes de nada, las líneas intelectuales de la obra, definir qué necesidades debe satisfacer, subordinar el aspecto del continente a las exigencias del contenido. ¡Basta de fachadas renacimiento o pabellones de estilo semi-Luis XIV!
Tony Garnier llega al arte al primer golpe, porque no lo busca directamente. Su teoría —si es que tiene alguna— es, pues, verdaderamente clásica. Responde, al mismo tiempo, a la tradición antigua y a la tradición francesa. El Partenón es admirable en sí mismo, una copia moderna del Partenón sólo será ridícula. Una Bolsa en forma de templo griego es un absurdo. Versalles se justifica sólo con un gran rey. Los monumentos de Garnier responden a las necesidades de una época que la ciencia ha transformado radicalmente.
Deseo que el estudio atento de esta obra sea útil a todos los que quieran trabajar con nosotros. Cuando se compara el esfuerzo de la construcción del pasado con nuestros mediocres intentos, nos sentimos humillados. Nuestras ciudades francesas carecen todavía de todos los órganos indispensables para sus funciones actuales. Nosotros hemos tratado, al menos, de reaccionar contra esta especie de abandono y estoy orgulloso de haber contado, en mis intentos de intervenciones urbanísticas, con una colaboración cuyo valor podrá apreciarse consultando este compendio digno, a nuestro juicio, de los más ilustres arquitectos franceses del pasado.”
Nótese la seguridad con que Herriot afirma: «En mi opinión, un monumento a construir se presenta como un problema a resolver» (y piénsese que habla un político, no un técnico). Todos los factores de que dependerá la vida y elfuncionamiento futuros de un edificio están presentes ya en el momento del proyecto, y su integración en la ciudad estácalculada de antemano; en virtud de este planteamiento, los edificios de Garnier sobreviven no sólo como joyasarquitectónicas, sino como órganos en funcionamiento de la Lyon moderna.